El Sínodo de Obispos, el simposio mundial que decidirá el futuro de la Iglesia católica, se inauguró en el Vaticano entre grandes expectativas de apertura y preocupación de los conservadores por temas como el tratamiento de los divorciados y los creyentes LGBTQ+, y en donde a las mujeres se les permitirá votar por primera vez.
El papa Francisco pidió a los líderes católicos que dejen de lado la política y trabajen para hacer que la Iglesia sea más acogedora para todos, al inaugurar esta reunión considerada histórica y que, según los críticos conservadores, corre el riesgo de “envenenar” la fe.
El encuentro se efectuará a lo largo de cuatro semanas en Roma, tras dos años de consultas mundiales, y también abordará temas como las mujeres diáconas y el celibato sacerdotal.
El papa Francisco no esperó y en la misma misa de apertura marcó la pauta de la reunión, pidiendo una Iglesia “hospitalaria” de “puertas abiertas a todos”, y recordando que en el Sínodo no caben “estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas”.
“No estamos aquí para llevar a cabo una reunión parlamentaria o un plan de reforma”, dijo en la homilía de la misa, a la que, según el Vaticano, asistió una multitud de 25 mil personas.
El sínodo no pretende “apartarse del patrimonio sagrado de la verdad recibida de los padres”, dijo. Pero la Iglesia debe evitar convertirse en “una rígida, que se arma contra el mundo y mira hacia atrás” o en “una tibia, que se rinde a las modas del mundo”.
También advirtió: “El chismorreo es la enfermedad más común de la Iglesia. Si no dejamos que el Espíritu Santo nos cure eso, difícilmente un camino sinodal será bueno. Al menos aquí dentro”.
“Si no estás de acuerdo con un obispo, una monja o un laico, díselo a la cara, di la verdad, no con chismorreos bajo la mesa”, animó el pontífice argentino.
Los críticos conservadores del papa se han vuelto cada vez más francos antes del Sínodo, en el que se debatirán temas como el papel de la mujer, la aceptación de los católicos LGBTQ+ y el impacto del cambio climático en los pobres.
El cardenal Raymond Burke, un estadounidense afincado en Roma y uno de los principales críticos del Papa, ha hecho un llamado para defenderse del “veneno de la confusión, el error y la división” que teme que pueda introducir el sínodo.
En una medida sin precedentes, Francisco aprobó en abril cambios a las normas que rigen el Sínodo, allanando el camino para que por primera vez las mujeres, entre ellas varias monjas, obtengan 54 de los 365 votos mientras la iglesia traza su camino para el futuro, lo que los conservadores impugnaron diciendo que sólo obispos deberían tener ese derecho.
Dos días antes del inicio del Sínodo, cinco de los 242 cardenales de la Iglesia revelaron que habían enviado una carta al papa exigiendo aclaraciones sobre la bendición de parejas del mismo sexo, el papel de la mujer y otras cuestiones.
En la misa del miércoles, el Papa estuvo acompañado por la mayoría de los 21 nuevos cardenales a los que promovió al alto rango el sábado, una medida que consolida aún más su legado. Ya ha nombrado a casi tres cuartas partes de los electores que tendrán derecho a votar por su eventual sucesor.