Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Desconocer que está permitido el gobierno de coalición, es un enorme despropósito más cuando se aplica el descalificativo de “es un descaro” admitir el reparto de posiciones.
A cambio, pedir que el periodista Carlos Loret de Mola informar cuánto gana y no tocar el tema de su hijo Gonzalo “Boby” de quien el comunicador desveló su actos de corrupción, es cinismo.
Llamar descaro el acuerdo entre el PRI y el PAN para el reparto de posiciones, tiene un solo propósito: desacreditar la legalidad. Bien hizo Marko Cortés en responder en su cuenta X que los acuerdos políticos deben transparentarse, no esconderse y menos negar su existencia. ¿Cuántos espacios concede el huésped temporal de Palacio Nacional a sus aliados?
Les da lo que quiere aunque gracias a los aliados haya obtenido 10 millones de votos durante la elección presidencial. Pero les otorga posiciones y oculta que él y nadie más que él es quien decide qué cargo de representación proporcional recibirá el inscrito en el Bienestar Político.
Por supuesto, es el que palomea las listas de los pluris y de los que saldrán a hacer campaña para rescatarlo de la pobreza legislativa generada por la falta de mayoría calificada. Si alguien hace valer el poder aunque haya entregado el bastón de no mando, es el señor López.
Hace unos días comentó a este escribidor un influyente en el seno de los organizadores de eventos para la corcholata favorita, que el futuro de la carrera política de cualquier representante popular –léase diputado- o del pacto federal –léase senador- está en manos del tabasqueño. Algunos que suponían tener la oportunidad de reelegirse, ya fueron descalificados. Y otros que apenas se afiliaron al movimiento, recibirán premios y no de consolación.
Si bien el acuerdo publicado por Cortés en el que se revela que de ganar Manolo Jiménez la gubernatura de Coahuila habría espacios para los panistas y hasta notarías no fue políticamente correcto –la ropa sucia se lava en casa, decían las abuelas- sí abrió un camino que deberían seguir los otros partidos cuando formalicen alianzas o coaliciones.
¿Error? Sí, de tiempo y forma. La revelación significó dotar de nuevo parque al iluminado que siente cómo las llamas del infierno comienzan a calentarlo y teme perder la elección, quizá no la presidencial, pero sí la legislativa.
Por ello omite hablar de su hijo –que ya es mayor de edad y debe saber defenderse solo y no que su padre oculte las “pequeñas travesuras”- y le da vuelta a la tortilla con una narrativa que nada tiene que ver como el reportaje del periodista.
¡Qué le importa cuánto gana el periodista!
No recibe dinero público ni utiliza medios del Estado. Si quienes lo contratan deciden pagarle elevados salarios, es cosa de los empresarios. Y, probablemente porque el señor López nunca pudo ser periodista –ni lo será jamás- envidia que la gente respete a Loret como también lo hace con Joaquín López-Dóriga, Pepe Cárdenas y Ciro Gómez Leyva entre una docena de comunicadores que ganan más que salario mínimo y sus remuneraciones se deben a las audiencias y calidad de sus trabajos.
En cambio, calla sobre los negocios de su hijo Boby.
Qué es más trascendente: ¿el descaro o el cinismo?
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