Entre Supremacistas te Veas… Hace 133 Años y en la Actualidad

NIDIA MARIN

Y el refrán popular “el burro hablando de orejas” se aplica al alto mando del país.

Mira quién habla… cabe perfectamente ante los señalamientos de “la Mañanera” palaciega, en la cual, el lunes pasado, el todólogo señaló:  

“Eso que plantean, con todo respeto, los actuales ministros, es como la pregunta de (James) Creelman a Porfirio Díaz que si ya estaba preparado el pueblo para la democracia, y demagógicamente Porfirio respondió que sí, aunque de inmediato en el periódico del porfiriato, llamado, por cierto, El Imparcial, pues se empezó a hablar de que Porfirio era necesario”.

¿Y por estos rumbos actuales no?, preguntamos.

En aquel tiempo, James J. Creelman, enviado por el presidente de Estados Unidos, Teodoro Roosevelt (o por lo menos avalado por él mediante una carta de presentación), en aquella nota periodística publicada por el medio para el que trabajaba -“Pearson’s Magazine”- y también por El Imparcial, escribió lo confesado por don Porfirio, -de lo cual no habló el actual suspirante del Zócalo- respecto a la permanencia en el poder:

Yo recibí el Gobierno de las victoriosas manos de un ejército, en un tiempo en que este pueblo estaba dividido y muy poco preparado para el supremo ejercicio de las prácticas democráticas. Haber dejado sobre las masas la completa responsabilidad del Gobierno, desde un principio, hubiera sido lo mismo que crear tales condiciones que hubieran traído el descrédito de la causa para un gobierno liberal”.

Y enseguida el totalitario escondido asomó el bigote el antes escondido: “Es cierto también que una vez que se me confió el poder supremo, por el ejército, se convocó a elecciones, y refrendado su voto para mí, el poder me fue conferido directamente esta vez, por el pueblo”.

Además… llegó la confesión anticipada:

“He tratado de dejar muchas veces el poder; pero siempre que lo he intentado se me ha hecho desistir de mi propósito, y he permanecido en su ejercicio, creyendo complacer a la Nación que confiaba en mí. El hecho de que el precio de los valores mexicanos descendieran once puntos cuando estuve enfermo en Cuernavaca, tenía tal evidencia para mí, que me persuadió, al fin, a desistir de mi personal inclinación a retirarme a la vida privada”.

La culpa pues la tuvieron los malvados once puntos… Pero, el pez por la boca muere….

“He aguardado durante muchos años pacientemente, a que el pueblo de la República estuviera preparado para elegir y cambiar el personal de su Gobierno, en cada período electoral, sin peligro ni temor de revolución armada y sin riesgo de deprimir el crédito nacional o perjudicar en algo el progreso de la Nación, y hoy presumo que ese tiempo ha llegado ya.

Y el periodista le preguntó:

“- ¿Cree usted exacta, señor Presidente, la aserción de que exista la verdadera democracia, ahí donde no existe la clase media? -.

“El Presidente respondió con su benévola sonrisa y moviendo ligeramente su cabeza.

“-La creo exacta -me dijo-. México tiene hoy una clase media que nunca había tenido antes, y la clase media, es bien sabido que aquí, como en todas partes, forma los elementos activos de la sociedad.

“Los ricos están demasiado preocupados con sus riquezas y con sus dignidades, para ocuparse en algo del bienestar general; los hijos de ellos no procuran con ahínco ni mejorar su instrucción ni formar su carácter.

“Por la otra parte, los individuos de la clase del pueblo son, por desgracia, bastante ignorantes para aspirar al poder.

“En la clase media, que viene en alguna proporción, de la clase pobre y a su vez, con pocos elementos de la rica, se forman los mejores y más saneados elementos que anhelan su propia elevación y mejoramiento; es la clase entregada con ardor al trabajo más activo en todas sus fases, y de ella extrae la democracia a sus propagadores y a sus adeptos. Es la clase media la que interviene en la política y de la que depende el progreso en general”.

¿A quién se parece, más de un siglo después?, dice esta periodista. 

A esta clase media (¿o a los ricos?) pertenece el que critica a los ministros de la Corte y, con ignorancia supina o bárbara y pretendida manipulación del votante trata de obligarlos a que sean electos, aunque los suspirantes por venir tengan 10 por ciento de conocimientos y 90 por ciento de lealtad al que esté en la Silla del Águila, en este caso él o su marioneta-dedazo, la cual vive de “agachona”, palabra definida por el Diccionario de México: “que consiente o tolera lo que no debiera consentir ni tolerar; que agacha la cabeza, guarda silencio, se somete o se resigna”.

¿Alguna semejanza entre el presente y el pasado?

En la nota, el periodista James J. Creelman (conforme al trabajo de Dora Alicia Carmona Dávila, “El periódico “El Imparcial”, publica la entrevista Díaz–Creelman”, dado a conocer por Memoria Política de México) decía sobre aquel autócrata de finales del siglo XIX y principios del siglo XX:

“Díaz, menciona que su larga permanencia en el poder y la insignificancia de los disidentes, implicaba la aceptación tácita de su estilo personal de gobernar. Dice que ha pacificado al país y llevado al progreso; admite que ha gobernado con dureza y reconoce que ha implantado una ‘paz forzada’…”  

Este autócrata o dictador, como se sabe, se reeligió cinco veces consecutivas. Por vez primera llegó a la Presidencia en 1877 y estuvo hasta 1896. Ingresó por cuatro años Manuel González y enseguida Díaz regresó hasta 1910, año en el cual lo obligaron a abordar el Ipiranga rumbo a Europa, para ya no meterse con México nunca más y, por lo tanto, como cantaba Agustín Lara…

“Adiós Nicanor, / sé muy bien que no vas a volver…”

 

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