Steven Pinker, En defensa de la Ilustración, Editorial Paidós, Barcelona, 2018. 744 páginas.
DAVID MARKLIMO
Hubo una época, allá por el siglo XVII, donde se decía que se vivía en la época de las luces. Se denominó de este modo por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón. Importantes ideas como la de búsqueda de la felicidad, la soberanía de la razón, y la evidencia de los sentidos como fuentes primarias del aprendizaje nacieron durante esta época. Ideales tales como la libertad, Igualdad, el progreso, la tolerancia, la fraternidad, el gobierno constitucional y la Separación Iglesia-Estado tienen su nacimiento también en esta época.
Ahora, el famoso Steven Pinker, autor de numerosos superventas en el ámbito de las ciencias sociales (La tabla rasa, Los ángeles que llevamos dentro), ganador del Pulitzer, colaborador en el New York Times y profesor de psicología en la Universidad de Harvard, aborda esta época con un apasionad libro, titulado nada más y nada menos que En defensa de la Ilustración. Allí se nos insta a ver con otra perspectiva los titulares alarmistas y las profecías de la perdición que juegan con nuestros prejuicios psicológicos. El libro, está dividido en tres partes: Ilustración, Progreso y la Última Razón, Ciencia y Humanismo.
Pinker utiliza la primera parte de su obra para darnos contexto sobre la Ilustración, explicarnos qué es, y porqué es tan importante: a su juicio, los principios de la Ilustración son los que han llevado a la humanidad al crecimiento vertiginoso de bienestar y progreso experimentado en el siglo XX y son los que nos deben llevar a un futuro todavía más prometedor. Quizá la segunda parte es donde radica el meollo de la cuestión: Pinker se ha dedicado a recopilar muchísima información que nos muestra en forma de datos y gráficos, con la que nos apabulla y nos ilusiona. El mismo autor reconoce que, para la mayoría de nosotros, nos resulta especialmente confuso discernir entre millones, miles de millones o millones de millones, por lo que se esfuerza en mostrar un contenido claro y de fácil comprensión. Se da una elegante evaluación de la condición humana en el tercer milenio, el científico cognitivo e intelectual. Se nos habla de conceptos muy interesantes: Progresofobia, Vida, Salud, Sustento, Riqueza, Desigualdad, Medio Ambiente, Paz, Seguridad, Terrorismo, Democracia, Igualdad de Derechos, Conocimiento, Calidad de Vida, Felicidad, Amenazas Existenciales y El Futuro del Progreso. Hay un estudio comparativo entre épocas y países según el tema a tratar: todos ellos nos indican que, como conjunto, nunca hemos estado tan bien.
Fácilmente, detectamos el fondo del texto: el optimismo, el mundo va mejor que nunca en cualquier indicador que tomemos. Pinker detalla como el pesimismo y el catastrofismo son propios de ciertos intelectuales que se dedican a profetizar una y otra vez el fin del mundo, así como añorar los viejos buenos tiempos gloriosos. Con datos en la mano, Pinker derrota una y otra vez estas hipótesis, mostrando datos que demuestran que no todo tiempo pasado fue mejor. La vida, la salud, la prosperidad, la seguridad, la paz, el conocimiento y la felicidad van en aumento, no solo en Occidente, sino en todo el mundo. Este progreso no es el resultado de alguna fuerza cósmica. Es un regalo de la Ilustración: la convicción de que la razón y la ciencia pueden mejorar el florecimiento humano.
La Ilustración ha funcionado. Pero hoy más que nunca necesita que la defendamos con vigor. Pero Pinker ha pasado algo por alto: el sueño de la razón produce monstruos, tal como lo alerta el grabado de Goya. ¿Qué quiere decir esto? El Holocausto, por ejemplo, está basado en múltiples cálculos y lleva todo un proceso científico. Podríamos decir lo mismo de la bomba atómica, ahora que está tan de moda hablar de Oppenheimer.
En defensa de la Ilustración defiende la razón, la ciencia y el humanismo: los ideales que necesitamos para enfrentar nuestros problemas y continuar nuestro progreso. Puede ser un libro que tienda a una ilusión y a dar rienda suelta a los excesos, pero no por ello deja de ser importante entender que la Historia no siempre es como la suponemos.
