*La Difícil Definición del Acto que Amedrenta,
Conlleva a Medir con el Mismo Rasero
*El Poder Político Etiqueta: Grupos Libertarios
o Terroristas que Amenazan a la Patria
*Los Gobiernos Estigmatizan, Acusan Falsamente
e Imponen el Control sin Importar la legalidad
EZEQUIEL GAYTÁN
Una de los conceptos más complejos y difíciles de definir es el del terrorismo. En el caso mexicano el Código Penal Federal lo define en el Libro Segundo. Título primero “Delitos contra la seguridad de la nación” en su artículo 139 a “quien utilizando sustancias toxicas, armas químicas, biológicas,,, explosivos o armas de fuego… o por cualquier otro medio violento, intencionalmente realice actos en contra de bienes y servicios, ya sea públicos o privados, o bien en contra de la integridad física, emocional, o la vida de personas … para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad o a un particular para que tome una determinación”. Queda más o menos claro que la interpretación de terrorismo es aquella que prevé que la sociedad no viva bajo el manto del temor, miedo o terror y que el gobierno no se vea presionado a fin de orientar la toma de decisiones en un determinado sentido a fin de favorecer a un explícito grupo político, religioso, separatista, fundamentalista o de cualquier otra índole.
El Código aludido no tiene ni debe porque aducir acerca de las causas por las cuales determinados grupos no estatales recurren al uso sistemático del terror como táctica de operación política. Ese asunto es más complejo pues requiere explicarse en contextos más analizados y de ser posible acotados que permitan plantear el problema de manera estructural y coyuntural. Sobre todo, porque el terrorismo es un concepto elástico y poroso cuyas connotaciones conllevan cargas subjetivas y emocionales mezcladas con aspectos políticos, religiosos o ideológicos. De ahí que en sus múltiples interpretaciones es prácticamente imposible calificar dogmáticamente a determinados grupos de terroristas. Por ejemplo, es interesante hacer notar que lo nazis calificaron de terroristas a los franceses de la resistencia y que unos cuantos años después el gobierno francés etiquetó a los movimientos independentistas de Argelia de terroristas. En otras palabras, quien detenta el poder es el que acusa y etiqueta de terroristas a los opositores. Más aún, en muchas ocasiones esos grupos no se autocalifican de terroristas, sino de revolucionarios o libertadores y consideran que sus métodos de lucha son legítimos, ya que el fin justifica los medios. En otras palabras, muchos de esos grupos se dicen victimas porque fueron orillados por los gobiernos a recurrir a la violencia como la última forma de lucha y no encontraron otros medios; por lo que consideran que sus actividades, además de legítimas, no pueden ser calificadas de terroristas. La guerra de independencia emprendida por Hidalgo en favor de nuestra libertad es un claro ejemplo del relativismo del concepto.
Es importante aclarar cuanto antes que si existen grupos que si consideran terroristas y que sistemáticamente apuntan hacia objetivos civiles a fin de sembrar terror y que los gobiernos se vean orillados a decidir y a orientar sus decisiones en favor de esos grupos. De ahí que la legalidad y la legitimidad que son las dos caras de una misma moneda son marginadas por los terroristas y justifican sus violentas acciones sin miramientos, ni consideraciones humanitarias.
El terrorismo es el grado más alto de la violencia inmisericorde y llega a suceder que son las autoridades de una nación quienes recurren al terrorismo de Estado como forma de gobierno y ejercicio de la Administración pública. Pero antes de alcanzar ese nivel, los gobiernos usualmente ascienden en la escalera del terrorismo mediante estrategias de estigmatización a quienes piensan diferente, de acusar sin pruebas a los opositores, ya sea periodistas, medios y políticos y de apropiarse unilateralmente de conceptos tales como política y politiquería. Léase, dichos gobiernos acusan de politiqueros a los de afuera y mediante esa mascarada se autodefinen de demócratas, liberales, defensores de la moral pública y acusan de traidores a la patria a quienes disienten de ellos. A partir de ahí emprenden políticas sociales asistencialistas y configuran el populismo, ya sea de izquierda o de derecha. Es entonces cuando las políticas públicas se transforman en actos de politiquería, compra de votos y de conciencias e imponen su criterio de justicia reivindicativa que es el relativismo de violar la ley cuando así les conviene. Para esos populismos la ley no es la ley si les estorba o los acota. Posteriormente esos gobernantes, al ver que no hay oposición o ya la marginaron siguen vanagloriándose de sí mismos y sin darse cuenta ya se sienten exquisitos y refinados líderes amados por el pueblo. Es entonces cuando llegan a la cúspide de la soberbia e implantan el terrorismo de Estado y la politiquería.