Cambio, lo que no Ofrece el Partido en el Gobierno y Sólo Busca Continuidad 

 

*La Supuesta Transformación en  los Hechos, fue 

un Quítate tú Para Ponerme yo

 

*Oficialismo y Oposiciones Recurren a Sentimientos

de Pertenencia: Buscan a Indecisos

 

*Indicadores de que se Quiere Regresar al Maximato

o al Poder Oculto en Otro Presidente

 

*AMLO lo que Menos Desea es Transición y Anhela 

la Continuidad de su Ineficaz Proyecto

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN

 

La historia de la humanidad es el relato del cambio y la continuidad. De hecho, la permanente transición de nosotros como personas y como sociedad es la constante. De ahí que, como editorialistas en este caso, diagnosticamos o si se prefiere fotografiamos metafóricamente ciertos momentos políticos con algunas de sus circunstancias con el propósito de que quedan plasmadas a fin de brindar algunas exégesis coyunturales y estructurales, pues habrán de ser interpretadas en el presente y retomadas por los historiadores del mañana. En otras palabras, al interpretar los hechos sociales damos un punto de vista sesgado y subjetivo, pues no existe el periodismo libre de valores. De ahí que al desentrañar el acontecer político, en mi caso, lo asumo con responsabilidad y con la intención de enriquecer el análisis y el debate, ya que se avecinan en estos últimos días de agosto y los primeros de septiembre, días intensos que serán un parteaguas para los próximos doce años en la historia de México.  

 

El cambio y la continuidad son una relación dialéctica que en el ámbito de la política son utilizados como conceptos discrepantes. Léase, cuando se está en la oposición los partidos políticos proponen el cambio y cuando están en el poder nos hablan de continuidad y consolidación. De ahí que cuando a fines del siglo pasado el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) – con Andrés Manuel López Obrador incluido – aún no habían tenido la experiencia de gobernar nos proponían a los ciudadanos el cambio como una opción válida de desarrollo. Ahora que ya hemos visto gobernar a unos y a otros e incluso hemos visto el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos queda claro a los ciudadanos que los cambios propuestos en la práctica son de matiz y del estilo personal de gobernar. Queda claro que con la actual gestión la realidad es que el crecimiento económico apenas llegará a dos puntos, la inseguridad pública crece, la calidad de los servicios de educación y salud son apenas aceptables, la política laboral es incipiente y la infraestructura avanza muy lentamente. En pocas palabras, el cambio ofrecido es una quimera y la continuidad es una prolongación de seguir gozando del privilegio de mandar desde la confortabilidad del usufructo del poder.

 

EL PARTIDO EN EL PODER

YA NO PROPONE EL CAMBIO

Por lo anterior, hoy vemos y escuchamos al partido en el poder que ya no propone el cambio, ahora nos habla de continuidad al amparo de una inventada transformación. Nos abruma con una batahola de propaganda gubernamental y es incapaz de decirnos a través de sus cuatro mensajeros o despectivamente llamadas corcholatas acerca del rumbo, táctica, estrategia y destino que nos proponen. Hace seis años nos hablaban del cambio con sustento honesto y social y por sus resultados vemos un empequeñecido gobierno que arremete en contra de la vida institucional del país. Más aún, es triste observar que esa supuesta transformación sólo fue de partido en el poder, ya que en los hechos fue un quítate tú para ponerme yo.

 

Por su parte, ahora es la oposición la que nos habla del cambio. Con lo cual queda claro que el concepto tiene cierto atractivo auditivo y de mercadotecnia electoral, pero el Frente Amplio por México no explica la idea de evolucionar con sustento planeado. En otras palabras, un cambio requiere fijar objetivos, minimizar la incertidumbre, influir en la sociedad, involucrar al mayor número posible de ciudadanos, fomentar el prestigio de su movimiento, explicar desde el principio las reglas y los límites del cambio y establecer que se trata de una necesidad y de una demanda social. Más aún, nos debe advertir que el cambio será estable con lo cual ya debe tener en lo posible listas las respuestas acerca de lo que propone cambiar y lo que perdurará, sobre todo nos debe mostrar las pautas de la estrategia, de la táctica y de la evaluación. 

 

Tanto la fuerza gubernamental como la del Frente Amplio por México recurren a los sentimientos de pertenencia de sus respectivos partidos y tratan de hacer atractivas sus propuestas, sobre todo, desean convencer a los indecisos pues ellos serán quienes se conviertan en los fieles de la balanza. Empero ambas fuerzas contendientes se desenvuelven en las órbitas de lo macro político, lo macro económico y lo macro social. Sus enfoques aparecen muy lejanos de la ciudadanía y por lo mismo su capacidad de convencimiento es hasta el momento pobre.

 

Será hasta después del quinto informe, ya con candidatos o candidatas definidos que será más fácil para las partes explicar con claridad sus objetivos y metas gubernamentales. Sabremos de la conformación de los equipos, de los perfiles que rodearán a los o las aspirantes y tendrán que utilizar lenguajes propios, demostrar actitudes y aptitudes orientadas a resultados y sobre todo talentos y talante en las encrucijadas de la política nacional e internacional.

 

El reto para Morena y en lo especifico para su elegido o elegida es trascender el proyecto transexenal que su líder histórico teje todos los días. Hay demasiados indicadores de que la idea del tabasqueño es regresar al Maximato o ejercicio del poder detrás del trono o silla del águila. De ahí que la o el ungido debe cuidarse de no hablar del cambio más allá de ajustes mínimos y necesarios. En todo caso le convendrá repetir la ya trillada frase del propio presidente “continuidad en el proyecto de transformación” que a todas luces es una paradoja demagógica.    

 

NECESARIO CONOCER

LA PROPUESTA DEL FAM

Por su parte, el programa de gobierno que nos proponga el Frente Amplio deberá contener sentido institucional, originalidad y la proyección y despliegue del cambio propuesto que atienda la productividad y ensanche las oportunidades laborales, mejoras en la Administración pública y su realineamiento, confianza en la inversión privada, racionalidad en el manejo de los recursos sin los extremos de la llamada austeridad republicana, políticas públicas destinadas al desarrollo sustentable, presencia internacional, reconfiguración encauzada hacia la calidad en los servicios públicos de salud y educación, un gobierno abierto, transparencia y rendición de cuentas, una orientación responsable de la política social que vaya más allá del clientelismo electoral y, sobre todo, una decidida acción en materia de seguridad pública. Todo en el marco de recuperar el Estado de Derecho y la vida institucional. 

Las campañas políticas que se avecinan serán evidentemente responsabilidad de los partidos políticos, del Instituto Nacional Electoral (INE) y de la organización, en su caso, de los candidatos independientes. Pero en esta ocasión confío en que muchas organizaciones de la sociedad civil estarán presentes y ellas podrán informar sin pretextos acerca del rumbo y del sentido del cambio y continuidad que nos propongan a los ciudadanos.

 

En lo personal no soy simpatizante del bipartidismo. Además de que no veo en el denominado Movimiento Ciudadano (MC) la tercera opción. Pero la coyuntura actual obliga al entendimiento entre partidos mediante alianzas antes inimaginables con el propósito de reconfigurar el pluripartidismo democrático con sus valores de inclusión, tolerancia, libertades, equidad y diálogo. Las circunstancias actuales nos hablan de que el cambio no está claro en Morena. De hecho, se ha convertido en el partido oficial y eso le otorga un halo de autoridad hegemónica y por lo mismo conservadora. Más aún porque hasta el momento ese movimiento envuelve al Estado y a veintidós entidades federativas, de ahí que se aprecia la ambición del primer mandatario de convertir a México en país de un solo hombre con lo cual lo que menos desea son cambios que en un momento dado alteren sus planes. 

 

LA DIFERENCIA NO

ES SEMÁNTICA

¿Qué cambiar y a qué dar continuidad? es el dilema que enfrentan las corcholatas de Morena y, aunque se pueda considerar un contrasentido, esa misma pregunta se formulan en el cuarto de guerra del Frente Amplio por México. Queda claro que la tarjeta del Banco del Bienestar para las personas de la tercera edad ya es intocable y ninguna de las dos fuerzas contempla desaparecerla. Pero hay otros rubros que deben cambiar, tal es el caso del actual modelo educativo. Para Morena son varios los asuntos delicados. Para la oposición no hay la misma cantidad de temas en la agenda. Empero, cuando se llegue al rubro de las fuerzas armadas seguramente saldrán chispas en ambos cuarteles.

 

La estrategia de un cambio siempre es más difícil que la de la continuidad. La primera exige explicaciones, justificaciones y análisis de costos financieros y materiales; tal vez el ejemplo de la cancelación del aeropuerto de Texcoco sea ilustrativo, pues la decisión en el marco de la relación costo/beneficio nos indica que, por más méritos que se le quieran colgar al aeropuerto Felipa Ángeles, fue un cambio inoportuno, desaseado e inútil.      

 

Posiblemente en Morena intenten jugar al gatopardismo, léase, cambiar para que toda siga igual. Se trata de una argucia históricamente probada si se maneja con inteligencia. A la vez, si la mascarada es burda y grotesca, dicho gatopardismo será el enterrador de ese movimiento político.

 

El cambio profundo, orientado, con objetivos claros, con estrategias y tácticas acertadamente delineadas y con la sensibilidad política necesaria, así como con la comprensión del contexto social es fundamental si se quiere redefinir el rumbo de la nación. Toca ahora analizar los resultados de las encuestas y los dedazos que las interpretan. Posteriormente debemos dar seguimiento pormenorizado a las campañas electorales. A partir de ahí ya podremos evaluar si el cambio y la continuidad son comprendidos o lo que habrá son propuestas electoreras y continuismo ramplón. Es decir, campañas semejantes a las anteriores, tediosas y carentes de los fundamentos conceptuales y estructurales de un cambio necesario. La suerte ya está echada y veremos qué tan capaces y competentes serán las personas que nos quieran convencer de que votemos por ellas. 

   

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