Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Acostumbrado que nos tiene, uno duda de lo pasado y fija la mirada en el presente.
Durante sus 12 años de lucha por obtener el triunfo en las elecciones que lo llevaran a la Silla Presidencial, Andrés Manuel López inventó las “asambleas informativas” a las que “invitaba” a miles de personas para “explicarles” lo que estaba haciendo.
Como Jefe del Estado mexicano, siguió con lo mismo que disfraza con “informes trimestrales” aunque en realidad lo que hacía era adelantar los datos que daría el primero de septiembre de cada año.
Hacía otros eventos en los que “colmaba el Zócalo” y siempre durante más de una hora atosigaba a los presentes con sus arengas, sus números, sus mentiras repetidas en los monólogos matinales.
Por ello extraña y mucho que no mantenga su zona de confort y que no es otra que “hablarle de frente al pueblo”.
Sin embargo, ahora viaja a Acapulco en aviones militares que aterrizan en el Aeropuerto Internacional, cerrado todavía a los vuelos comerciales -solamente se utilizó para el puente aéreo que rescató turistas- y de ahí se traslada en helicóptero a la Zona Naval de Icacos. Por lo menos es lo que se informó ayer.
¿A qué fue?
A reunirse con personal de su gabinete que está en la “zona del desastre” y cuya finalidad es que le “informen los avances para elaborar el programa de rescate”.
En una ciudad herida de muerte, en donde sus pobladores mueren de ser y hambre, difícilmente se puede recuperar lo perdido en solamente dos meses. Con toda la “magia” a la que está acostumbrado a mostrar, no se atreve a estar frente a los habitantes de Acapulco.
La tardía reacción de los tres niveles de gobierno por la concentración en manos de militares y de marinos de la ayuda humanitaria donada, en su mayoría hasta ahora, por los ciudadanos de diversos estados y principalmente de la Ciudad de México, no tienen contentos a familiares perdieron algún ser querido; otros desaparecidos y miles, 850 mil, sin empleo, sin dinero y cuando lo tienen no encuentran comida que comprar, agua que beber y sobrevivir a la peor tragedia que registra la historia de Acapulco.
El inquilino temporal de Palacio Nacional sabe y bien que las informaciones proporcionadas por los periodistas profesionales, esos que tanto odio, vilipendia y acusa de corruptos sin comprobarlo, han permitido conocer la versión de los afectados. Nadie les ha pedido hablar mal del gobierno. La pregunta obligada es: ¿ya recibieron ayuda? Y la respuesta en coro y con eco: NO.
Hace nueve días que Otis destrozo Acapulco y para ponerse de pie tardará un lustro si bien le va.
¿A qué le teme el presidente?
¿Por qué no arma una asamblea informativa?
Si afirma que todo marcha y que los acapulqueños no tendrán una amarga navidad ¿no sería estimulante para los afectados tenerlo frente a frente?
Quizá los recuerdos del 10 de mayo no sean del agrado presidencial.
Se los ha ganado a pulso.
Asistir a Acapulco y resguardarse lo mismo en la Zona Militar que en la Naval no es el papel de alguien que tiene como slogan “primero los pobres”, aunque ha sido superado por el otro: abrazos, no balazos.
Bien decía un prestigiado reportero: va en avión porque el miedo no anda en burro.
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