SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
El presidente López Obrador es responsable y el culpable, de haber desnaturalizado un proceso que llevaba varios sexenios y que tendía a hacer más cortas las campañas electorales en México, porque ya fuese a nivel de la presidencia de la república como la enorme pléyade de aspirantes a ocupar cargos estatales, municipales y un larguísimo etcétera, la separación de una legión de candidatos terminaba y termina resultando en una gigantesca perdida de recursos humanos, recursos presupuestales y de eficiencia en los trabajos desarrollados por las oficinas de gobierno en los distintos órdenes de gobierno.
Recuerdo que uno o dos sexenios atrás y en el último tercio del penúltimo año de gobierno, los diversos partidos políticos definieron a sus candidatos presidenciales, con éstos las maquinarias electorales de los partidos políticos redoblaron su velocidad propagandística que venía de cuatro meses de antelación y fue coincidente que, los principales conductores de los informativos radiofónicos y televisivos al unísono subrayaran: ahora el pueblo mexicano tendrá que chutarse -soportar- seis meses más de cantaletas repetitivas, las más de ellas superfluas, promovidas por aquellos personajes que quieren ganar un puesto de elección popular. El marketing político no dejaba programas en los medios de comunicación sin muchos anuncios, lo mismo pasaba con pinta de bardas, “espectaculares” en las vías de comunicación, pegatinas en postes de luz y ya más sofisticadas, aquellas llamadas telefónicas preguntando ¿por quién iba uno a votar? Lo cual puede constituir un delito porque el voto es secreto.
En la coyuntura actual y aunque no lo reconozca la oposición al partido en el gobierno, AMLO y para mal, elucubró e impuso las campañas electorales de una forma adelantada: lo hizo al destapar a “las corcholatas” morenistas. El PRIAN después del marasmo en que se encontraban y la nulidad del PRD finalmente destapó a “sus taparroscas”; todos declinaron y el dedazo del priismo que todos llevamos dentro impuso a la señora X. Días después la Sheinbaum ganadora confirmó lo que la comentocracia ya sabía, y aunque se mostraron los números y porcentajes de los contendientes, el tufo del dedazo presidencial -otra vez muy a la priista- sigue presente. No por lo que ya pasó, sino por lo que está pasando entre las huestes y suspirantes morenistas por algún puesto de elección popular. Una auténtica bufaliza. Es una verdadera vergüenza: se abandonan, porque esa es la palabra, direcciones de empresas paraestatales, secretarías de estado, alcaldías que se consiguieron por el voto popular, y otros hacen sus cálculos para reelegirse en el Poder Legislativo. Quiero subrayar y reiterar que ello no es privativo de este sexenio, pero en la coyuntura actual se ha agudizado porque la antelación que propició el presidente de la república trastocó toda la vida nacional. ¿Por qué llevo mi comentario al nivel del país, de sus instituciones y del accionar de la ciudadanía?
Estimado lector, imagínese las horas desperdiciadas en muchas dependencias públicas federales, estatales y municipales para aupar lo mismo a las “corcholatas” que a las “taparroscas”. Muchos esfuerzos que la burocracia debería dedicar para resolver acuciantes problemas como el transporte público, los faltantes en los planteles educativos del país, los retrasos inmensos en la administración de justicia. Todos los que hemos estado en la administración pública sabemos de las dislocaciones, para bien o para mal, de un cambio de direcciones, de un cambio de perfil e intereses en una secretaría de estado. Muchos programas se modifican, otros se cancelan, el nuevo funcionario quiere innovar aunque no sepa cómo. Los subalternos como el jefe deben pasar, aunque no quieran, por un proceso de aprendizaje y conocimiento de la dependencia que deben dirigir. Y todo ello le cuesta a la nación. Ello olvidándonos de los episodios de corrupción y corruptores que todo proceso electoral produce, de manera directa entre los involucrados y los muchísimos derivados. Se ha criticado mucho el proyecto de año fiscal para el 2024 presentado por el gobierno federal; aparte de la gritería opositora que nada concede, es cierto que muchos recursos presupuestarios de manera directa incidirán en el proceso electoral, error, debieron dedicarse a las carencias nacionales que son muchísimas. Por mi experiencia inglesa y nipona yo soy un convencido de las bondades de los ferrocarriles, por ello la construcción de los ferrocarriles en el sureste me parece positiva y civilizatoria, aunque cuesten mucho dinero. Pero en el México actual y estoy cierto de mis sospechas, ingentes cantidades millonarias del presupuesto se irán a las campañas electorales de hoy y mañana, gasto corriente que solamente beneficia a la bufaliza interesada.