Desgracia en Acapulco: Previa a la Temporada  Alta Irremediablemente Afectará Todo el Estado

Informe Turístico

*Por lo Tanto se Espera que las Pérdidas Serán Cuantiosas Irremediablemente

*El Fin de año, es la Etapa más Importante Para el Puerto, Igual que la Semana Santa 

*De ahí, la Severa Preocupación por la Dependencia

del Turismo que Tiene Todo Guerrero 

*Se Estima que la Recuperación de Acapulco, no Sólo Será Lenta, Sino Tardada

*En 80% del Turismo de la Entidad se Ubica no sólo en el Puerto, Sino en Ixtapa-Zihuatanejo y Taxco

*El Tianguis Turístico se Efectuará en Otro Lugar de la República aun sin Determinar 

ARTURO LINO GUZMÁN

El huracán Otis golpeó con toda su furia a Acapulco, el corazón turístico de México, al icónico destino que proyectó internacionalmente a nuestro país en el plano turístico. Los daños son cuantiosos por las lamentables pérdidas de vidas humanas, animales y vegetales y por las afectaciones a la infraestructura del puerto: hoteles, edificios, casas, comercios, restaurantes, etc.

La devastación de Acapulco nos duele a todos los mexicanos en lo más profundo, por las muertes y los desaparecidos a causa de la fuerza del meteoro, pero también nos duele lo que han padecido los acapulqueños a una semana del suceso, ya que viven una situación apremiante porque la ayuda a colonias, municipios y regiones ha tardado a causa de las disposiciones oficiales del Gobierno Federal en el sentido de que todo debe concentrarse en el Ejército para que éste sea el único conducto para el reparto de los víveres y los materiales que la población de todo el país ha donado con un gesto de solidaridad. Sí, las donaciones son de la gente de muchas partes de México.

Los mexicanos nuevamente mostraron su sensibilidad con la desgracia de sus semejantes, como ha sucedido en muchos casos que se han necesitado -recuérdese el terremoto de 1985- cuando espontáneamente la sociedad se organizó para ayudar y solidarizarse con los hermanos en desgracia, pero esa espontaneidad la han frenado abruptamente las autoridades con disposiciones que rayan en lo absurdo al impedir que sean los particulares y empresas los que hagan llegar alimentos y víveres a los afectados. 

Los medios electrónicos e impresos y las redes sociales han documentado la ira, el enojo, la desesperación de la gente de Acapulco, pues no tuvieron (en al menos cuatro o cinco días, después de la emergencia) el suministro de alimentos, agua e insumos indispensables. No se sintieron escuchados, atendidos, porque la logística gubernamental no fue capaz de atender de manera oportuna una situación de esta magnitud, a causa de un fenómeno meteorológico. 

Muchos compatriotas de diferentes partes del país que llevaban alimentos y quisieron llegar a Acapulco -por vía terrestre, ya sea porque querían ayudar y/o conocer el paradero de sus familiares, amigos, conocidos o de los turistas que se quedaron varados en el centro vacacional-, fueron impedidos en su propósito y el ejército les decomisó los alimentos.

Aquí, cabe señalar que esos intentos de los particulares por entregar de manera directa la ayuda se debieron a que ya no se confía en las autoridades y por temer que las donaciones no llegaran a los verdaderos afectados, como sucedió en el caso del acopio en las dependencias del Gobierno de la Ciudad de México -que fueron vendidas en los tianguis- o se repartían con fines electoreros.

Otras de las situaciones que se vivieron con el paso de los días del desastre, fue la rapiña que, si bien no se justifica, muestra el clima de desesperación de la población acapulqueña de tener algo que comer, a la vez que el saqueo y robo a casas habitación, comercios, empresas e incluso bancos y cajeros automáticos, estuvieron al orden del día, pues la ausencia de las policías, de elementos de la Guardia Nacional y del Ejército se hizo patente para evitar todos esos actos vandálicos. También se hizo evidente el temor por la inseguridad.

La ineficiencia en el manejo de emergencias de las autoridades de los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipales) y la falta de un plan de contingencias quedó demostrado con Otis, que puso en evidencia la ineptitud, la falta de sensibilidad de quienes nos gobiernan, al grado que quieren justificar que el meteoro los tomó por sorpresa, no obstante que el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos advirtió, con al menos 10 horas de anticipación, que Otis, como tormenta tropical, podría crecer en fuerza, lo que ocurrió sin que se tomaran medidas preventivas para evitar pérdidas humanas.

La recuperación de Acapulco será lenta y tardará al menos seis meses y con un costo alto, calculado por los expertos en cerca de 300 mil millones de pesos en la reparación de infraestructura y de los servicios básicos, así como apoyo a la población damnificada del propio destino y de los municipios aledaños que también sufrieron estragos del huracán.

A las autoridades y a la sociedad en su conjunto nos debe preocupar la situación de la economía del estado de Guerrero que depende en 80 por ciento del turismo de Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo y Taxco. Además, la desgracia ocurrió a semanas de iniciar la temporada alta de fin de año que es la más importante para Acapulco, al igual que de la Semana Santa, por lo que se espera que haya pérdidas cuantiosas.

Asimismo, queda mucha gente sin empleo al no estar abiertos los hoteles, los restaurantes y las empresas de servicios turísticos, lo que causará una severa crisis en los ingresos de los trabajadores.

Cabe destacar que la Secretaría de Turismo, junto con el gobierno estatal, tomaron la decisión de cambiar la sede del Tianguis Turístico programada en Acapulco para celebrarse en marzo de 2024 y de manera extraordinaria se buscará otro destino para realizarse.

A todos los mexicanos nos corresponde solidarizarnos con nuestros hermanos en desgracia; contribuir de alguna manera en ayuda y acudir en su auxilio para que Acapulco se recupere lo más pronto posible.

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