SE COMENTA SOLO CON…
CARLOS RAMOS PADILLA
Una vez más AMLO no ha entendido ni su responsabilidad legal ni que ya no es activista reventador de carreteras. Así como reconoció que él dio la orden para liberar a Ovidio Guzmán, ahora intenta convencer por qué no acude al auxilio de los damnificados por OTIS en Acapulco. Señaló desde su homilía tempranera: “Acerca que por qué voy a la Base Naval (es porque) ahí tenemos el centro de coordinación y mando y voy a trabajar y para qué voy a ir a exponerme a una colonia si están molestos, molestos, molestos los conservadores corruptos y pueden prepararme una emboscada para ofenderme y que se convierte en una gran noticia nacional”.
Ya antes había declinado ir al Senado porque dijo no quería que se ofendiera a la investidura presidencial. A ver, a ver, ¿qué no fue él quien en pleno ejercicio constitucional le señaló al presidente Fox “ya cállate chachalaca”? Tuvo pavor de presentarse a la Cámara Alta porque de siempre no está acostumbrado a responder a preguntas inteligentes sobre temas vitales. Les llama “provocadores” cuando no encuentra motivo para usar su acostumbrado tono bravucón de barriada. Ahora abandona a las víctimas guerrerenses porque teme una “emboscada”. Pues que él no hizo eso durante años, claro evitaba decir que eran plantones o bloqueos, les llamaba “cercos”. AMLO sabía que tendría que estar tras las rejas por atentar contra la infraestructura petrolera y por obstruir carreteras de manera ilegal, más en zona federal. Pero al cierre de sexenio se siente incómodo porque parte de la sociedad está molesta con su gestión y porque observa cómo una presidenta municipal de Acapulco como Abelina López fracasa en su administración o la otra en Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, que pacta con narcos, destrozan la imagen de la 4aT y su mesías. La corrupción y la violencia en ambos municipios están provocando un visible rechazo a Morena. Pero AMLO continúa equivocándose, el término emboscada obedece a esquemas militares pero peor aún, cuando activista y candidato podía o no dirigirse solamente a un sector en específico pero siendo presidente tiene la obligación legal y moral de atender a todos. Ningún otro mandatario en la etapa contemporánea ha rehuido a exponerse en las zonas de desastre, es más, aprendieron a escuchar para ofrecer mejores soluciones. Que revise el comportamiento de Ernesto Zedillo justo en Acapulco al paso del huracán Paulina o de Salinas de Gortari en la explosión del sector Reforma en Guadalajara o su presencia en un templo luego del asesinato del Cardenal Posadas Ocampo, casualmente también en Jalisco. AMLO se siente holgado frente a multitudes que lo vitorean a cambio de recibir programas sociales pero no soporta una entrevista periodística sería (“soy dueño de mi silencio”), un debate político (fuimos testigos como abandonaba el estrado en las confrontaciones para las elecciones presidenciales), un interrogatorio en sí mismo cuadrilátero mañanero (“yo tengo otra información, otros datos”),
Y no responde ante pruebas directas en contra de él o su familia porque es un ejercicio de “calumniadores y corruptos”. No dialogar con los damnificados y con los pobres de Guerrero es una infamia. Salir de un buque de guerra, en un jeep para treparse a un helicóptero a menos de 100 metros es un ridículo espectáculo. Fingir que no llega porque se transporte se atascó en el fango es una escenografía barata como la que usó en el AIFA al interior de un tren que no existe. AMLO no únicamente radicaliza y divide en su tribuna de madrugadores sino que se permite una selección de a quién o a quiénes se le antoja atender, ya vimos cómo dejó fuera de Palacio al gobernador Silvano Aureoles o la senadora Xóchitl Gálvez. Ya lo reconoció en una ocasión, “los pobres sirven como estrategia política”…pero no cuando están enojados. Se le acaba el tiempo, sabe que no cumplió en su administración, sabe que será él y su familia perseguidos por la justicia, pero no acaba de asimilar que es con todos, presidente.
