Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Con un ramplón intento de justificación por las críticas vertidas ante la presencia de un contingente militar ruso en el Desfile que conmemora la Independencia de México, el huésped temporal de Palacio Nacional dijo en su show de los monólogos matinales:
“Nuestros adversarios usan todo en contra. Les voy a poner dos casos: uno, ya no tienen cómo enfrentarnos, en el desfile marcharon, desfilaron, contingentes de Rusia, hicieron un escándalo. Me llamó la atención porque también desfilaron de China y no hubo tanto escándalo. Todo fue Rusia”.
No mencionó que invitación expresa también enviaron contingente los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Ecuador, Colombia, Chile, Panamá, Nepal, Guatemala, República Dominicana, Corea del Sur, Brasil, Belice, Uruguay y Sri Lanka.
Los cuatro primeros son anti yanquis. Los tres primeros no tienen relaciones diplomáticas sino solamente comerciales con Estados Unidos.
En cambio, mantienen “excelentes relaciones” con Rusia y China, que mira en esos países la oportunidad de colarse para estar cerca de Washington. No para incrementar sus relaciones comerciales sino para generar inestabilidad y prueba de ello son los globos espías localizados en Estados Unidos y Canadá y que fueron derribados por la fuerza aérea de ambas naciones.
El señor López no se da cuenta o no quiere hacerlo y actúa conscientemente, que los periodistas y los “intelectuales orgánicos” podemos decir misa y nadie acudirá. El repique de las campanas proviene de allende la frontera norte, la cosa no será para tratarla con música de Chico Che.
Pretender erigirse en el “líder latinoamericano” no se logra retando al poderoso vecino y menos cuando el invasor de Ucrania no es Estados Unidos sino Rusia en una acción que justifica Putin como la “recuperación de lo que es de la madre rusa”.
Por si no lo ha notado el casi indeseable inquilino del virreinal inmueble, los aliados del mundo libre apoyan a Ucrania y gracias a la ayuda proporcionada y por fuerza militar propia, los ucranianos han resistido 19 meses la ofensiva del “poderoso ejército ruso”.
La invasión rusa es vista como una acción bélica que tiene como objetivo demostrarle al mundo que es la “potencia” y para ello su dirigente, el dictador Vladimir Putin –¿o hay otra forma de llamarlo?- recibe en el Kremlin, porque si abandona territorio ruso lo aprehende la Interpol, a sus pares –dictadores- o envía a su canciller, Serguéi Víktorovich Lavrov, a realizar visitas a los presidentes de Cuba, Nicaragua, Honduras y Venezuela. Al Kremlin ha llegado Xi Jinping, Kim Jong-Un, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Clavel y Daniel Ortega. Xiomara Castro se acercó a China e incrementó su relación con Rusia.
López ignora las medidas impuestas por los miembros de la OTAN, de la que son parte fundamental la Unión Europea, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania y Canadá y que mantienen bloqueado el comercio ruso y sus operaciones bancarias las tiene que realizar a través de Cuba.
¿Por qué invitar al invasor y no al invadido?
Debe ser una razón de “principios”, de “moral”, de “honestidad (valiente)” y de provocar al vecino para que se dé cuenta de que México no está solo.
A luces vistas, la explicación es patética.
Cada día se corrobora que poco le importa el país y que su intención es seguir los pasos de Putin, de Jong-Un, de los Castro, de Ortega, de Maduro.
¿Es lo que quieren los mexicanos para su país?
No hay necesidad de darle vuelta al tema. ¿O sí?
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