Sin contrapesos la democracia podría ser democrática

Otra modesta propuesta

Por: Carlos Bortoni

@_bortoni

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Y hay hombres que suben videos semanales, como Ricardo Anaya —también conocido como Ricky Riquín Canallín— y los héroes rancios de la opositora oposición, ellos son más que muy buenos, más que más mejores, más que muy muy buenos, más que imprescindibles, son mucho muy muy muy imprescindibles, algo así como súper impresindibilisimos. No se cansan de permanecer en su cómoda zona de cómodo confort desde la cual ponen el dedo en los renglones más torcidos de la torcida defensa de los privilegios de unos cuantos y la preservación del poder y la toma de decisiones en manos de la minoría, que es quien deben ser y la única que debe controlar los privilegios, el poder y la toma de decisiones ¿Qué es eso de querer democráticamente democratizar la toma de decisiones y entregar esa democrática responsabilidad a la masiva masa que por definición debe permanecer sojuzgada, oprimida y hambrienta?

La defensa que quienes no compran la falacia de que la democracia debe depositar el poder y la toma de decisiones en el pueblo, lanzan en contra de la eliminación de los organismos autónomos como el INAI, el IFT, la Cofece y la CRE, no sólo es heroica por su propia heroicidad, sino que se vuelve urgentemente necesaria ante el avance de procesos y reformas que no han hecho más que empoderar a quienes nunca jamás deberían ser empoderados. Desaparecer los organismos autónomos y ponerlos en manos de gobiernos y representantes democrática, mayoritaria y legítimamente electos, es un peligro que elimina los contrapesos justamente establecidos para evitar que la masificada masa —a la que eufemísticamente este gobierno, híper mega archirequeterecontra autoritario, se refiere románticamente como pueblo— ignore las necesidades de una minoría acostumbrada, por derecho divino, a controlar el derrotero de la nación y beneficiarse de los recursos, políticas y negocios que se pueden hacer con eso que algunos llaman Estado y que no es otra cosa que una mina de oro para que la clase privilegiada preserve sus privilegios y un estilo de vida ajeno al resto de la población.

¿Por qué no desaparecer la CNDH? Como iluminadamente de pregunta Anaya ¿Por qué preservar una comisión que se dedica a la defensa de los derechos humanos cuando los únicos humanos que tiene derecho son esa minoría privilegiada que jamás se verá afectada por los excesos de la autoridad porque la autoridad debe estar siempre a sus pies, a su servicio y bajo sus órdenes? No hay necesidad de ahorro en organismos que se dedican a garantizar que todo se mantenga como está y nada se modifique en beneficio de las mayorías. En todo caso se podría ahorrar eliminando becas y programas sociales que solo sirven para que la gente sobreviva dignamente ¿Eso qué? Se podría ahorrar en la inversión en obra pública que solo busca contribuir al desarrollo de regiones históricamente marginadas, ¡si ya están acostumbradas a la marginación, ¿para qué malcriarlos con un desarrollo que no merecen?! Cada uno de estos organismos cumple —como señala con una mediocridad brillante Ricky Riquín, desde el rincón del mundo en el que se encuentre escondido— una función primordial para el funcionamiento y adecuado equilibrio de las atribuciones del Estado mexicano, su eliminación afectaría gravemente los derechos de la población que se beneficia de su existencia —unos cuantos— y malacostumbraría a la mayoría de la población que lejos de obtener beneficio alguno, ve condenado al ostracismo el derecho a transformar su realidad influyendo en esa extraña cosa pública que se llama Estado.

Entrados en gastos: El próximo año tenemos la histórica oportunidad y obligación de darle un giro a esta política destructiva de privilegios, recuperar el camino de la administración de la mayoría para beneficio de la minoría y ponerle un alto a esta política que busca evidenciar la mentira con la que unos cuantos han mantenido bajo control al resto de la población. Necesitamos volver a unirnos, como súbditos, bajo las órdenes de quienes tiene el mandato divino de conducir nuestros destinos y volver a creer en el país donde la libertad es para unos cuantos, fuerte para reprimir a la mayoría y en el que los menos prosperan, que podemos y debemos ser. Nada es mejor para México que el infinito crecimiento de la riqueza de quienes saben lo que es vivir con lujos y el —también— infinito crecimiento de la miseria de quienes saben sobrevivir con nada en los bolsillos y el estómago.

*Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

 

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