¿Por qué se mueren los buenos?…

Punto de Vista

 

Por Jesús Michel Narváez

 

En muchas ocasiones me he preguntado: ¿por qué se mueren los buenos?

Es momento en el que no encuentro la respuesta a no ser las consabidas: por la edad, por la enfermedad.

Mi pregunta es válida cuando me entero del fallecimiento de Sergio García Ramírez, doctor en derecho, profesor emérito de la UNAM, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas. No solo fue académico. También político. Y crítico.

Su visión de la readaptación social de jóvenes lo llevó a instaurar la primera cárcel sin rejas allá a finales de la década de los sesenta. Se especializó en derecho penal. Abundó en conocimientos para ser reconocido como uno de los principales constitucionalistas del país. Su mundo académico lo llevó a escribir más de 50 libros y artículos periodísticos recientemente en El Universal.

Hizo carrera política. Y llegó a ser precandidato presidencial con serias posibilidades. Le ganó la amistad entre Luis Echeverría y José López Portillo. Sin embargo, pasó por cargos impensados para un académico: Juez del Tribunal para Menores del Estado de México; director del penal de Lecumberri “Palacio Negro”; procurador de Justicia del Distrito Federal (1970 – 1972); subsecretario de la Industria Paraestatal (Sepafin) (1978- 1981); secretario del Trabajo en el gobierno de José López Portillo; procurador general de la república en el de Miguel de la Madrid; y secretario general del PRI. También fue elegido como consejero ciudadano del IFE y quizá el mayor reconocimiento internacional haya sido la presidencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Durante su trayectoria académica, como profesor, miles de alumnos aprendieron derecho y conservaron siempre admiración por el maestro. En lo político, siempre recto, intachable.

García Ramírez enseñó a muchos que pasaron por ser litigantes y políticos brillantes. Larga lista para enumerarlos.

Como periodista lo conocí a principios de los setenta. Trabé amistad personal. Mucho la aprendí de las charlas sostenidas. Siempre caballero. Siempre educado. Vaya, ni cuando fue procurador general de la República le escuché una mentada de madre. Y tenía elementos para pronunciar el recordatorio.

Afable y, por lo menos conmigo, dispuesto a conceder entrevistas cuando lo solicitaba. Incluso, para ABC-Radio, en donde lo tuve de invitado. Claridoso, culto y jamás denostó a los “adversarios”, por una sencilla razón: no los tenía. Seleccionaba a sus amigos y los conservaba. No necesitaba años para conocer a la gente. Tenía el don de percibir quién podría ingresar a la fila de sus amistades. Y con quienes quedaban fuera de ella, recibían, sin embargo, la atención solicitada.

Su sapiencia cruzó fronteras. Sus libros fueron traducidos al inglés, francés e italiano.

Con él realice dos viajes que quedaron grabados en mi memoria: uno a parral, Chihuahua, para rescatar los restos de Pancho Villa y trasladarlos al Monumento a la Revolución. Un viaje en el que otra que sería figura nacional, el general Félix Galván López, en ese entonces jefe de la zona militar de la entidad y quien fuera secretario de la Defensa Nacional durante el mandato del presidente López Portillo.

El otro: el viaje al penal de en las Islas Marías. Durante el gobierno de Echeverría y recién ingresado a El Sol de México como reportero, solicité el permiso para ir a la Isla María Madre. Las historias que se contaban de ella, las conocidas “cuerdas” para trasladar a los sentenciados considerados de alto peligro, la presencia de personajes narrados por José Revueltas en su novela Muros de Agua, las películas de Pedro infante sobre la materia y muchas otras referencias, me movían para realizar un reportaje.

Lo solicité a Enrique Mendoza, jefe de prensa de Mario Moya Palencia en la Secretaría de Gobernación; se lo pedí a García Ramírez… y llegué hasta Moya y nadie me autorizó la visita.

En la primera legislatura del gobierno de López Portillo, el presidente de la Cámara de Diputados y a quien conocí poco antes de ser el autor del destape de Echeverría, Tenía una relación profesional con él. No era mi amigo y ahora lo es. Me enteré que una comisión de diputados iría al penal de las Islas María. Ante la negativa de Gobernación, le pedí me enviará como personal de la oficina de comunicación a cambio de enviarle la información de los legisladores. Esperé horas antes de obtener el visto bueno.

A la mañana siguiente me presenté en el antiguo hangar de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. De ahí saldría el avión para La Isla María Madre. Sergio García Ramírez encabezaba el viaje. Al notar mi presencia me comentó: Jesús no hay invitación para periodistas. Le respondí: vengo de parte del equipo de comunicación de la Cámara y voy a cubrir la presencia de los diputados.

Me subí al avión.

La historia del reportaje, es harina de otro costal.

Pasaron los años y mi relación profesional y de amistad con el doctor García Ramírez se fortaleció.

Su muerte me impactó y mucho.

Por eso pregunto: ¿por qué se mueren los buenos?

A su familia, mí sentido pésame.

Y a don Sergio solamente le escribo: ¡hasta siempre!

E-mail: jesusmichelmp@hotmail.com, Facebook Jesus Michel, X @misionpolitica y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por Radio Cañón en el 760 de amplitud modulada

 

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