Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Promoción que denota inseguridad o la seguridad de que hará todo lo que esté a su alcance y más allá para ganar. No le importa, como nunca lo ha hecho, violar la ley y mostrarse como lo que pretende ser: dueño de conciencias y propietario del país aunque no cuente con las escrituras que lo avale.
Examine la soberbia de quien cobra como representante del Estado Mexicano:
“Quien me va a sustituir es mejor que yo”.
Sin duda, en el 2024 hay elecciones limpias, no de Estado; voto libre, secreto y universal la llegada de Xóchitl Gálvez como la primera presidenta de México será mejor que él.
Ahora, si se refiere a su corcholata favorita, la duda prevalece.
La soberbia, quizá producto oculto de un nerviosismo que lo atrapó desde el surgimiento de una rival que está llegando a los ciudadanos, lo lleva a suponer que, con o sin trampa, ganará su candidata y él se irá a gobernar desde Palenque.
Para eso sirve la tecnología. Para conectarse desde cualquier parte del mundo mucho más apenas a unos 900 kilómetros de distancia en línea recta.
Su maniqueísmo, arma que ha limpiado, arreglado y hasta perfeccionado, sigue aplicándolo con sapiencia de la mala. Es tramposo y lo será hasta que muera. Su estado de salud no lo permite mirar más allá de 2030.
Por supuesto, si Hugo Chávez hizo de su chofer el heredero de la dictadura, qué le impediría que una mujer que sin duda tiene conocimientos científicos pero carece de personalidad, voz y discurso que levante el interés de los ciudadanos inconformes con el gobierno del huésped temporal de Palacio Nacional, cuyas incongruencias afloran y exhiben que no se preocupa por los pobres, que busca someter a los pensantes clasemedieros y anhela perpetuarse en el poder no para servir a los gobernados sino para tapar toda la porquería que vive en su mandato.
El interés de desaparecer a todos los órganos autónomos constitucionales solamente tiene el fin de impedir que, por ley, deba informar del destino de los recursos públicos durante su gestión. El poder lo perdió y lo llevó a perder de lo que tanto presume: los principios, si alguna vez en su vida los ha tenido.
Claro que quien lo sustituya será mejor.
La incertidumbre se aparece cuando con su tufo autócrata intenta destruir a la República federal democrática para convertirla, con perdón de los que se pongan el chaleco, en una de las bananeras que aún prevalecen en América Central, en África y en Asia.
Obnubilado por los aplausos de las focas, ha sido incapaz de dar la cara a los habitantes de Acapulco: se ha quedado sin habla cuando una periodista de a de veras le ofrece datos duros y lo orilla a cometer el reconocimiento de que medio país vive en la violencia, no solamente casos excepcionales como el de Texcaltitlán.
Con una gobernadora que no gobierna y con fuerzas federales que no actúan en la prevención sino en el momento de “cuidar la escena del crimen”, es imposible que detener la escalada de violencia. Ocurre en todo el país. No hay carretera que no sea ocupada por los malandros. No hay pueblo mágico en el que no tengan propiedades. No hay ciudad en la que no actúen.
Por supuesto que quien lo sustituya será mejor, siempre y cuando no sea su alumna preferida.
Y hay una centena de actos de su gobierno que no resisten el ácido del análisis.
Todo lo hecho es superable… para bien.
A propósito: ¿dónde está el INE que deja pasar la descarada promoción electoral surgida desde las mañaneras?
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