Derechos y Deberes de la Oposición

 

*Están en la Constitución y las Ignoran

por Inmadurez Política

 

*Ejecutivo y Legislativo se Necesitan 

Para Lograr Gobernanza

 

*Existe la Oposición Contestataria, Necia 

y Reaccionaria que Daña 

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

La oposición en la democracia existe desde hace siglos tal como lo demuestran casos documentados en la antigua Grecia. En los Estados modernos la oposición democrática es la expresión madura y pacífica de los partidos perdedores en la contienda electoral. Decimos que una democracia tiene madurez cuando las instituciones están por encima de los caprichos personales de los políticos, cuando los derrotados en la contienda electoral son capaces de aceptar que el voto popular no los favoreció y cuando los vencidos capitulan anteponiendo la razón y controlan sus impulsos al actuar honorablemente dentro de los mecanismos político-jurídicos al reconocer al triunfador. Más aún, en las contiendas electorales hay dos grandes apartados; a) el correspondiente al poder Ejecutivo y b) el del poder Legislativo. Respecto al primer caso solo hay un ganador y varios derrotados. Por lo que respecta al segundo se ganan o se pierden curules con lo cual se redefinen mayorías y minorías. 

En lo general, hablamos de oposición cuando los partidos perdedores se materializan jurídica y políticamente en el poder Legislativo mediante representantes populares. En el caso mexicano desde la administración del presidente Zedillo hasta nuestros días, los partidos de oposición acrecientan su presencia en el segundo periodo o trienio en la Cámara de Diputados. Incluso han llegado a ser mayoría simple cuando se han aliado. 

Un país con oposición es un país rico en debates y construcción de consensos. A cualquier presidente le conviene que exista oposición y si es inteligente la escucha y la considera seriamente. A la vez, una oposición que no concilia en lo fundamental con un ejecutivo se convierte en contestataria y reaccionaria. Son dos fuerzas políticas que se necesitan y, por el bien de una nación, se complementan. 

Las responsabilidades jurídicas y políticas que tienen los senadores y diputados dada su calidad de ser oposición son actuar con inteligencia crítica y, en su caso, propositiva a fin de acotar los abusos del poder Ejecutivo, pues sus compromisos legislativos son, entre otros, fungir como contrapeso con lo cual deben evitar excesos de poder y usurpación de funciones. También, han de preservar su independencia ya que se trata de dos poderes autónomos. Deben además especializarse como órgano garante de emitir leyes prudentes, incluyentes y del interés público. Saberse oposición no es estorbar, bloquear, zancadillear o manifestarse en contra de todo por el simple hecho de que no gobiernan. Su responsabilidad es el bien común y lo inteligente es sumarse si las iniciativas oficiales son benéficas para las mayorías.

Ser oposición es saber que en una democracia no se gana siempre, ni se pierde siempre. Por eso una oposición inteligente evita proponer y aprobar leyes estrujantes e inviables en la operación de la Administración pública, ya que luego de ser el caso – como le ocurrió al PAN y ahora a Morena – cuando llegan al poder se ven impedidos a agilizar la prestación de bienes y servicios públicos. 

La oposición contestataria, necia y reaccionaria que demuestra poca inteligencia emocional y mínima sensibilidad prospectiva es algo que desafortunadamente hace acto de presencia en el siglo XXI mexicano, semejante a la decimonónica por la cual en gran medida perdimos más de la mitad de nuestro territorio. En otras palabras, hoy Morena padece lo que sembró cuando fue oposición y ahora culpa al neoliberalismo de lo que ella esparció. 

Por supuesto que la oposición mexicana del siglo XXI también ha tenido momentos de lucidez y ha propuesto leyes e instituciones ejemplares, pues colaborar no es traicionar. Empero, en nuestro país parece predominar el radicalismo del todo o el nada y eso no es el sentido fundacional de la oposición. Es claro que el presidente López Obrador desea que no haya oposición en México. Está convencido de que el autoritarismo vertical descendiente es la mejor forma de gobierno.

Confundir la verdad con la opinión de la mayoría parece ser la moneda de curso de nuestros días en las conferencias mañaneras y la oposición ha caído puerilmente en ese juego. Predominan las ofensas ante las divergencias y con tales actitudes queda marginado el dialogo a fin de alcanzar el consenso necesario para lograr la gobernanza. De ahí que ni el gobierno, ni la oposición entablan acuerdos, sino un juego absurdo de mayoriteos y madruguetes. 

Los derechos y deberes de la oposición están plasmados en nuestra Constitución y las leyes que de ella emanan, pero pareciera que la inmadurez política, tanto del presidente López Obrador como de la oposición, es desnudar las espadas y vivir dándose estocadas. Así México no progresará.

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