Los Dilemas Identitarios y la Izquierda

Mark Lilla. El regreso liberal: Más allá de la política de la identidad. Editorial Debate, Barcelona, 2019. 160 páginas.

 

DAVID MARKLIMO

El 2023 terminó con la llegada de un personaje como Javier Gerardo Milei a la presidencia de la Nación argentina. La aparición de dicho personaje, uno más en lo que ahora se conoce como la ultraderecha o la democracia liberal, trae consigo un debate sobre la democracia: ya no entienden la democracia al modo liberal, esto es como democracia con límites marcados por la separación y equilibrio de poderes que inventaron Aristóteles, Locke y Montesquieu sino más bien que la entienden como que el ser ciudadano de un país democrático hace a todo el mundo igual, en particular en cuanto a sus opiniones sobre todas las cosas sin límite ninguno.

Por este punto, y en vista de que tenemos una elección presidencial a la vuelta de la esquina, es necesario revisar los planteamientos de Mark Lilla en su libro El regreso liberal. Más allá de la política de la identidad. No es un libro viejo (o no tanto, se publicó por primera vez en inglés en 2017 y en castellano recién en 2019) pero trata de un tema actualísimo: al intentar proteger a los más vulnerables (los pobres, las mujeres, los afroamericanos) la izquierda ha caído en la trampa de la identidad, dándole manga ancha a la propuesta conservadora. Parece decirnos que quienes no entran en la mayoría, son quienes quieren destruir la grandeza de una nación. Es el discurso de Trump, de Bolsonaro, de Erdogan.  Viene la pregunta: ¿cómo puede la izquierda recuperar sus valores y ofrecer un proyecto de futuro comprometido con la sociedad?

El libro del profesor Lilla es un diagnóstico acerca del auge de la derecha radical -Trump- y su relación con el liberalismo norteamericano (el progresismo en el resto del mundo). Lilla es un progresista que estudia a los críticos de la izquierda.  Se esfuerza en aprender de sus adversarios, que nos va a contar la historia de cómo el progresismo abdicó de tiempo atrás en su tarea de imaginar una idea colectiva atrayente. Es, también, una propuesta política que postula la revaluación del ciudadano en contra de los movimientos de la identidad.

Ojo: no se trata de no luchar por quienes han sido discriminados e injustamente tratados en la sociedad. Lilla reconoce allí un sincero deseo de proteger a los más vulnerables, pero el que, sin embargo, ha segmentado al electorado, promovido el ensimismamiento en vez de la solidaridad, e invertido sus energías en movimientos sociales en vez de en los partidos políticos. Un breve ejemplo: Kennedy lanzó la famosa pregunta “no pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tú país”; ahora, se pasó al reclamo ¿qué me debe mi país en virtud de mi identidad?  

Así, Lilla considera que, ha alimentado un interés obsesivo por la introspección, la autonomía individual, la autodefinición, los derechos individuales y  la  crítica  de  los  procedimientos y las instituciones democráticas. Para que el progresismo pueda, no sólo vencer en las urnas, sino volver a ofrecer una idea de futuro común, tiene que imaginar algo que sustituya a la política identitaria. Lilla propone la noción de ciudadanía. Resulta fácil entenderlo. Ya no existe el nosotros, existe el otro, aquel que no es como yo. Es fácil, desde ahí, entender que el otro da miedo y que es necesario protegerse de él. 

Desde los tiempos de Reagan y Thatcher, el debate político central sigue dominado por las ideas conservadoras: un papel reducido del Estado, impuestos bajos e individualismo a ultranza. Enfrente, los progresistas no han sido capaces de construir un discurso alternativo, perdidos en la selva de las identidades.

La recuperación de una idea y un proyecto colectivos es por donde debe empezar el regreso progresista. Para ello, propone recuperar lo cívico, eso  que  apela,  más  allá  de  las  identidades   particulares y sin negar la relevancia de estas, a la condición compartida de ciudadanas y  ciudadanos, a la ciudadanía política como estatus inclusivo que nos habla de una solidaridad que trasciende los vínculos identitarios. Parece fácil, pero en realidad lograr las cosas fáciles es lo más complejo del mundo.

 

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