POR ARGENTUM
Vaya que está elevado el tono de la discusión sobre los nuevos libros de texto que elabora el gobierno para los escolares.
Este tema tiene varias aristas desde las cuales se pueden observar varios aspectos. Por ejemplo, si por medio de los libros se tuviera la intención de adoctrinar a la población desde la niñez, la respuesta sería: no.
Para que una persona pueda adoptar una ideología, es necesario que primero aprenda a leer y escribir; para entender lo que se le quiere decir. O, en su caso, recibir una explicación clara y convincente.
Los actuales libros de texto no tienen esa particularidad. Tienen demasiados errores ortográficos, de dicción y datos falsos; además, considerables omisiones.
No es posible ideologizar a las personas con ejemplos tomados de hechos únicamente con valor político, no conceptual.
Los libros tienen apreciaciones personalistas de quien está al mando del país. De lo poco que ha trascendido acerca de los contenidos, no se detallan filosofías o estudios profundos de autores reconocidos. Lo que hay en sus páginas son juegos de filias y fobias de los partidarios del régimen actual, o de políticos que han sido etiquetados como los enemigos del presidente de la República. También contienen anotaciones de escaso valor histórico, que se contraponen con lo que siempre se ha impartido en las escuelas.
Es importante destacar un dato que nos da luz que los errores pudieran ser intencionales para fines siniestros.
Los libros que imprimió el autoritario Hugo Chávez, en Venezuela, tenían los mismos errores ortográficos, fechas que no correspondían a los hechos, nombres de provincias cambiados, información falsa. Igual que aquí.
Es decir, que los errores y deficiencias pudieran haber sido intencionales con el propósito de acostumbrar a la gente a asimilar información falsa. A creer, sin cuestionamiento alguno, cualquier información que emane del gobierno. Que los ciudadanos desde pequeños se acostumbren a desinteresarse por cualquier cosa que se diga o escriba, que vaya contra los intereses del gobierno en turno.
De lo contrario no podía entenderse cómo hayan pasado por alto la correcta colocación de los signos ortográficos y otras mentiras.
Los libros de texto son elaborados por una línea de científicos para que los contenidos tengan el sustento requerido para la formación educativa de los infantes. También son revisados por expertos en gramática y ortografía para que todos los signos ortográficos deban estar donde les corresponde; otros se encargan que lo que se diga sea comprendido por los niños. Estos libros no cumplen con estas reglas.
De otra manera no puede entenderse fallas como cambiar el nombre a estados de la República, o modificar el tamaño de los planetas del sistema solar, o cambiar fechas de nacimiento de personajes altamente reconocidos por la historia nacional.
Sin embargo, lo que sí encaja en todo esto, es una forma complementaria de alienación mental.