En un país agrietado es coherente que muchos asuntos no se discutan. ¿Para qué? Si somos una jauría convencida de que todos los buenos están de un lado (el de uno) y todos los malos del otro. Tal vez la muestra más elocuente del asunto se explica en clave electoral. Traducido en tono futbolero, la política argentina no se ha permitido un River-Boca: son casi dos décadas de simplificación entre kirchnerismo y antikirchnerismo con la singularidad de que Cristina y Macri jamás se animaron a un mano a mano en las urnas. ¿A quién se le ocurre semejante audacia? Por ejemplo, a Brasil con Lula v. Bolsonaro. O a los Estados Unidos, con un Biden v. Trump que amenaza con partido de ida y vuelta. En casa, los presuntos líderes de los malones ni siquiera ante la maravillosa sensación de ganarle al clásico rival se animan a correr el imperdonable riesgo de perder el uno contra el otro.
No es casual, entonces, que avalemos o cancelemos lo poco y nada que se involucra al deporte tanto en el paquete de leyes comoen el meneado DNU sin permitirnos discutir al respecto.
Disculpen la obviedad, pero ¿tenemos en claro para qué sirve discutir? Discutir es infinitamente más que insultar, humillar y cancelar a alguien en redes sociales por la simple razón de que difiere con lo que creemos debería pensar. Discutir es, especialmente, abrir nuestra cabeza; aceptar, aunque sea en silencio y a regañadientes, que el argumento del otro enriquece y hasta fortalece el mio. Estoy convencido de que incorporar lo bueno que explica el de enfrente puede servir para potenciar mi idea.
Antes de entreverarme en lo que nuestros dirigentes creen que merece ser contemplado institucionalmente respecto del deporte, permítanme una digresión. Otra obviedad. Este es un año olímpico. Y un montón de deportistas argentinos necesitan certezas y recursos sea para prepararse para París, sea para intentar clasificarse. Por estos días surgió una muestra patética del destrato al que se los somete. Hace tiempo se destaca lo importante que son los procesos de entrenamiento en Cachi, Salta. Asuntos de oxigenarse a más de 2000 metros de altura. La carpeta de la pista fue removida bajo la promesa de una remodelación que está lejos de cumplirse. Tampoco podían usar la pista del Cenard. Hay publicaciones en portales y redes sociales donde se visibiliza de los deportistas solicitando ayuda privada y tomando ellos mismos las herramientas –un par de ellos trabajan regularmente como albañiles- para dibujar una pista de tierra en el contorno de la canchita de fútbol de Luján -pueblo vecino a Cachi- gracias a la gentileza del presidente del club. Solo una muestra. Hay cientas.
Pero la dirigencia política solo se detiene en la reventa de entradas, que no remite exclusivamente a espectáculos deportivos, y en el tema de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Solo para empezar, esto no es discutir deporte sino gastar energías en temas que remiten exclusivamente al fútbol profesional. De todos modos, no deja de ser valioso que se debatan estos asuntos. Que se debatan para que todos podamos poner muchos puntos de vista sobre la mesa. No que la cuestión se haga onda escribanía.
Sería muy interesante una discusión al respecto, porque sumariamos un montón de elementos a favor y en contra de las propuestas lo que le daría verdadera legitimidad a la decisión; inclusive si fuese por la negativa. Otra vez: discutir, no cancelar.
Tema reventa. Más allá de lo que se pueda argumentar respecto de lógicas de mercado y demás, es algo que sucede de hecho y desde hace un montón de tiempo. Es decir, se estaría blanqueando algo que ya sucede. Con experiencias positivas como la de algunos sitios de intermediación que, por ejemplo, no debitan el pago hasta que el comprador no confirma haber recibido el ticket y que este le haya permitido presenciar el espectáculo. Y experiencias negativas, como la de la vergonzosa admisión que hace gran parte de la dirigencia del fútbol respecto de las miles de entradas de que disponen cada fecha los barras bravas en lo que es la más obvia y hasta legitimada fuente de multimillonarios recursos de que disponen.
Entonces, ¿con qué derecho me vas a contar las costillas si revendo entradas para un espectáculo al que finalmente no podré asistir si el poder considera lógico regalarle talonarios enteros al fenómeno que más daño le provoca a nuestro fútbol-espectáculo? Volvamos al principio: es algo que hace décadas está pasando.
Algo similar sucede con el tema de las SAD. Que, para empezar, es básicamente estimular que alguien compre un equipo de fútbol.
De alguna manera, es algo que no solo ha tenido experiencias francamente desafortunadas en nuestro medio (Racing, Ferro, Quilmes entre otros) sino que, desde que Julio Grondona desdobló el derecho de “posesión” del futbolista entre el federativo (la ficha) y el económico (lo que vale el pase), cuesta encontrar jugadores que sean exclusivo patrimonio del equipo para el que juegan. Históricamente, sólo podían actuar aquellos que fuesen integralmente parte del activo de la entidad. Lo que se hizo, además de legitimar muchísimos negocios que benefician no solo a inversores privados sino a políticos, dirigentes deportivos, sindicalistas, gente de medios y, obviamente, barras bravas, fue blanquear algo que ya pasaba de hecho.
Este es uno de los motivos por los que estaría bueno que se discutiera seriamente el asunto. Por lo pronto, no pocos de los que se llenan la boca reclamando “el club para los socios” (algo a lo que adhiero profundamente) se aprovechan del pregón para mantener viva su propia participación en el negocio de compra-venta de futbolistas. Es decir, hay elementos interesantes para blanquear algo que ya sucede. Pero hay unos cuantos más que obligan a preguntarnos, conocidos los derechos que le asisten al privatizador, cuáles serán sus obligaciones.
Cuando se compara lo que se pretende instalar en la Argentina con lo que sucede en otros países, por ejemplo Inglaterra, por ejemplo España, se prescinde de un elemento fundamental. El fenómeno de los clubes argentinos -grandes, chicos, de pueblo, de barrio- como herramienta de múltiples beneficios sociales –inclusive económicos- es difícil de comparar en el resto del planeta.
Se habla de posibles inversiones de los dueños del Chelsea. Pongamos que también de los del Manchester City. O del United. Hermoso. Busquen algo que vincule a alguno de esos equipos con cualquier otro deporte que no sea fútbol profesional femenino o masculino o juvenil. Al revés. Elijan el equipo de fútbol argentino que más les guste. Cuéntenme cuántos tienen al fútbol como única actividad. En tal caso, ¿qué se privatiza? ¿esos inversores, qataríes, árabes o chinos se harán cargo de las decenas de otras actividades? Volvamos a River y a Boca. ¿Venden el equipo de fútbol y se van a otro predio? ¿O tendremos un nuevo dueño del Monumental y que las decenas de actividades, desde hockey sobre césped hasta patinaje artístico, se busquen otro destino? ¿Con qué derecho prejuzgaríamos que a los socios solo les importa el equipo de fútbol? ¿Cuál seria mi cuotaparte de socio en la venta del equipo?
Así podemos seguir todo el dia acumulando pros y, sobre todo, contras. Un montón de preguntas que no tienen respuesta simplemente porque no hay mucho interés en formularlas. A propósito, como la del divorcio, una eventual ley de SAD no obligaría a nadie a vender nada. Y difícilmente hoy ganaría el SÍ en una asamblea de socios. Dicho de otro modo, nadie te obligaría a vender tu equipo así como nadie te obliga a divorciarte.
Algo más. A favor de quienes hablan de tercerizar actividades. Hay un montón de clubes –muchos de primera línea a nivel social- que hace rato tienen varias de sus actividades tercerizadas. Recreativas, como canchas de tenis, hasta de Alto Rendimiento, como hockey sobre césped o voleibol. Es decir, una vez más, estamos hablando de cosas que están pasando de hecho.
Tan amplio debería ser el debate que esto que se plantea en estas líneas es apenas una referencia superficial para la discusión; una muestra gratis para entender que hay pros y contras que merecen ser puestos arriba de la mesa.
Finalmente, sospecho que esta columna ha sido un aporte más a la confusión general y que les ha robado inútilmente el tiempo y, espero, la atención.
El solo hecho de que el área política de Deportes, reducida al rango de subsecretaría, y que comparta ámbito con Turismo y Medio Ambiente me permite ser sumamente escéptico con la posibilidad de que algo de todo esto se trate seriamente. Ni la reventa, ni las SAD, muchísimo menos el destino de nuestra delegación olímpica o de nuestro deporte formativo.
Deportes. Turismo. Medio Ambiente. Peque Pareto, las Termas de Rio Hondo y Greenpeace todo junto.
Maravillosa brochette de lomo, galleta de arroz y dulce de batata.
(Agencias)