Pánico

Yo Campesino
Los de “antes” fomentaron miedo al ganso y éste siembra terror e incertidumbre

Miguel A. Rocha Valencia
Hoy los miedos no sólo son a los políticos sino también al crimen, enfermedades, carencias, inflación y, en suma, incertidumbre ante lo que viene, incluyendo una elección que para muchos será de “Estado”, manipulada y si es posible secuestrada desde el poder.
Y es que ni los de “antes” visualizaron el desastre en que caería el país por los sueños de ¿grandeza? De un ganso que manda por poder no por saber ni menos por el bien del país, sino por su propia causa que según parece quisiera eternizar aprovechando la mezquindad de los opositores quienes al igual que él, sólo buscan su beneficio personal.
El caso es que el miedo en México, que en algunos lugares alcanza nivel superlativo y llega al pánico, ya se volvió parte de la vida cotidiana de la sociedad, no importa si es rural o urbana ya que merced a la inseguridad, millones de seres cambiamos hábitos incluso aquéllos acostumbrados a la vida nocturna a la cual renunciaron para no jugarse la vida.
Bien dicen que “el borracho no traga lumbre”. Es más, hasta las reuniones familiares se acortaron o disminuyeron a causa del temor sobre todo de las visitas para no andar muy de noche en las calles y se les recomienda reportarse al llegar a casa para saber que están bien.
En lo personal, si el actual clima hubiese privado en mis años de “fiesta” tal vez no estaría aquí o de plano me habría retirado muchos antes al cobijo de la seguridad hogareña.
El problema es que hoy ni el hogar es seguro a pesar de que se le pingan dos o tres seguros a las puertas, se construyan bardas más altas y hasta se coloquen barricadas con alambres de púas o navajas. Quienes tienen ventanas exteriores las tapiaron o las reforzaron con protecciones de fierro y de plano no abren cortinas para que no se vean las actividades u objetos del interior.
Aun con la existencia de alarmas conectadas a una central de emergencia policíaca, los delincuentes ya no se miden, a las fiestas se meten por la fuerza, balacean, lastiman, matan en el peor de los casos y en el menor, roban, violan o secuestran. Esos delitos hoy son más y con mayor agresividad.
Antes los rateros buscaban no ser notados, eran finos; hoy, por el contrario, descontón, golpes en la cabeza con pistola o “fierro” para disminuir a la víctima y no les importa si matan o si los ven cobijados por la su mejor aliada que es la impunidad del 97 por ciento.
Las víctimas prefieren no reconocer a sus victimarios, trátese del delito que sea incluyendo la violación o cualquier delito patrimonial. O en el caso de agresiones mayores como la de Salvatierra, Guanajuato, los jóvenes que la libraron, seguramente perderán la memoria.
En el fondo, la violencia se vuelve cómplice de quien, a pesar de tener la responsabilidad de velar por la seguridad de los gobernados, no lo hace y utiliza el miedo para sus fines político-electorales, como creo le sucedió a Ricardo Monreal en Zacatecas o lo que sucede en Guanajuato con el panista que no se dobla.
En el primer caso el senador dijo al tlatoani que prefería no ser nada y salvo el asesinato del lunes, se acabaron las masacres casi igual que en Jalisco donde Alfaro ya ni figura, pero no así en el Bajío donde el tlatoani acusa abuso de drogas y lucha entre bandas que con la Guardia Nacional o el Ejército deberían combatirse como lo hacen Michoacán.
Y es que mejor caldo de cultivo contra una autoridad es echarle encima a la población, propiciar la violencia, el miedo y cobrar la factura en día de las elecciones.
De esa manera quien debía cuidar por la paz, voltea la cara y se hace cómplice de la violencia asesina con fines políticos, sin importar que por su no hacer, mueran inocentes, no importa cuantos, que caigan los necesarios.
Peor si desde la misma autoridad federal se coloca la producción, tráfico y consumo de drogas como factor detonante de violencia y asesinatos pues se trata de otra tarea que se incumple por políticas como la de abrazos y no balazos o mostrar su “respeto” a los “señores” que envenenan y asesinan.
Miedo es lo que infunde la administración de la chachalaca macuspanense, ese es su mejor aliado pues es el antídoto contra la inconformidad, pero que no se confíe pues el pueblo se cansa de tanta pinche transa. Y que conste no habla de las de sus hermanos, hijos, parentela en general sino la de los morenos que encontraron en la corrupción y la impunidad de este gobierno, el modo de llenarse los bolsillos por generaciones.

Frente a eso, la alternativa real es ir a votar, aunque se diga que la esperanza en un cambio real está perdida. Yo no lo creo, pero para eso necesitamos a una oposición que cumpla que al menos antes de repartirse un botín inexistente, pelee por él. De otra forma estará difícil por lo menos rescatar para la democracia la mayoría calificada en el congreso federal.

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