*¿Una Traición al Postulado de Madero?
Reaparece el Porfirismo
*Los Legisladores no se Profesionalizan
y no Harán Mejores Leyes
*De la Apertura a la Aplicación del Nuevo
Cerrojo; Estarán los Mismos
EZEQUIEL GAYTÁN
La idea de movilidad social significa que la calidad de vida de una generación es superior a la anterior y así sucesivamente. El propósito es que alcance para todos y que todos vivamos con satisfactores anímicos y materiales. Que la justicia sea pronta y expedita, que la seguridad pública sea una realidad y que los bienes y servicios socialmente necesarios estén al alcance cualquier mexicano.
Una de las razones por las cuales estalló la Revolución Mexicana fue el cerrojo de oportunidades y la forma mediante la cual se esclerotizó la sociedad. Quien nacía zapatero se quedaba zapatero, lo mismo ocurría con los herreros y el resto de los oficios. Del campesinado ni hablar, sería explotado por el resto de su vida. Sólo la aristocracia porfirista gozaba del progreso porfirista y, en efecto, algunos comerciantes y profesionistas empezaban a configurar una incipiente clase media. Las clases o estamentos sociales eran impermeables y la movilidad social era nula. Las demandas y necesidades sociales eran poco y mal atendidas por la dictadura porfirista. De ahí que los gobiernos de la revolución, mal que bien, comprendieron que una de las reglas de oro del nuevo sistema político era la movilidad social, incluido, por supuesto, el del capítulo de la política. Por eso la configuración del Partido Nacional Revolucionario y sus otros nombres. No voy a denostar o hacer una apología de dicha organización. Basta con señalar que el principio de la no reelección en los poderes Legislativo y Ejecutivo fueron claramente entendido y ejecutado. Quien quisiera participar en política lo podía hacer dentro del partido oficial con sus reglas escritas y no escritas. Era una fórmula relativamente sencilla, pues los títulos universitarios no eran necesariamente requisito, tampoco el origen y mucho menos la entidad federativa. Bastaba con sumarse a algún equipo político, de preferencia en la Administración Pública Federal y demostrar capacidad, tenacidad y es innegable, cierta actitud de mansedumbre.
La no reelección permitía la renovación de cuadros que se formaban en el poder ejecutivo con lo cual se evitaban improvisaciones a la hora de conformar el gabinete (básicamente secretarios y subsecretarios), pero eso impedía la formalización del servicio civil de carrera. Por lo que respecta al poder legislativo se lograba que diputados y senadores entablaran redes de vinculación políticas con sus las fuerzas vivas en la ciudad de México y en sus respectivos estados. Con lo cual articulaban una clase política que reclutaba aspirantes a participar en política. Eso permitía la movilidad de cuadros políticos, aunque todos fuesen del mismo partido.
La no reelección no era el único arco de inflexión del sistema político mexicano, pero sí de los más importantes. Cabe mencionar que entre otras reglas no escritas de ese sistema eran la de no deshacerse de los enemigos políticos eliminándolos, lealtad al presidente en turno, disciplinarse cuando el presidente a través del partido decía en nombre del ungido estatal y federal. El fin era que no se cerraran los grupos políticos, que se mantuvieran abiertas las puertas del Partido y, sobre todo, evitar la creación de élites del poder.
El modelo se agotó y para fortuna del país incursionaron nuevos partidos políticos competitivos y el pluripartidismo enriqueció la movilidad social. Muchos jóvenes, sobre todo mujeres, se sumaron abiertamente a las nuevas organizaciones partidistas y muchos otros engrosaron las organizaciones de la sociedad civil, la formación de cuadros, mal que bien, era una realidad y era una válvula que permitía despresurizar la crisis económica. Además, el hecho de que el mosaico de la geografía política del país era policromático, enriqueció la movilidad social en las entidades de la República. Ya era posible hacer carrera política predominantemente fuera de la capital.
Pero los diputados y senadores de la república en el 2013 propusieron una reforma política retrograda y a todas luces con falta de visión política e histórica, esos supuestos representantes populares negociaron, en el contexto de las reformas estructurales del presidente Peña, pensando en su provecho personal y de partido y olvidaron la realidad nacional, la importancia de la movilidad social y una de las razones básicas que dio origen a la lucha armada de 1910.
Ahora leemos que poco más del 90 por ciento de diputados y senadores de todos los partidos políticos buscarán la reelección. Leí la noticia con coraje e indignación. Ellos argumentan acerca de la importancia de la profesionalización, pero esas son mentiras, son una bola de oportunistas, reaccionarios y dudo mucho que su capacidad de aprendizaje fructifique en más y mejores leyes, así como del nivel de debate. Ahora en México se consolidarán las élites políticas con todas las consecuencias políticas que eso significará, entre ellas el asesinato de la movilidad político-social.