Víctor Alarcón Olguín*
Estuve en la Argentina (concretamente Buenos Aires) durante tres semanas. Caminé las calles, revisé los medios y la propaganda electoral, así como escuché con mucha atención a mis colegas politólogos/as quienes todavía con cierta esperanza se movían sobre pronósticos que colocaban como cabezas de las PASO a las fórmulas de Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta, respectivamente.
Y en un segundo bloque de menciones estaban Bullrich y Grabois (las fórmulas alternas de las coaliciones opositora post Macri y peronista), pero con menos expectativa. Sin embargo, la presencia de Javier Milei estaba ahí. “Ojalá no”. “Los sectores castigados por la clase política y la juventud lo están escuchando”.
Pero Milei y Bullrich han obtenido un resultado sobresaliente (alcanzando el 32% y el 17% respectivamente), y esto obligará a un escenario de claro abandono del kirchnerismo (que solo sacó un 25% acumulado) y ceder el espacio en la Casa Rosada. El desgaste financiero provocado por los acuerdos con el FMI y no poder ir más allá de las ayudas sociales marcan el preámbulo final de un estilo de hacer politica. Mucho se aducirá que no fue provocado por ellos, pero finalmente la gestión de la crisis y los escándalos de corrupción les están pasando una factura muy alta que les ha desbordado.
¿Qué sigue? Meses con mayor incertidumbre de aquí a octubre cuando se realice la primera vuelta presidencial con un electorado dividido en tercios por ahora, pero donde las corrientes secundarias del macrismo y el kirchnerismo valorarán sumarse o no a las cabezas de serie (Bullrich y Massa).
Pero los acuerdos cupulares quizás no le alcancen a la clase política, y el electorado.de base (presionado por la inseguridad, la inflación y carestía galopantes) termine por cruzar las líneas e intente darle el triunfo a Milei incluso en una primera vuelta, cuyas promesas de corte anti político atienden más a la emoción que a la concreción de propuestas sólidas.
Milei es la expresión de una derecha libertaria que piensa mucho sobre la base de romper las estructuras corporativas, combatir la corrupción y emprender una estrategia de mano dura para erradicar la presencia del narcotráfico y la inseguridad. Nada distinto de lo prometido por gestiones como Piñera o Bolsonaro en Chile o Brasil. Un escenario que abiertamente apostaría por hacer cirugías mayores, pero que evidentemente la “mano invisible” del mercado y la “mano dura” del control policial (encarnado por Bullrich) difícilmente serán suficientes para lograr un giro como ese en tan corto tiempo.
Pero el tren ya salió de la estación y solo un ejercicio inédito de gran coalición nacional haría que Milei pudiera ser detenido, cosa por demás improbable. Por desgracia, lo más factible es que Bullrich vaya negociando desde ahora con Milei y eso lo catapulte aún más para ganar las elecciones en el querido país austral. Aunque es previsible que todavía se busque estirar la liga obteniendo tantas posiciones como sea posible en las cámaras del Congreso en la primera vuelta y así forzar a Milei para signar dicho pacto de gobernabilidad a partir de lo que resultase en la segunda vuelta en noviembre.
Sinceramente Massa no creo pueda tener un mayor recorrido con respecto a lo mostrado hasta ahora en su campaña. Reinventar una candidatura en tan corto tiempo implicaría pedir un control total del proceso (cosa que el presidente Fernández ya se lo ha dado de facto) y solicitar abiertamente al kirchnerismo (léase Cristina) ya no seguir en el juego político. Un salto mortal audaz para poder mostrar independencia y seguir en la contienda.
Lo que se presenta en el panorama argentino es un ejercicio muy interesante del cual vale la pena aprender, de cara a lo que nos espera el próximo año en que renovaremos al titular del Ejecutivo. La moraleja de esta historia es que la desesperación siempre será mala consejera.
Académico de la UAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.