Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
De acuerdo con Wikipedia el pan de muerto se remonta a la época prehispánica, al México antiguo en donde ya se preparaba un pan de amaranto y maíz seco y tostado llamado »mariposa» o »papalotlaxcalli» que se presentaba a los dioses como una ofrenda. Hasta aquí la cita. No se precisa en qué fecha se ingería pero sí queda claro que a la llegada de los españoles se cambió la antropofagia de los aztecas que comían el corazón de los sacrificados al que bañaban con azúcar y amaranto.
Después, el pan de muerto se volvió una traición muy mexicana y se come días antes de la celebración del primero y dos de noviembre de cada año, cuando se recuerda a los niños y adultos fallecidos.
Los panaderos mexicanos, sobre todo, son expertos en las creaciones del exquisito pan. Hace algunos años se mostró un nuevo modelo: relleno de nata o de mermelada.
Seguramente todos los mexicanos y los turistas que llegan por las fechas conmemorativas para recordar a los fallecidos, hemos comido la exquisita hogaza. Es verdad, su sabor es diferente a todas las demás piezas dulces que se venden en panaderías y centros comerciales.
A veces el deseo de comernos un panecillo con los “huesos cruzados” sobre el lomo, no hace agua la boca. Sabemos, sin embargo, que solamente en la temporada octubre-noviembre lo podremos encontrar.
Por ello es de llamar la atención que en la cadena Walmart ya esté a la venta en pleno verano.
Acaso, es reflexión, los empresarios lo hacen en homenaje a los miles de muertos que se registran a lo largo del año y más ahora que en solamente 7 meses han sido asesinadas 161 mil personas.
De ser cierta la percepción, habría que decirle al huésped de Palacio Nacional que sus omisiones para frenar la violencia y reducir el número de homicidios dolosos ha logrado lo impensable: cambiar de fecha una tradición ancestral.
Ya había obtenido el “privilegio” de cambiar las fechas, de manera ilegal, para el inicio de los procesos electorales. Eso le ha costado el mayor número de críticas en los últimos 10 meses y que aumentaron al dar luz verde para que las corcholatas comenzaran a recorrer el país para que “se identifiquen con el pueblo y los conozcan”.
El tema era previsible por la forma de gobernar, el estilo muy personal, como diría el sapiente Daniel Cosío Villegas, que se distingue por señalar que “no me salgan con que la ley es la ley” y por ello se brinca las trancas cuando le viene en gana.
Lo otro, lo del pan de muerto, sí que rompe los esquemas.
Y a lo mejor no es su idea. Pero ¿qué tal si proviene de uno de los genios que tiene como asesores?
Nada es descartable ene se gobierno. Excepto, claro está, la ambición de destruir el país y quedarse a observar las ruinas.
Por lo pronto, procuraré no indigestarme con el pan de muerto que ya está en las tiendas comerciales de la cadena más grande del país.
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