Tolerancia y Pudor 

 

 

*Algo que Desconoce el Presidente y 

Contagia a sus Súbditos 

 

* El Discurso Populista es Maniqueista, 

Discriminatorio e incluso Peligroso

 

*La Escalera de la Intolerancia Empieza

Verbal y Termina en Violencia Abierta

 

*Tolerante con el Crimen Organizado con

su Política e Intolerante con la Oposición

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Uno de los temas que más me interesan en la vida política e histórica de las democracias es el de la tolerancia. Queda claro que en las dictaduras el argumento es inexistente. En las democracias es una de las categorías más porosas y elásticas en la teoría política, además de que es reflejo individual y social de la educación familiar y escolar, así como uno de los principios y valores de convivencia básicos en las sociedades abiertas, pues implica la definición de su uso, sus criterios y sus límites. Veamos, una definición elemental de la tolerancia es la capacidad individual y social de aceptar ideas filosóficas, políticas y religiosas de los demás, sin que se superpongan fanatismos, dogmas y prejuicios. De lo que se trata es de reconocerlas con indulgencia, tratar de entenderlas mediante la percepción de sus significados e intenciones y, en su caso, comprenderlas al hacerlas parte de una concepción de la vida social en su significado medular. De ahí que la tolerancia tiene al menos dos acepciones; por un lado, la positiva que significa el entendimiento de otras ideas y formas de vida y, por el otro, la negativa que se utiliza peyorativamente como sinónimo de “te soporto porque no puedo matarte”. Tal vez en la frase de Voltaire encontramos el concepto de la tolerancia en su sentido positivo cuando escribió “estoy hasta la muerte contra lo que dices, pero defenderé con mi vida -si es preciso – el derecho que tienes a decirlo”. Por eso, en nuestra vida contemporánea, la tolerancia es uno de los principios fundamentales de la democracia y de la vida cotidiana. Sobre todo, porque lleva dentro de esa acepción el apartado de los límites. Léase, reconocer la existencia de las otras ideas y concebirlas entre los márgenes del ser y del deber ser. Por lo anterior, la tolerancia es una capacidad aprendida de aceptación de ideas y circunstancias diferentes. De ahí que es la admisión manifiesta que expresa valores propios y ajenos.  

 

En una democracia la tolerancia tiene límites que son muy diferentes a la intolerancia que oscila entre la ignorancia que margina, desprecia y minimiza, hasta a la persecución e incluso el exterminio. Es decir, los límites de la tolerancia son una expresión que se cimienta en la armonía social, la crítica constructiva, el respeto a la privacidad y la convivencia pacífica. De ahí que el pluripartidismo democrático es un bien social de la tolerancia dadas sus cualidades de ser representativa, incluyente y sustentada en la igualdad jurídica, la equidad social y la concordia pacífica del diálogo. 

 

Pero ante la actual desilusión social de la democracia y la emergencia del populismo, entendido convencionalmente como la posición dicotómica entre el pueblo bueno y sabio de origen humilde y las élites riquillas (incluidas las clases medias) que despojan de la riqueza a ese pueblo; vemos que gran parte del discurso populista es maniqueísta, discriminatorio e incluso peligroso. Léase, intolerante.

Ese discurso populista, agresivo, intolerante, fanático y dogmático se viste de un hipócrita pudor social moralista y peligroso, pues no me refiero a un cuerpo desnudo relacionado con el sexo; más aún, la sociología ya demostró que el pudor es, en efecto individual, pero también abarca la esfera de lo público. De ahí que el pudor público en el populismo es el fingimiento del domino del bien y del mal y por lo tanto a la subordinación de la ley por parte del líder populista. Léase, la exaltación de ánimos y sentimientos, en este caso resentimientos y rencores en defensa de una intimidad supuestamente virginal e inmaculada llamada cuarta transformación. 

 

La intolerancia y la falsa vergüenza pudorosa son características de un régimen populista que socava instituciones, falsea información, miente descaradamente, se niega a rendir cuentas e inventa enemigos a los que señala de conservadores, pero aún no precisa qué hacer con ellos. Ha abierto las puertas de la especulación y no dice si es necesario marginarlos o expulsarlos del país o simplemente con violencia y sin recato destruirlos. En otras palabras, la actual administración ya dividió socialmente al país y ya se asumió como la defensa popular en contra de los enemigos de su proyecto intitulado transformador. 

 

La intolerancia es una escalera que empieza con el señalamiento de los enemigos, le sigue la ofensa verbal, después la persecución focalizada en contra de unos cuantos, luego el golpeteo arrojando la piedra y escondiendo la mano, finalmente arriba a su último peldaño: la violencia abierta en contra de quienes piensan diferente.  La gestión lopezobradorista ya pasó del señalamiento de los enemigos y ahora está en las ofensas verbales, es cierto, no ha dado un paso más allá. Pero al hablar de un Coordinador Nacional de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación abre la posibilidad de que grupos o personas ya fanatizadas persigan con violencia física a quienes consideren enemigos de su proyecto. Sobre todo, porque ya no es un problema de la razón y de la tolerancia, sino de la enajenación ideológica que en nombre de defender la llamada cuarta transformación ya no sabe escuchar y mucho menos conceder en el nombre de la política y el pluripartidismo.

 

El contubernio que la intolerancia despliega en un gobierno de corte populista es aquel que define a su conveniencia el concepto de pudor público desde la cúspide del poder, luego se vanagloria de sus perversidades con falsas sonrisas socarronas y vuelve insaciable su crueldad. Disfruta envilecer e incomodar, ya que una corte de abyectos juglares aplaude y alaba a su líder debido a que ya tiene su cerebro en el estómago. La falsa modestia arropada en austeridad republicana y pobreza franciscana con el propósito de encubrir obras faraónicas se hace posible debido a que alaba la ceguera y la obstinación como causas análogas al cultivo de las aparentes virtudes.

 

El panfleteo oficialista convertido en redes sociales y cuyo origen son las conferencias mañaneras ya se convirtió en un discurso monotemático, debido a la visión unidimensional en la que caen la intolerancia y el falso pudor del respeto a toda la población. Cuando se pierde la visión de conjunto es porque desde la cúspide gubernamental nuestro primer mandatario ya olvidó la génesis, desarrollo y posibilidades de las ventajas de la inclusión, la equidad, la igualdad y los valores democráticos, empezando con el de la tolerancia.

 

Es claro que todos deseamos que nuestro país prospere y que el desarrollo integral sea una realidad. También queremos que nuestros gobiernos sean impulsores de la calidad de vida e incluso vemos con simpatía que en materia de lucha contra la delincuencia se aplique el principio de cero tolerancias en contra de ella y de la corrupción. Empero, lo paradójico de la actual administración es que se comporta tolerante con el crimen organizado mediante su política de “abrazos y no balazos” y, a la vez, intolerante con los partidos políticos de oposición y con algunos periodistas y medios de opinión que pensamos diferente. Las excentricidades de nuestro presidente de considerar a la ley como un cuento y sus extravagancias de minimizar el respeto a la naturaleza y el medio ambiente son un tema serio, pues nos dicen mucho acerca de su idea de pudor político.

 

Es cierto que la historia y la biografía de nuestros presidentes y sus gobiernos, solo para hablar de México, están teñidas de anécdotas y extrañezas que en muchos casos nos ruborizan e indignan, son pasajes de la historia nacional irreconciliables con la prudencia, la razón y el sentido común. No incluyo aquí la tolerancia, porque ésta es un valor relativo que muy poco a poco fue germinando en la vida nacional. Sobre todo porque en sus orígenes, léase desde la conquista, la intolerancia religiosa fue concebida como un valor social que se tradujo en principio político. De ahí que muchos capítulos de nuestra historia del siglo XIX están salpicados de intolerancia entre centralistas y federalistas, así como entre liberales y conservadores. De hecho, tampoco floreció a principios del siglo XX con los primeros gobiernos revolucionarios. La intolerancia y la idea del pudor público se materializaron inclusive en la secretaría de Gobernación mediante la creación de un órgano administrativo abocado a la censura de libros, películas, obras de teatro, periódicos, revistas y programas de radio y televisión.

 

El proceso de maduración de la tolerancia fue rindiendo sus primeros frutos hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo pasado. La presencia fortalecida de los partidos de oposición y el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones fueron impulsores fundamentales de la tolerancia y la convivencia de ideas y también son catalizadores de la transformación de la idea del pudor público.

 

La llegada de la tolerancia al siglo XXI como parte de un sistema de valores, de formas de convivencia y de excepciones, tanto en las órbitas de la vida política como de la vida nacional, la cultura incluida, está llena de sabidurías y de ironías. De ahí que tal vez una de las contradicciones más sorprendentes de la actual gestión es que el presidente que presume de ser una persona liberal se comporta como un conservador intolerante y un hombre de pudor decimonónico semejante a los personajes de las novelas de la época victoriana. Castiga y premia con criterios visiblemente personales y alejados de la investidura de jefe del Estado mexicano.

Está decidido a defender su proyecto como si se tratase de un acto de fe. Por eso no es una casualidad que haya calificado despectivamente a sus colaboradores de corcholatas y, ahora, ante la creciente animadversión hacia su quimérico e indefinido programa de transformación definió que su sucesor será el paladín o Coordinador Nacional de los Comités de la Defensa de la Cuarta Transformación. Lo cual es emblemático ya que la definición militar de defensa es la posibilidad inmediata de reacción sin violencia de ser preciso, pero con violencia de ser necesario. En otras palabras, el mensaje que se nos manda desde el palacio nacional es que no habrá tolerancia hacia la oposición en las próximas elecciones y tampoco imperará algún tipo de pudor público en caso de que Morena pierda representatividad política.

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