Cómo Gobierna la Ultraderecha

Daniel Vicente Guisado y Jaime Bordel Gil. Salvini y Meloni, Hijos de la Misma Rabia. Edicions i Propostes Culturals, Barcelona, 2022. 256 páginas.

DAVID MARKLIMO

 

Italia es el país de Seneca, Marco Aurelio, Maquiavelo, de Gramsci, de Sartori, de Bobbio. Grandes pensadores de la ciencia política. También es el país de Lampedusa, de Garibladi, de Camillo Benso (conde de Cavour). Grandes actores de la política. Por supuesto, es el país de ese ogro del fascismo, como lo fue Benito Mussolini.

En tal territorio la política es como el aire, se respira. A comienzos de los años noventa del siglo pasado, a casi un siglo de la muerte de Gramsci, Italia atravesaría una crisis que parecía salida de su pluma: la derecha se hundió. Casos de corrupción y la mayoría de los dirigentes políticos de ese espacio se vieron implicados en una trama de corrupción que les obligó a dejar la política entre 1992 y 1994. Así, surgió el fenómeno de Silvio Berlusconi, la Lega Nord de Umberto Bossi y la Alleanza Nazionale de Gianfranco Fini. Fueron las primeras consecuencias de esta crisis. Después vendrían Matteo Salvini, el Movimento 5 Stelle, y, por último, Giorgia Meloni. Y es que casi treinta años después, los ecos de lo que se conocío como Tangentopoli siguen resonando en el laboratorio político italiano.

Esto, a grandes rasgos, es lo que nos cuentan Daniel Vicente Guisado y Jaime Bordel Gil en su libro Salvini y Meloni, Hijos de la Misma Rabia, un manual de cómo la ultraderecha se ha hecho con el poder en una de las democracias más representativas del planeta. Este libro describe el proceso político que ha transformado Italia durante los últimos 40 años y ha llevado la derecha radical, heredera de la extrema derecha, a poder gobernar el país. El libro se plantea varias preguntas: ¿Cómo es posible que hoy dos partidos radicales ocupen todo el espacio de la derecha italiana? ¿Qué entendemos por partidos radicales populistas de derecha? ¿Son partidos de ultraderecha? ¿Qué consecuencias tiene para Italia y Europa su apogeo y su acceso al gobierno italiano?

Matteo Salvini y Giorgia Meloni son los hijos de un nuevo siglo en el que la derecha radical parece que avanza inexorablemente hacia el gobierno. De ahí la importancia del caso de estudio a lo que sucede en Italia. Salvini ya estuvo en el poder, Meloni lo está. Comparten un pasado que los vincula, desde hace más de diez años, a Silvio Berlusconi. Así, el 25 de septiembre de 2022, en plena pandemia de la covid19, Meloni ganó las elecciones e Italia entró en un nuevo ciclo político: uno donde la derecha radical gobierna y donde casi todo ha dependido de la relación entre Salvini y Meloni, que siempre ha mostrado un delicado equilibrio. 

Salvini y Meloni han descrito su coalición como cristiana y conservadora, y aseguran defender a Dios, la patria y la familia. Se oponen al aborto, la eutanasia, y tiene una visión raquítica de la sociedad: sostiene que las familias nucleares están encabezadas exclusivamente por parejas de hombres y mujeres. Su discurso incluye la retórica feminacionalista (un concepto de la académica  Sara R. Farris para referirse a los procesos por los que ciertos poderes se alinean con algunas las reivindicaciones del movimiento feminista con el fin de justificar posiciones racistas) y la crítica al globalismo, pues consideran que los migrantes son machistas y que la sociedad occidental es completamente igualitaria. Pero en el imaginario colectivo, por encima de estos puntos, están sus elogios a Mussolini y, por eso, hay quien la considera una ultra. Digamos que hay tres razones para ello.

En primer lugar, está su retórica de la ley y el orden, llena de matices racistas, una narrativa centrada en la oposición entre la gente trabajadora contra corruptos y delincuentes e italianos contra extranjeros. En segundo lugar, el género es una verdadera molestia como una oportunidad. Para la coalición de Salvini y Meloni los derechos LGTBIQ+ son un verdadero problema. Es paradójico, al mismo tiempo, hablar de mujeres independientes y emancipadas frente a los extranjeros que quieren imponer la ley islámica. En tercer lugar, en términos económicos el enfoque ideológico nos lleva a una economía conservadora y nacional, donde poco y nada se puede emprender e innovar.

Pero no habría que decir algo a favor de los italianos:  la votaron no por convicción, sino más bien por la necesidad desesperada de probar un partido que aún no ha estado en el gobierno. Como antes dieron la espalda a otras fuerzas políticas, los italianos no se lo pensarán dos veces para echarla del gobierno en la próxima oportunidad. Y en Italia, quizá más que en otros lugares, las nuevas propuestas políticas no tardan en convertirse en viejos partidos.

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