Formar al Delfín

 

*Ambas son Profesionistas y, sin Embargo,

la Política las Absorbió

 

*Estadistas Mexicanos: Lázaro Cárdenas y

Plutarco Elías Calles

 

*Ninguna es Heredera al Trono y de Facto

una de ellas es Delfín

 

*Pagaremos su Formación de Servidoras 

Públicas Federales

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

El delfín fue un título nobiliario francés empleado ininterrumpidamente desde 1350 hasta 1830 y reservado a los príncipes herederos al trono de Francia siempre y cuando fuesen hijos legítimos del monarca reinante. En otras palabras, su uso se refería al sucesor designado oficialmente y por lo tanto formado y preparado para gobernar. La importancia política de ser el delfín es que se le educaba a fin de que conociera acerca del arte de gobernar y evitar improvisaciones.

En el sistema político mexicano del siglo pasado se llegó a utilizar de vez en cuando el concepto en algunos círculos, pues era lo que conocimos como el tapado. Lo importante era que ese delfín se hubiese formado en el equipo político del presidente, conociera las reglas de operación del sistema político, de los usos y costumbres del Partido Revolucionario Institucional y sobre todo que conociese el funcionamiento de la Administración pública federal centralizada. Léase: el delfín mexicano cuando era ungido tenía nociones claras acerca del arte de gobernar, de los recovecos y jiribillas propias del aparato burocrático, de los intereses de los principales grupos de opinión del sector privado, de los movimientos del sector obrero, de las alianzas y reglas de operación de los gobernadores y de la importancia de los medios de comunicación.

Que quede claro que no añoro al sistema monopartidista del siglo pasado, pero si suspiro nostálgicamente por aquellos cuadros formados, preparados y capacitados para gobernar al haber escalado desde las profundidades de las entrañas de la maquinaria administrativa. En esencia, los presidentes trabajaron en la Administración pública federal centralizada y paraestatal y fueron jefes de departamento, subdirectores, directores generales, subsecretarios y secretarios, ya que la carrera burocrática duraba aproximadamente de treinta a cuarenta años. De ahí que conocían los entretelones de la política, así como a colaboradores que fueron escalando junto con ellos el andamiaje político-administrativo, pues siempre fue vital el respeto a la vida institucional; por eso difícilmente se llegaba a ocupar una Secretaría de Estado de manera improvisada.

Ahora los mexicanos elegiremos, básicamente, de entre dos mujeres profesionistas, ambas de la UNAM y formadas académicamente en las facultades de Ciencias (Claudia Sheinbaum) y en la de Ingeniería (Xóchitl Gálvez). Lo cual significa que su primera vocación no fue la cuestión social. Seguramente les llamó la atención desde jóvenes el asunto de las desigualdades sociales, pero no se avocaron a prepararse contra el flagelo de la pobreza, por el entendimiento de los movimientos sociales y acerca del funcionamiento del engranaje gubernamental. En otras palabras, en su juventud dejaron de lado las ciencias sociales y las humanidades, hasta que por diversas circunstancias y azares del destino en sendos casos cambiaron de giro y el poder político las embriagó. 

Ninguna de las dos ejerce su carrera y ahora aspiran a gobernar el país. Me da gusto que su formación lógico-matemática sea una de las bases de su razonamiento y que se consideren preparadas para conducir política, económica, jurídica, social y administrativamente a nuestra nación. Pero los campos de conocimiento aquí mencionados requieren entendimiento teórico y práctico. No tienen que ser economistas, abogadas, sociólogas, ni politólogas, ni administradoras públicas; estoy de acuerdo que esos no son prerrequisitos indispensables, sin embargo, si deben tener idea o nociones acerca de la razón de ser de esas disciplinas. Pero por sus discursos y argumentaciones discursivas me queda claro que su conocimiento acerca de la Administración pública federal es bastante pobre. Es cierto que se podrán rodear de expertos y conocedores de la Administración pública centralizada y paraestatal. Ojalá lo logren, pero eso implica contar con un equipo profesionalizado en lo cuantitativo y en lo cualitativo que ocupe los cargos de secretarios, subsecretarios, titulares de las unidades de administración y finanzas y, por si fuera poco, en las principales entidades públicas federales, así como en las empresas productivas del Estado.

Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña y Andrés Manuel López Obrador no conocieron la Administración pública federal por dentro y no la escalaron. Por lo que su curva de aprendizaje retrasó resultados y sus ocurrencias -tal vez bien intencionadas- fueron muy costosas para nosotros, pues sus yerros tuvieron consecuencias negativas en lo económico. Ahora Claudia y Xóchitl tendrán que pagar inevitablemente el noviciado y consecuentemente la ciudadanía sufrirá sus nobles propósitos. Es cierto que conocen de la administración pública capitalina, pero ese ámbito de gestión es simplemente un microcosmos al lado de la federal. 

DEJÓ DE EXISTIR

CREAR AL DELFÍN

Formar al delfín durante el siglo pasado fue un acierto del sistema político. Algo que ahora no existe y el escenario se complica aún más porque no tenemos, de facto, un sistema profesional de carrera. Lo que tenemos en esa materia es un aparato burocrático atrofiado concebido durante la gestión de Vicente Fox a fin de expulsar a priistas e incorporar a panistas y ahora cobijar a morenistas. 

Es debatible enlistar a los presidentes del siglo XX que han trascendido en la historia patria a los que podemos calificar de estadistas. En lo general ese mérito se lo atribuimos a Plutarco Elías Calles y a Lázaro Cárdenas, a partir de ahí muy difícilmente se logra el consenso. De entrada, lo primero a definir es qué entendemos por un o una Estadista más allá de los dos mexicanos arriba citados o de ejemplos como Winston Churchill, Golda Meir o Angela Merkel. Se trata personajes cuyos atributos políticos consistieron en su pasión por la conducción armónica de su país. Léase, honraban su palabra y cumplían sus compromisos con base en los escrúpulos éticos sociales imperantes de su tiempo. Armonizaban en lo posible la prospectiva nacional e internacional en torno a un deseo de desarrollo a largo plazo. Sus virtudes públicas predominaban y florecían debido a la exaltación y vigencia de sus ideales sobre la mezquindad y la envidia de sus contemporáneos del ámbito político. Hacían visible, deseable y posible la expresión subjetiva del mañana emblemático, sobre el paisaje nihilista y escéptico de los indiferentes. Las virtudes poco comunes de lealtad y firmeza en un político con visión de Estado se debieron en gran medida de su elevada calidad intelectual que despreciaba el servilismo, la complicidad y el disimulo hipócrita del gesticulador. Tener visión de Estado es anteponer los intereses nacionales por encima de su propio partido si así conviene a la paz, la gobernanza y el desarrollo de su país. Es saber comprender que el solapamiento, la mentira y el engaño tienden al hartazgo social y a la indiferencia.  

EL NIDO QUEDARÁ

VACÍO Y A VOLAR

Difícil, muy difícil el reto para las dos contendientes, pues hasta el momento ellas han sido figuras políticas cobijadas por sus respectivos equipos. Incluso Claudia Sheinbaum ha sido arropada por el propio presidente de la República. Lo cual significa que sobre todo ella, pero Xóchitl también han estado envueltas por maquinarias partidistas más o menos eficaces. Pero tendrán que dejar el nido y volar con sus propias alas y asumir las consecuencias de sus declaraciones. Tienen que convencer a importantes y significativos segmentos y estratos sociales de que son la mejor opción. 

Además de lo anterior, cabe destacar que Los comicios del próximo año se elegirán 20 mil cargos, entre ellos 128 senadores, 500 diputados federales, nueve gobernaturas, así como integrantes de 31 congresos locales. Lo cual significa que la batalla por el Congreso Federal será fundamental. En lo personal me gustaría que ningún partido logre la mayoría simple a fin de que el debate partidista se enriquezca y no se imponga la figura tentadora del mayoriteo. Algo que obligaría a la ganadora del poder Ejecutivo a dialogar, negociar y gobernar por consenso. Ahí tendrían Claudia o Xóchitl una oportunidad a fin de demostrar de qué están hechas y su capacidad de estadistas. También la ganadora tendrá oportunidad de demostrar su talento y su talante en su relación con quienes gobiernen los estados de la República y lo más importante, enfrentarán situaciones críticas imprevistas en materia económica, política, de asuntos vinculados con la salud y tempestades con la delincuencia organizada. 

No será fácil gobernar este país los próximo seis años. La herencia que reciba la ganadora no será miel sobre hojuelas y sus convicciones, sobre todo las democráticas, serán puestas a prueba. De ahí que sus equipos de colaboradores y su comprensión de la Administración pública habrán de ser una de las pruebas más difíciles que deberá sortear la triunfadora. Ni Claudia, ni Xóchitl han tenido la oportunidad de prepararse para administrar la cosa pública. No hay remedio, así que pagaremos su nueva formación de servidoras públicas federales. Ellas no recibieron la formación, ni la capacitación que demanda el perfil de un delfín en el arte de gobernar. 

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