GERARDO LAVALLE
Este viernes 15, se va.
Y deja un mal sabor de boca fomentado por la sumisión.
Olvidó sus orígenes y optó por sepultar la dinastía y mostrarse como un demócrata.
Perdió su candidata –aunque negara que la impuso- no porque fuera mala como tal.
Fue derrotada por el mal gobierno que se pintó de rosa y nunca hizo florecer la mata.
Llegó al poder con un mínimo de diferencia. Apenas 4 puntos y para su mala suerte, debió lidiar con quien ahora lo sucederá y que durante cuatro años lo sometió a sus caprichos, le negó recursos, no le avaló programas.
Parte, inicio, de la venganza que habría de consumarse aquel no tan lejano domingo 4 de junio.
Durante los tres meses anteriores, fue público que no brindaba su apoyo ni a su partido ni a su candidata. Muchas voces se elevaron para denunciarlo y, siguiendo el ejemplo, o a lo mejor él lo impuso, del personaje que habita en Palacio Nacional de manera temporal, no las escuchó.
Los años de gloria, de festejos familiares desde el abuelo pasando por el padre y finalizando con el nieto, como las golondrinas, no volverán.
No surcarán más el espacio del estado más poblado del país y en el que la pobreza crece, la inseguridad avanza de manera alarmante, el crimen organizado y el narcotráfico se apoderaron de enormes extensiones, municipios y comunas.
Tienen el control en más de 60 de los 125 municipios que conforman la entidad.
Y el viernes será la última ocasión en que, como gobernante, dará El Grito de Independencia. Tañera la campana, tremolará el Lábaro Patrio y clamará los nombres de los personajes que nos dieron independencia.
¿Cómo será el festejo?
Difícilmente se puede definir, porque no hay nada que festejar.
Simplemente cumplirá con el rito y se irá, para siempre, sin que nada lo haga regresar.
Salvo, claro está, que reciba la recompensa por entregar la entidad con más ciudadanos para votar y, entonces, vuelva a sonreír, a mostrar los bien cuidados dientes y a lucir en el rostro la piel de juventud: sin arrugas ni gestos que hayan marcado la derrota y el sepelio de la dinastía.
¿PARTE DEL PACTO?
En cuatro años y 10 meses, el único expresidente que no ha sido declarado “culpable” de nada, salvo de abrir la puerta para enterrar el neoliberalismo, ha sido el primero del que se va.
Las sospechas salen a la luz. Desde el principio de la actual administración federal, la que sucedió al mexiquense, se habla de un “pacto entre los dos” –y no es la canción La Mentira debida a la inspiración del guerrerense Álvaro Carillo- que se lee de dos maneras: el que se fue no metió ni las manos cuando lo golpeaban como costal de box y dejó que el opositor se llevara todo en el juego de la perinola; o bien, que para proteger su fortuna, cediera todo a cambio de que lo dejaran “ser libre para disfrutar la vida” después de haberse “sacrificado durante seis por el pueblo, cuya cultura, es la corrupción.
Se entendería que el primo perdió como consecuencia de ser una extensión del familiar de Atlacomulco.
Entonces cobraría fuerza la versión popular del pacto entre los dos.
El primo que se va este viernes, soñaba con emular a su abuelo, a su padre. Su primo, el otro, el que sí llegó a Palacio Nacional, se le adelantó en ocupar el cargo. Se advertía que todo estaba planchado para que el tercero de la dinastía lo sucediera. No ocurrió. Se atravesó un presidente municipal que amenazó con abandonar la disciplina e irse a oros lares políticos.
La espera para llegar se amplió. Sí, seis años.
Finalmente se apoltronó en el despacho del Gobernador, el mismo que se encuentra frente a la Plaza de los Mártires.
Y desde ahí miraba sus dominios.
LA ROSA ROSA QUE SE MARCHITÓ
Sin ser juego de palabras, el programa estrella del gobernante fue el color rosa.
Pero el rosal no floreció. Se negó a dar rosas color de rosa… y de ningún otro color.
Quienes la recibían, con los pétalos y las espinas sino en un plástico, lo agradecían… pero pedían más plásticos… aunque se tratara de atentar contra el medio ambiente.
Se marchitó.
Y aquellas personas que querían más y no recibieron lo exigido, decidieron cambiar de flor.
Optaron por una color guinda. Algo así como Astromelia, Lylis o Snapdragon Burdeos.
El vivero se cerró el 4 de junio.
Y la noche del viernes, solamente será el recuerdo que buscará olvidar al mirar su pasado.