JOEL ARMENDARIZ
Después de tratar de reducir la inesperada irrupción de Xóchitl Gálvez, la narrativa se trasladó a los adversarios que buscarán alimentar las inconformidades a causa de la violencia y criminalidad que registra el país.
Se trata de negar lo innegable. Limpiarse el rostro de la ineficiencia para mostrar el de víctima, no corresponde a un presidente demócrata, o que presume serlo.
La semana pasada se registraron hechos criminales que provocaron no miedo sino pánico entre la población civil.
Primero, en Chilpancingo, se vivieron casi tres días de violencia extrema. Los pobladores de algunas comunidades fueron obligados o por voluntad propia, no se supo bien a bien, a sumarse a las protestas que, presuntamente, encabezaron “transportistas” que después fueron identificados como integrantes del cártel de Los Ardillos y enfrentaron a elementos del Ejército y la Guardia Nacional. Incluso, secuestraron a 13 elementos.
En el primer choque frontal no solamente cerraron la totalidad de los carriles de la Autopista del Sol, sino se apropiaron de un camión militar blindado, con el cual derribaron las rejas de palacio de Gobierno y el Congreso.
Podría suponerse que después de la “primera mesa de diálogo” conduciría a pacificar la capital del estado de Guerrero, dejar en libertad a los 13 soldados y devolver el vehículo militar.
Sin conocerse los acuerdos alcanzados en la reunión, al día siguiente la historia se repitió: nuevas marchas, nuevas agresiones, nuevos bloqueos carreteros, enfrentamientos, esta vez con policías estatales y, para sorpresa de todos, el camión militar, el blindado, encabezaba la nueva marcha.
Otra vez a la “mesa de diálogo”. Y la autopista quedo liberada, pero los criminales se quedaron con el vehículo blindado.
En Chiapas, la violencia se incrementó y según reportes de la prensa local, ya hay fallecidos por la semana de secuestros, enfrentamientos y quema de vehículos particulares y oficiales.
El gobierno del estado ha sido incapaz de contener la ola criminal que encabezan, según las fuentes oficiales, narcotraficantes que responden a los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nuevo Generación.
A mitad de la semana, en Tlajomulco, municipio que forma parte de la Zona Metropolitana de Guadalajara, fueron asesinados 4 policías y 2 agentes de la fiscalía estatal.
Días antes, por la desaparición de 7 jóvenes que trabajaban en un call-center operado por criminales, llevó a los investigadores a la Barranca de Huentitán, en donde hicieron el macabro hallazgo: cuando menos 40 bolsas de plástico negro con restos humanos.
En el estado de Guanajuato se mantiene el mismo status: asesinatos todos los días y, sobre todo, en fines de semana. La presencia de la Guardia Nacional, como en todos los casos, sirve para “resguardar las escenas del crimen”.
En Tamaulipas, Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo amanecen con bloqueos, balaceras, persecuciones y homicidios.
Michoacán no escapa del escenario y cada día se observa el avance de los criminales en la zona de Tierra Caliente, mientras el gobernador niega la violencia y sostiene que son los medios de comunicación los que inflan las informaciones. Las muertes se suceden un día con otro y las fuerzas federales, las estatales y las escasas municipales, no logran frenar el avance de la violencia.
EL GLOBO QUE SUBE Y
LA NUEVA NARRATIVA
Aunque las cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo de Seguridad son alarmantes en el número de homicidios dolosos, 83.6 cada 24 horas y la suma de los 4 años y 7 meses del actual gobierno alcanzó los 160 mil asesinatos con violencia y la propia secretaria de Seguridad Ciudadana lo admite, el presidente de la República minimiza los hechos.
Durante 13 días –al cierre de esta edición- desde Palacio Nacional, su residente temporal, emprendió una feroz campaña en contra de Xóchitl Gálvez, probable candidata de las oposiciones para la Presidencia de la República, descalificando su inesperada irrupción en la carrera presidencial.
El pasado miércoles el presidente López señaló, con su mala leche, que sus adversarios no lograron que el globo –Xóchitl- tomara altura y por lo tanto ahora se empeñarán en hablar de la violencia, la criminalidad, la inseguridad que reina en el país.
El cambio de narrativa confirma que el jefe de la banda –presidencial- está irritado, encanijado y algo más porque en su diseño de sucesión no esperaba la presencia de una precandidata que, de entrada, cobró popularidad inusitada.
Tan lo tomó por sorpresa, que con sus descalificaciones, falsas acusaciones y señalamientos misóginos, provocó que la afectada se hiciera más popular. Como remate, fue acusado con sus promotores en redes sociales, Jesús Ramírez Cuevas y Epigmenio Ibarra, ante el INE por “agresión política de género”.
Negar la realidad, la lacerante que deja a familias incompletas, hijos sin padres y madres sin hijos, no se puede ocultar con mensajes, discursos y monólogos cuyos contenidos ratifican la política de mentir hasta convertir la mentira en realidad.
Aquella promesa de que en 6 meses pacificaría al país, está quebrada, rota en mil pedazos sin intención siquiera de pegar algunos.
Nada hará cambiar la política: “abrazos, no balazos…” “pórtense bien o los acuso con sus abuelos y papás”.
La gente muere y el presidente utiliza engañifas para justificarlas.
Y no, de ninguna manera se trata de que ahora con todo y Xóchitl volando alto, los adversarios inicien la campaña contra la criminalidad y violencia.
No, no es campaña. Es una realidad.