Destrozar la Memoria  Lleva al Desamparo

Bret Easton Ellis, Los destrozos. Random House, Barcelona, 2023. 680 páginas

DAVID MARKLIMO 

Se ha terminado el verano. Y con las primeras hojas del otoño ya cayendo, podríamos decir que estos últimos meses nos han dejado uno de los libros del año: Los destrozos, de  Bret Easton Ellis, famoso autor de Psicópata Americano.

Para quienes llevan siguiendo mucho a tiempo a Ellis, encontrarán un territorio conocido:  la ambientación en Los Ángeles; los protagonistas, un grupo de ricos, guapísimos, atractivísimos, drogadísimos. Pero tiene una gran diferencia: esta novela está contada desde la distancia, desde el prisma de un Ellis adulto, como si eso ayudase a crear una realidad relevante para explicar la lectura. Ya juzgará el lector si ello se consigue. Estamos, pues, ante un ejercicio de realce de la memoria. En toda la atmósfera de la novela impera eso: qué música sonaba, qué películas daban en el cine, qué ropa usaba cada persona, cuáles fueron sus gestos, sus palabras, sus posturas. Quizá tantos recuerdos no sean creíbles, pero sin duda son necesarios para construir un contexto y dejar en claro los hechos. La memoria va teniendo su peso, a medida que empezamos a no creer que alguien sea capaz de recordar de esa forma. Pero volveremos  este tema en un segundo.

Básicamente la novela se sustenta en dos niveles narrativos paralelos: por un lado, las relaciones entre un grupo de adolescentes que comienza su último año en el instituto Buckley de Los Ángeles (entre los que se encuentra un tal Bret que está escribiendo un libro llamado Menos que cero -una de las famosas novelas de Ellis-), al que llega un nuevo y misterioso miembro, Robert Mallory, que vendrá a desequilibrar todo su mundo; y por otro, los crímenes de un asesino en serie al que llaman «el Arrastrero» (un nombre bastante improbable, la verdad), que se dedica a secuestrar y asesinar a chicas. Surgen pronto las dudas: ¿qué relación hay entre la llegada de Robert y el inicio de los crímenes? ¿Por qué Robert parece mentir constantemente sobre su pasado? ¿Por qué los crímenes parecen irse centrando cada vez más alrededor del grupo de protagonistas? Según avanzamos, vemos la obra como una espiral que se cierra, poco a poco, en la mente del lector.

Los destrozos es una absorbente historia, pero sobre todo, como decíamos un poco más arriba, es una oda a la memoria. Habría que ser más explícitos y decir que es un guiño del autor a su espejo: el protagonista se llama Bret, como el autor, y escribe una novela titulada Menos que cero, como hará el propio autor, y acude al mismo centro educativo que él. En ese sentido, es una auto ficción. Y quizá ese sea el problema de esta novela. No se trata de un artefacto híbrido, confuso, mezcla de realidad y ficción… como suele proponerse en libros de autoficción. Es más bien un intento de destruirlo todo aquello que se recuerda y que ayudó en hacernos lo que somos.

No hay duda de que Ellis ha cogido la fórmula a la novela de iniciación para infundirla de erotismo y terror, pero también con el objetivo de poner el foco en esa sensación de confusión, zozobra, inseguridad y desorientación que caracterizan a la adolescencia y que siempre hacen que nuestra memoria no logre concordar con la realidad. Quizá allí está la verdad: Los destrozos nos muestra como la creación de atmósferas, nos lleva al miedo y la sospecha. Es cuando dudamos, cuando no estamos seguros, que la sensación de desamparo se vuelve más fuerte que nunca.

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