La creciente presencia de Rusia y China en el Ártico preocupa a Occidente, declaró al diario ‘Financial Times’ Kristina Spohr, catedrática de Historia Internacional de la Escuela de Economía de Londres.
Tras la entrada de Finlandia en la OTAN, Rusia se encontró rodeada por la alianza en el oeste, el norte y el este. Sin embargo, el país euroasiático afirma su «primacía geoestratégica en el Ártico, combinando su inmensa fuerza militar con el control de la creciente actividad comercial en la Ruta Marítima del Norte», indicó Kristina Spohr.
Al mismo tiempo, China ha invertido miles de millones de dólares en proyectos rusos de extracción de minerales y combustibles fósiles en el Ártico, desempeñando un papel cada vez más importante en la región.
De acuerdo con la analista, Pekín, que tiene sus propias «ambiciones árticas», coopera con Moscú para crear la Nueva Ruta de la Seda en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Con ello, China pretende estimular el flujo de comercio e inversión a nivel mundial mediante la creación de rutas comerciales, una marítima y otra terrestre, que unan al gigante asiático con Europa, África y América Latina. La profesora señaló que, geográficamente, Rusia lleva las riendas del poder, mientras que China controla los flujos financieros.
Rusia concede permisos a los buques extranjeros para transitar por la Ruta Marítima del Norte y colabora en la construcción de rompehielos nucleares gestionando sus puertos en el Ártico, mientras que la empresa china Torgmoll presta servicios de transporte costero en la región. Así, de acuerdo con la publicación, Moscú y Pekín abren un «nuevo frente».
Según los medios de comunicación, las aguas septentrionales son un «entorno marítimo disputado» a nivel comercial, político y militar, por lo que la presencia de China y Rusia en el mar Báltico «hace saltar las alarmas entre los aliados de la OTAN». Sputnik