Yo Campesino
• Los medios fueron quienes elevaron al ganso y hoy serán determinantes en su caída
Miguel A. Rocha Valencia
Con el peje se cumple aquella frase de “qué favor le hiciste que te odia tanto”. Así el trato no sólo con los medios sino en particular a periodistas, aquéllos que se atreven y somos mayoría, a mostrar una realidad que el tlatoani no acepta y que, sin embargo, sufrimos todos los mexicanos.
Y no se trata de echarle montón al mandatario en turno pues los reporteros no recibimos consigna en cuanto a nuestro pensamiento generalmente apartidista y sí, muy crítico de los hombres en el poder. Quien vive hoy en un palacio se encumbró gracias a toda la información diaria de las corruptelas, vicios y excesos de quienes gobernaban.
Por eso su bandera fue una lucha feroz contra la corrupción, el flagelo de la impunidad, la violencia, el mal uso y robo de los dineros públicos de los que todos los días se enteraba la sociedad, harta de todos esos malos gobiernos.
A uno se les acusó de borrachos y fue duramente castigado en los medios lo mismo que aquél al que se consideraba inepto y adicto al prozac. NI qué decir de uno más cuyos pasatiempos, se dijo y publicó, tenía como pasatiempos robar, las mujeres y cobrar revanchas.
Fue “la prensa” quien difundió todos esos atributos de los cuales se aprovechó el caudillo para ir por la revancha. Se puede decir que él no ganó la elección de 2018 sino que se la entregaron sus antecesores con todo y que al final no entregaron tan malas cuentas pues cada quien hizo lo suyo en materia social, desarrollo o seguridad.
Todo eso sería superado por el mesías tropical, así lo difundieron diarios, radio, televisoras y las “benditas redes sociales”, pero a unos meses de entregar el poder el saldo de promesas es negativo y sólo algunos temas se salvan sólo porque no les pudo meter mano como el manejo de la inflación y las cuentas públicas con todo y que dejará al país más endeudado en la historia y con menos avance objetivo en lo social y material.
Hoy, este sujeto que dice cuidar la investidura presidencial frente a la “agresión” de los en desgracia, desaparecidos, madres buscadoras, demandantes de medicamentos y atención contra el cáncer y los familiares de los más de 173 mil asesinados, pero que exige respetar los derechos de criminales a quienes pide llamemos señores, aunque violenten y maten a miles, culpa a esos que lo encumbraron de ser culpables de sus fracasos, malas decisiones, de su soberbia.
Esos medios y reporteros son hoy factor más allá de la irresponsable y anodina oposición política donde sus dirigentes están más metidos en repartirse un botín que se les puede hacer agua que en hacer lo que el profeta de la 4T hizo para posicionarse: maximizar los yerros de quien gobierna para ir por todas las canicas aprovechando el desencanto de millones que votaron por él uy atraer a quienes no acostumbran sufragar porque para ellos todos con lo mismo en la partidocracia.
Pareciera entonces que la real oposición son los medios, los periodistas incluyendo a todos aquellos que usamos las redes sociales en esfuerzo personal para dispersar nuestras opiniones, el análisis de la que realmente sucede y desde luego desenmascarar las más de 120 mil mentiras que hasta hoy se le cuentan al macuspanense.
La prensa nacional es de echo la oposición, ese cuarto poder que llega a los diversos estratos de la sociedad mediante los medios masivos o en redes sociales donde capturan lectores y escuchas por su lealtad a la verdad, esa que repudia el caudillo de Tepetitán.
Periodistas que más allá del medio que debe sostenerse con ingresos publicitarios y a pesar de ello sostienen su independencia editorial, no se rinden, insisten en mostrar las realidades, los errores, la mala administración y políticas que dañan al grueso de los mexicanos quienes no obstante el esfuerzo diario por dividirlos y polarizarlos, ven cada vez más claro que México no está bien y puede estar peor.
Por eso resulta doblemente satisfactorio que periodistas como Rafael Flores Martínez se atreven a sumarnos, organicen eventos para reconocernos entre reporteros sin aquella premisa de los premios nacionales donde uno debe proponerse como el mejor en cada género.
Reconocernos entre nosotros sin el tinte oficialista sin el interés de “trepar” sino simplemente por nuestro quehacer diario. Sabemos quiénes somos y cómo pensamos. Afortunadamente la mayoría coincidimos más allá de envidias, egos o personalismos, donde se supera aquél viejo concepto de las “vacas sagradas”. Hoy somos eso, reporteros y lo festejamos con orgullo.