Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
El disparo dio en el blanco. Lo que no lograron los sicarios del CJNG, lo hizo Alejandro Encinas Rodríguez con documentos del segundo informe del caso Ayotzinapa y la carrera política, que pretende iniciar Omar García Harfuch está amenazada con morir antes de empezar.
Al dar a conocer el informe, el subsecretario de Derechos Humanos, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, dio a confirmó que García Harfuch participó.
Esta reunión, de la que no se tenía registro al menos públicamente, se realizó en la entonces residencia oficial de Los Pinos los días 7 y 8 de octubre del 2014, en la que además de García Harfuch participaron el expresidente Enrique Peña Nieto; el exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el exprocurador General de la República, Murillo Karam y los exsecretarios de Defensa, Salvador Cienfuegos, de Marina, Francisco Soberón y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Todo un tejido de alta escuela criminal.
Si los datos que aporta el informe, que según Encinas fueron proporcionados por el prófugo Tomás Zerón de Lucio, estamos frente a un acto de irresponsabilidad política e incumplimiento del deber, lo que representa delitos de gravedad.
Hay que tomar con reserva lo explicado por el subsecretario que, por desgracia carece de autonomía y la cercanía con su amigo, de verdad amigo, Andrés Manuel López, le impide actuar con la libertad necesaria. Es posible que le hayan dado luz verde para hacer públicas las informaciones y exhibir, en el tiempo electoral, la fabricación de la verdad histórica con informaciones, análisis y aportación de presuntas pruebas por parte de los funcionarios que participaron.
A Enrique Peña Nieto solamente se le puede culpar de omisión y exceso de confianza en sus colaboradores quienes llevaron la indagatoria y plasmaron en el papel el informe que conformó la “verdad histórica”, por la cual el exprocurador Murillo karam se encuentra en la cárcel, Tomás Zerón prófugo y viviendo en Israel; los exsecretarios de Marina, Defensa y Gobernación, disfrutando en libertad sus acciones que, de ser ciertas, son reprobables.
Sacar a colación el nombre de García Harfuch justamente cuando encabeza las encuestas para ganar la coordinación de la 4t en la Ciudad de México y de lograrlo convertirse en el candidato de Morena para la Jefatura de Gobierno, tiene más fondo político que jurídico. Es imposible que el presidente mexicano no supiera lo que estaba en el informe y que no lo haya comentado con su corcholata favorita. Encinas no le oculta nada a López.
De ahí que el huésped temporal de Palacio Nacional haya impulsado al doctor muerte para que se inscribiera en búsqueda de ganar la encuesta y ser él quien encabece la marcha por mantener la capital del país en manos de quien supone es de su propiedad.
García Harfuch ha negado haber estado en Iguala el día de los acontecimientos. Eso, sin embargo, no lo exculpa de responsabilidad por el cargo que desempeñaba como integrante de la gendarmería de la Policía Federal en Guerrero.
Extrañamente la confirmación de la reunión, afirma Encinas, la proporcionó a conocer Tomás Zerón. Seguramente en la junta y nadie sabía nada. Es raro, pero es lo que denuncia el señor Encinas.
El asunto se complica porque los abogados de los padres de los 43, encabezados por Vidulfo Rosales, reclaman al presidente no haber cumplido el compromiso de mostrar los documentos que posee el Ejército y en los que, presumen, esté la información precisa de lo ocurrido el 27 de septiembre de 2014.
¿Por qué esperar los reclamos, las marchas y la inscripción de García Harfuch para dar a conocer el segundo informe?
Es pregunta para la ciencia, porque el desaseo en el manejo de la información es más que evidente.
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