Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Desde que se tiene memoria –entre el siglo pasado y el actual- a todas las ceremonias de El Grito están invitados representantes de los Poderes Judicial y Legislativo. Se conjuntan los TRES PODERES DE LA UNIÓN, como en otros eventos: el desfile del 16 de septiembre, el del 20 de noviembre, la conmemoración del aniversario de la promulgación de la Constitución el 5 de febrero, entre otros.
Los presidentes civiles desde 1946, han respetado el protocolo establecido desde el primer informe de Guadalupe Victoria. El Día de la Independencia es el más importante para ratificar la soberanía y el establecimiento de la República Federal.
No todos los Jefes del Estado Mexicano han tenido relaciones de terciopelo con los otros PODERES DE LA UNIÓN. Y sin embargo, respetaron su independencia y acataron lo que rechazaban los legisladores o los ministros.
La costumbre señala que en el balcón central, después de las arengas, tocar la campana de Dolores y tremolar el lábaro patrio, acompañan al Presidente de la República, en loe extremos y ahí mismo estarán los secretarios de Defensa y Marina. No permanecen todo el tiempo de la exhibición de fuegos artificiales. Cada cual permanece en el área destinada a su presencia.
El presidente en turno siempre está acompañado por esposa. Después del acto protocolario, se le une la familia. Los hijos.
Este viernes solamente estará un hombre que, por sus pantalones, decidió acaparar los tres poderes y dejar sin presencia a los legisladores y ministros.
Todo, en el segundo caso, porque no hay una relación amistosa y son representantes de los delincuentes de cuello blanco. “No quieren la transformación”, acota con rabia.
Hay situaciones políticas que están por encima de los berrinches, los enfrentamientos y las venganzas. No hay certidumbre de que los ministros o el presidente del Congreso de la Unión –quien preside la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados ejerce el otro cargo al unísono- tengan ansias de asistir a la noche de El Grito en Palacio Nacional. En el pasado se buscaba estar presente para realizar, en realidad, “relaciones públicas” con los más de 500 invitados al festejo.
Hasta ahora no se ha informado si el cuerpo diplomático acreditado en México recibió invitación o si también se le ignoró. Tampoco se ha dado a conocer si la cúpula del sector privado, los líderes sindicales de las debilitadas centrales obreras y periodistas, de los de a de veras, estarán al interior de Palacio Nacional o permanecerán aislados. No será en el Salón Tesorería porque la noche del 15 se sirve cena.
A propósito: ¿se repetirá el menú de tamales de chipilín?
Excluir de una ceremonia oficial y de trascendencia nacional e internacional a los representantes de dos de los Poderes de la Unión, no es una buena señal.
Es como si desde ahora el huésped temporal de Palacio Nacional iniciara su personal proyecto de ser el poseedor de los otros poderes.
Aunque negó en repetidas ocasiones, que con su presidencia se terminó el “poder de los poderes”, su actuar revela lo contrario. Por cierto, hace buen tiempo que no utiliza la frase y ello podría preludiar que abandonó sus “principios, su honestidad personal” de entender que gobierna un país cuya Constitución, que protestó cumplir y hacerla cumplir, establece la independencia de los PODERES DE LA UNIÓN.
El que entregó el bastón de (no mando) confunde la investidura presidencial con el sentimiento de odio personal. Por eso el país está cada día más dividido… aunque acapare los poderes.
Probablemente no acaba de comprender lo mínimo de matemáticas y por ello no se da cuenta de los millones de ciudadanos que están hartos de su gobierno. Es un déjà vu del gobierno anterior y que, justamente por el hartazgo, votó por quien ha representado el menos brillante –no se trata de una ofensa para los inteligentes- presidente de México.
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