“Zona de Interés”

 

La Indolencia del Mal

 

HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO

“Zona de Interés” (“The Zone of Interest”) película escrita y dirigida por Jonathan Glazer, basada libremente en la novela homónima de Martin Amis; protagonizada por Christian Friedel (Rudolf Höss), Sandra Hüller (Hedwig Höss), Ralph Herforth (Oswald Pohl), Johann Karthaus (Claus) y Luis Noah Witte (Hans Höss); su estreno mundial fue en el Festival de Cine de Cannes en mayo de 2023.

En 1943, el comandante de Auschwitz, Rudolf Höss, vive con su esposa Hedwig y sus cinco hijos en una casa idílica junto al campo; Höss lleva a los niños a nadar y pescar, y Hedwig pasa gran parte de su tiempo cuidando el jardín. Los sirvientes se encargan de las tareas del hogar, pero más allá del muro del jardín se oyen constantemente disparos, gritos, y sonidos de trenes y hornos.

El filme presenta la historia de la familia Höss, que vive junto a un campo de concentración durante el Holocausto Judío de la Segunda Guerra Mundial; y es la mejor puesta cinematográfica de la teoría de la Banalidad del mal.

UN SERVIDOR 

PÚBLICO EJEMPLAR

Rudolf Höss ha sido nombrado comandante y asignado para atender el campo de concentración de Auschwitz, así que se traslada con su familia a la casa que está al otro lado de la barda donde viven con tranquilidad.

La cinta es contemplativa, esto es, que no hay muchos diálogos, sino que las escenas son pausadas y largas para que el espectador tenga la oportunidad de apreciar los encuadres de fotografía y las expresiones faciales de los personajes.

La novela homónima de Martin Amis se basó en hechos reales, pero cambió el nombre de los personajes; sin embargo, el director Jonathan Glazer optó por los personajes de la vida real en su adaptación al cine, concretamente a Rudolf y Hedwig Höss y su familia.

El comandante Rudolf Höss se consideraba un hombre normal con necesidades normales; asimismo se decía: “Soy completamente normal”.

Muy en el fondo podría saber que exterminar gente no es bueno, pero no hay interés que duela.

UNA ESPOSA 

EJEMPLAR

Hedwig Höss se encarga de que todo en la casa esté en orden y listo, se apoya de varios sirvientes, pero no delega su autoridad en nadie, es la perfecta ama de casa, ve que esté lista la comida, que todo esté limpio, que los niños sean bien atendidos y se encarga personalmente de atender a su marido.

Si el filme no presentara al personaje de Rudolf Höss enfundado en un traje de la SS, cualquier espectador pensaría que está viendo un drama familiar costumbrista de mitad del siglo XX; él un esposo y padre ejemplar que cumple con su obligación de proveer, ella una esposa y madre ejemplar que se ocupa de que nada falte en la vida de su familia.

Sin embargo, desde un principio el espectador se sabe incomodo con tanta naturalidad con que se desenvuelve este matrimonio; no puede ser posible que los disparos y gritos que se oyen del otro lado del muro no los perturben, es como si estuviesen acostumbrados a ello, como si se tratara de un sonido más del campo.

Ella sabe perfectamente lo que sucede, pero no hay interés que duela.

LUJOS AJENOS

A la casa de los Höss llegan diversos objetos y ropa; Hedwig se encarga de escoger lo mejor de las prendas y deja que la servidumbre tome el resto.

Hay dos escenas significativas: la primera en que Hedwig posa frente a un espejo con un lujoso abrigo de pieles, y la segunda en que uno de los hijos de la familia está con una lámpara de mano bajo las sabanas mirando piezas dentales de oro.

Tanto la ropa como objetos de valor, inclusive las piezas dentales, son pertenencias de los prisioneros que se entregan a la familia a manera de botín.

Ellos lo saben perfectamente, pero no hay interés que duela.

EL TRASLADO 

INESPERADO

Rudolf Höss será trasladado a Berlín y se lo comunica a su esposa Hedwig, pero ella decide quedarse en la casa de campo, pues ahí vive a gusto con su familia y cuidando de su hermoso jardín.

Todo mundo podría pensar que la familia está ahí porque no hay otra opción más que estar con el padre, el esposo, y que, si su trabajo es en esa plaza, ahí debe estar la familia, pero cuando existe la oportunidad de mudarse de ese lugar, y hay una negativa a ello, es cuando el espectador advierte que la noción de normalidad tiene un rol de terror.

Esta siniestra noción de normalidad se acompaña por un proceso de alienación, de pérdida de la perspectiva del bien y del mal; es el día a día de una familia entregada a la más terrorífica de las normalidades.

LA BANALIDAD 

DEL MAL

La vida familiar transcurre en este plácido hogar, al lado del campo de concentración, con piscina, jardín, criados judíos e hijos bañándose en un río contaminado con las cenizas del crematorio, y de fondo los sonidos del horror del Holocausto.

La familia vive consciente e indiferente, a partes iguales, de lo que sucede al otro lado del muro; es así como se retrata la banalidad del mal.

El término fue acuñado por primera vez en el libro “Eichmann en Jerusalén” (1963) de Hannah Arendt, que hace referencia a la justificación de actos atroces en apelación al cumplimiento de las normas.

La cinta no caracteriza a Höss y a su mujer Hedwig, como seres horribles y despiadados, sino como dos individuos corrientes que incluso se consideran a sí mismos ciudadanos ejemplares, por el mero hecho de cumplir a la perfección su rol en el régimen nazi; tampoco pretende que el espectador empatice con ellos, simplemente los retrata como ellos se sentían.

La determinación de Höss para servir al régimen y su incontestable sentido del deber le llevaron a ser promocionado al campo de concentración más grande y desalmado de todos, Auschwitz-Birkenau, que estaba rodeado por una zona de 40 kilómetros cuadrados a la que los nazis llamaban, de manera eufemística, “zona de interés”.

Rudolf Höss fue juzgado en Núremberg, en 1946, y se atrevió a corregir al presidente del tribunal diciendo que nunca “había matado ni azotado a nadie”. En efecto, la afirmación era fácticamente cierta porque él era comandante; es decir, el responsable de ejecutar a alrededor de 3 millones de personas en la cámara de gas, aunque nunca se manchó las manos.

Pero en verdad ¿será posible que exista esa normalidad abyecta sin advertir el mal que se hace?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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