1972, 1985 y 2023, Anclas de la Sociedad Civil Organizada

*Ejemplos Vivos: Nicaragua que Cayó en la Dictadura de Ortega

*En México y por el Terremoto de 1985 Surgió la Solidaridad

*Acapulco ¿el Cambio que Provocó la Frivolidad Presidencial?…Quizá

*Declarar el fin de la Emergencia, Intención Política: Allanar el Camino Para Claudia

*La Patética Imagen Para “Defender la Investidura Presidencial, Hará Historia

POR EZEQUIEL GAYTÁN

En efecto, 1972, 1985 y 2023 son fechas que al parecer no tienen relación, pero que desde mi punto de vista se les puede encontrar un común denominador. De entrada, son fechas de desastres naturales. El primero fue un sismo ocurrido en Managua, Nicaragua el 23 de diciembre de 1972. El segundo también fue un temblor de tierra acontecido en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985 y finalmente el tercero fue el huracán Otis que azotó la ciudad de Acapulco el 24 de octubre de 2023. Fueron fenómenos terribles que minaron esas ciudades y cimbraron a la sociedad civil. Me detendré, de entrada, en los dos primeros acontecimientos. A partir de esos sucesos las respectivas clases políticas de México y de Nicaragua no pudieron evitar que la sociedad se movilizara con autonomía de gestión y capacidad de organización. Nació la sociedad civil y observó que eran gobiernos con fracturas internas, corruptos, ineficaces, con debilidades estructurales y sin capacidad de respuesta. Por lo que respecta a los nicaragüenses esa fue la señal de apuntalar con mayor intensidad su lucha hasta la caída del dictador Anastasio Somoza Debayle en 1979. Léase, bastaron siete años a partir del sismo para acabar con la dinastía Somoza. Por lo que respecta al caso mexicano, se suscitaron una serie de episodios. El primero ocurrió en 1988, apenas tres años después del temblor con la derrota electoral del candidato Carlos Salinas en la Ciudad de México. El segundo fue el resquebrajamiento del Partido Revolucionario Institucional y la creación del Partido de la Revolución Democrática. El tercero fue que el país dejó de ser monocromático y algunos gobiernos estatales se pintaron de azul y otros de amarillo. Finalmente, en el año 2000 el partido oficial dejó de gobernar. Tal vez si no hubiese temblado en Managua, Nicaragua y en la Ciudad de México no habría pasado nada. Nunca lo sabremos. Pero el hecho es que esos eventos están en los anales de la historia e insisto fueron detonadores del cambio.

De entrada, cabe destacar que lo que comprendemos como sociedad civil es un concepto que deviene de procesos políticos derivados de la transición de Estados
autoritarios hacia democracias de corte liberal debido a que los gobiernos son ineficaces a fin de responder con calidad, cantidad y oportunidad a las demandes
y necesidades sociales, a la influencia de la globalización cultural, a las tecnologías de la información y las comunicaciones, al deseo de participación política independiente de los partidos políticos, a los andamiajes burocráticos de la Administración pública y, por supuesto, al hartazgo social de gobernantes corruptos, cínicos e inescrupulosos. De ahí que el fortalecimiento de los ciudadanos se debe a que apuntalan organizadamente el bien común en el espacio de lo público mediante políticas públicas ajenas a los monopolios del
Estado. Más aún, la sociedad civil organizada logra legitimidad y legalidad al constituirse como asociaciones civiles mejor conocidas como Organizaciones No Gubernamentales. Además de las razones aquí expuestas del surgimiento de la sociedad civil, cabe destacar que su capacidad de protesta y de movilización es debido a su expresión de pluralidad, defensa de la tolerancia y hartazgo de la exclusión social en nombre de una sola ideología.

Por lo anterior ahora planteo la hipótesis de que lo acontecido en Acapulco será el principio del fin de la hegemonía morenista y arribarán novedades políticas en el
paisaje social de México. Las ineficiencias e ineficacias mostradas por los gobiernos federal, estatal y municipal (todos morenistas) en ese hermoso puerto emblemático son de pena ajena y de indignación. El manejo de la comunicación desde el Palacio Nacional ha sido errático y contradictorio por lo que las mofas y burlas hacia al presidente López Obrador, además de ingeniosas, lo retratan como un insignificante desdichado atorado en el fango. Por si fuera poco, el discurso presidencial de que no acude a Acapulco porque le mentaron la madre sólo refleja su baja autoestima e inseguridad. Pero el problema va más allá de esa patética imagen. El punto es que el presidente quiso monopolizar mediante las fuerzas armadas la asistencia a la población damnificada y quiso marginar a la sociedad civil organizada. Mintió respecto a la electrificación de la bahía y su supuesto presupuesto de ayuda de 61 mil millones de pesos. El recurso es de cerca de 40 mil millones los restantes 21 mil serán el subsidio federal al no cobrar impuestos y tarifas hasta enero del próximo año. Es cierto, el gobierno de la Republica no recibirá de las cadenas hoteleras y de la población ingresos a las arcas nacionales. Pero esa forma de actuar es, además de mezquina, perversa.

Las acciones gubernamentales en Acapulco dejan mucho que desear y haber declarado que la emergencia terminó el 9 de noviembre (apenas 16 días después de la tragedia) es claramente con la intención de que la campaña electoral de la señora Claudia Sheinbaum no tenga algún tipo de pálida sombra. Las decisiones de un gobierno pueden ser aplaudidas en su momento, pero la historia es la que juzga. El presidente López Obrador está más ocupado y preocupado por mantener su imagen virginal e inmaculada, así como a Morena en el poder que ayudar a los guerrerenses afectados. Esa fue, con toda proporción guardada, la decisión que tomó Somoza. Por su parte Miguel de la Madrid hizo su esfuerzo y, sin embargo, las circunstancias lo rebasaron. Nadie culpa al tabasqueño del huracán, la sociedad civil lo señala por querer sacar provecho político de la desgracia y yo me sumo a esos señalamientos. Ver las fotografías de la Guardia Nacional distribuyendo alimentos en bolsas con la fotografía de Claudia Sheinbaum es indignante. Son hechos que la gente no olvida y que recordará el próximo 2 de junio. Ese día será de cobro de facturas y esta administración nos ha cargado la mano con cobranzas innecesarias.

Me queda claro que en otros países de corte o tendencia autoritaria han acontecido temblores, huracanes, explosiones volcánicas y otros fenómenos naturales y no han cimbrado a sus respectivos gobiernos. Lo cual es cierto. De ahí que no es una regla. Un ejemplo lo podemos encontrar en Haití en donde el 12 de enero de 2010 un terremoto dejó un saldo de 200 mil muertos y el desastre no apuntaló a la sociedad civil, ni engendró algún cambio político derivado de la movilización social. Tal vez se debió a las condiciones socioeconómicas, la situación extremadamente precaria de desorganización gubernamental y social y a la pobreza extrema de esa población isleña. El hartazgo social, si acaso se fermenta en Haití, puede acontecer. Pero queda claro que serán otros los detonadores, pero no el sismo de hace trece años. Consecuentemente reconozco que no es regla de oro que la naturaleza despierte a la organización social.

No obstante, considero que la situación mexicana es muy diferente a la haitiana y que el despertar de las asociaciones civiles mexicanas en el ámbito de lo público
no gubernamental ya se dio y ahora muchas de ellas están presentes en la vida política nacional. Algunas acompañan a la candidata Xóchitl Gálvez, otras se manifiestan por sus propios caminos como son las múltiples organizaciones feministas. También destacan asociaciones en defensa de las instituciones de la República y se caracterizan por su composición heterogénea y coyuntural que se hacen escuchar y sabrán manifestarse una y otra vez. La sociedad mexicana despertó en 1985 y difícilmente la adormecerán los discursos monotemáticos mañaneros. La sociedad mexicana organizada es una realidad y no podrá ser engullida por los partidos políticos. La sociedad civil organizada mexicana vio lo acontecido en Acapulco y concluyó que no todos los fideicomisos públicos desaparecidos eran cuevas de ladrones.

Pasarán algunos años antes de que se pueda comprobar mi hipótesis. Los movimientos sociales no se miden en horas, ni en días. Son parteaguas que en la historia maduran y reposan en la conciencia social de los pueblos. López Obrador ya se olvidó de Acapulco, pero los guerrerenses y muchos mexicanos no olvidamos, ni habremos de perdonar la frivolidad con la cual fueron atendidas las demandas y necesidades sociales. De ahí que 1972, 1985 y 2023 son fechas icónicas, entrelazadas e inolvidables.

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