Hal Foster. El retorno de lo real. La vanguardia a finales de siglo, ediciones Akal, Madrid. Reedición de 2023. 240 páginas.
DAVID MARKLIMO
¿Qué tanto de la realidad tiene el arte? La clásica pregunta, a día de hoy, tiene una nueva vigencia: ¿el arte imita la realidad o la crea? Cuando Proust sostenía eso de decía que todo arte es representación ponía el foco en el arte que es, a grandes rasgos, imitación. Esto nos parece obvio, hasta el punto mismo en que suponemos en ello una concepción perfectamente banal del arte. Si bien, la oposición entre el arte y la realidad es, en efecto, completamente clásica, Hal Foster -célebre historiador y crítico de arte- sostiene que el arte es ficción.
Esta discusión es pertinente porque acaba de reeditarse El retorno de lo real, una de sus aportaciones clave. Es uno de los trabajos más sobresalientes en torno a las vanguardias de las últimas décadas del siglo pasado. Para explicar el punto de por qué el arte es ficción Foster analiza las vanguardias artísticas surgidas a partir de mediados del siglo XX, y las relaciona con aquellas surgidas a principio de siglo, con el surrealismo, por ejemplo. Primer debate: ¿estos nuevos movimientos supusieron una mera revisión de los anteriores, o toda una reformulación de los viejos principios de la vanguardia? De aquí se derivan las interpretaciones más novedosas en torno a la evolución del arte: el parentesco de fondo entre el minimalismo y el pop, el apropiacionismo y el arte abyecto, la influencia del neoconservadurismo de los años 90, o una muy interesante exposición sobre el doble punto de vista del espectador y del objeto observado.
El libro no tiene en absoluto carácter divulgativo: es un trabajo teórico en torno a determinados movimientos y tendencias. Por aquí desfilan, en medio de una bibliografía mareante, pensadores que han dedicado una parte notable de sus reflexiones al arte, como Deleuze, Benjamin, Barthes, Foucault, Althusser, Saussure o Lacan. La visión es variada desde la antropología, el psicoanálisis, la filosofía o la semiótica. Hay ópticas insospechadas que se entrelazan, teorías que se rebaten o se matizan.
Difícil, sí, bastante difícil. Se manejan conceptos complejos que provienen en línea recta de todas estas áreas sin ningún bálsamo que los suavice, al contrario, transformados en algo aún más hermético al cruzarlos y revisarlos a la luz de nuevas fuentes. Y tiene un sentido: la realidad -es preciso que, por fin, la captemos-, no es ni el mundo objetivo ni la pura subjetividad, sino la relación entre un hombre y el mundo, “el contacto genial con la naturaleza”, cuidando de no ir en la dirección equivocada que propone el adjetivo genial. Por ello, Foster no pretende resultar inteligible. Es más, a Foster le entusiasma moverse entre conceptos especialmente estratosféricos, que dan pie a nuevos neologismos y significados. Es es, a grandes rasgos, el arte contemporáneo.
Y tiene sentido si abrimos un poquito la mente: todo contacto con la naturaleza percibido con toda lucidez es ipso facto único; es decir, según el sentido latino de la palabra, relativo al nacimiento. Entendamos, pues: naturalmente apto para la generación del arte. La exposición sobre el arte contemporáneo es brillante, con momentos muy interesantes, propio de alguien que no solo cuenta con un gran bagaje sino que sabe bucear sin límite y examinar todas las posibilidades, todas las derivaciones de aquello que está estudiando.
Obras como esta contribuyen a dignificar el arte en épocas tan propicias al descreimiento, a vencer las resistencias que las personas, conscientemente o no, oponemos a la novedad y la creatividad, y eso hace posible el avance.