Tan Buena la Pinta Como la Colorada

*Xóchitl y Beatriz: Féminas del México Profundo

NIDIA MARIN

Son gente que nació en el campo mexicano. Sí, tan buena la pinta como la colorada.

Ambas nativas del centro de la República, de pequeños pueblos, aunque de etnias distintas. Una, Beatriz, descendiente de nahuas y la otra, Xóchitl, de otomíes. La tlaxcalteca, de 70 años de edad, nacida en un pequeño poblado y también zona arqueológica (San Esteban Tizatlán que hoy tiene tan sólo 6,114 habitantes) y la hidalguense, de 60 años (nativa de Tepatepec, Hidalgo, pueblo actualmente con 11,335 habitantes). Sí las dos aspirantes pertenecen al “México profundo”, como le denominara el escritor Guillermo Bonfil Batalla.

Beatriz Paredes y Xóchitl Gálvez actualmente compiten por la candidatura a la presidencia de la República del Frente Amplio Progresista y ello es un respiro para millones de mexicanos ante tanto abuso y patanería exhibida por la chafa corcholatería.

Hoy, después de tantos años de lucha, cada quien en su trinchera y con mecanismos distintos, contienden y exhiben ante los mexicanos que es posible tener respeto y enfrentarse sin insultos ni manotazos, ni dar lastimosas exhibiciones de ignorancia como ha ocurrido con las corcholatas de Morena.

Para el lastimado sector campesino de hoy, la participación de ambas mujeres es una luz al final del azaroso trayecto que han tenido, fundamentalmente en los últimos cinco años, con la desaparición de instituciones que beneficiaban a los trabajadores del campo, como era la Financiera Rural abatida por el actual gobierno apenas en mayo pasado.

Por lo tanto, la Atención a Jornaleros Agrícolas tampoco existe, ni la Capacitación para Productores e Intermediarios Financieros Rurales, además del que se denominaba Apoyo a Unidades de Promoción de Crédito.

Hoy el sector campesino sufre y no solamente por la eliminación de programas financieros, sino también por la intervención abierta y descarada del crimen organizado en todas, absolutamente todas las entidades del país productoras de alimentos.

Y surge la pregunta ¿es el crimen organizado el dueño del campo mexicano?

Aun no por completo, sería la respuesta.

Pero hay que recordar todos los sucesos de sangre, de violaciones a las normas, de inseguridad galopante y condenable, ocurridos con productores y trabajadores en los cinco estados fundamentales en su producción: Jalisco, Veracruz, Oaxaca, Chihuahua y Sinaloa. También en otros de importancia en la materia, como Tamaulipas, Michoacán, Guerrero y Zacatecas.

El propio gobierno actual ha asegurado en voz del titular del Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural de México, Víctor Villalobos que, en el país, aproximadamente 24.6 millones de hectáreas están directamente orientadas a la agricultura y otros 5 millones están abandonadas, pero con un gran potencial para ser incorporadas a las actividades agrícolas.

Además, ha dicho que aproximadamente 109.000 hectáreas están dedicadas a la ganadería y hay 11.000 kilómetros de litoral para la pesca, que se suman a aguas interiores con un desarrollo creciente de la acuicultura.

Pero…

No se entiende que desde la más alta tribuna del país se ordene ordeñar las arcas públicas y acabar con programas que fueron una buena herramienta para productores de gran, mediana y menor escala.

Mucho menos se entiende la tonta política de “abrazos no balazos” y tampoco la estúpida frase de acusarlos ante padres y abuelos, cuando los delincuentes usan minas, drones y muchas armas de guerra para atacar a pequeñas y grandes poblaciones, asesinar a campesinos y familias completas, así como todos los hechos sangrientos que estamos viviendo.

Ello, sin contar con los asaltos y el cobro de los delincuentes por no atacarlos. En esa situación están: aguacateros, trigueros, maiceros, sembradores hortícolas, arroceros, frijoleros, limoneros, sorgueros, chileros, cañeros, tomateros, alfalferos y paperos.

Pero al habitante del ombligo de la República, allá por el zócalo, no le importa y miente ante esa problemática o se burla, por lo que cada vez son más claros sus contubernios y sus intereses, que no son precisamente los de todos los pobladores de México.

De ahí que el arribo de cualquiera de las dos mujeres netamente mexicanas y comprometidas con los sectores menos favorecidos del país, sin comprarlas a plazos, sean la esperanza para 27millones 256,127 mexicanos que son la mano de obra en actividades agropecuarias o forestales de las unidades de producción, de los cuales 22.8 millones son hombres y 4.4 millones, mujeres.

Pero no solamente son la perspectiva para ellos, sino también para sus familias y para millones de mexicanos que radicamos en las grandes y pequeñas ciudades del gran país que es México, hoy casi en añicos.

 

 

 

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