Las Ridiculeces de los Suspirantes por la Presidencia

 

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Cuando en el noticiero de la noche vi berrear de coraje  y despecho a Santiago Creel, durante el evento donde “las taparroscas” de VXM registraron su candidatura a encabezar dicho movimiento -léase aquél que auspicia los afanes de ciertos individuos para convertirse en candidatos a la presidencia de la república- reflexioné acerca de los sexenales episodios que constituyen la espiral decadente que ha definido la parafernalia en torno a la sucesión presidencial, desde los tiempos del salinato a la fecha.

Estimado lector, por favor reflexione con afán crítico que no partidista, porque lo último contamina todo, acerca de individuos que llegan al ridículo de promocionarse con una bien montada imagen de Xóchitl Gálvez llegando en bicimoto a la sede partidista; o una Sheinbaum jugando futbol en Monterrey; Noroña y Quadri  perdiendo el tiempo de su trabajo como legisladores para obtener en lo oscurito innombrables canonjías –olvidándonos de que sacaron del fondo de una bodega sus respectivas carcachas automotrices de promoción personal y electoral-. ¿Qué decir de los múltiples disfraces de Marcelo Ebrard que le son útiles para hablar con mexicano-americanos, estudiantes de prepa o universidad, locatarios de mercados y un sinfín de apoyadores? Nada es nuevo, pero había niveles. Cuántos de los candidatos presidenciales no se pusieron sombreros, gabanes y demás parafernalia de los pueblos indígenas de Oaxaca y Chiapas para que el cintillo de la foto dijera: el candidato presidencial reconoció el atraso, (p.e. de los tzotziles) se comprometió a mejorar su condición y a no olvidarlos durante su gestión. ¿Lector de Misión Política, ha contado cuántos gallos le han presentado y regalado a Adán Augusto durante su gira por diversas locaciones de la república, cuántos promocionales en las principales vías automotrices del país tienen su foto?, pero él niega su compra. Peor, la autoridad verificadora de tal tipo de publicidad hasta ahora no le ha puesto las bandas de cancelación a dichos espectaculares que, serían en dado caso fraudulentos. Y para un historiador liberal-social como soy yo, se me ‘hirsutó’ la barba cuando Monreal inicio su campaña encomendándose al santo Niño de Atocha; me dije “ya no hay formas”, se acabó una ley no escrita que prohibía a los políticos mexicanos hacer, decir o proclamar públicamente su fe religiosa. Ello es la base del secularismo que sostiene al estado mexicano, seguramente pensó el más del 40% de los mexicanos que forman parte de alguna iglesia evangélica, del culto judío, musulmán, budista, ateo y demás lindezas –aquello del 80 por ciento de católicos en un sueño guajiro de sacerdotes, monjas y seglares de dicho culto-. Tal cifra que puede estar públicamente en los documentos de Gobernación, olvida o voltea para otro lado, en el sentido de que muchas veces los evangélicos no se pronuncian públicamente por determinado culto y ello afecta el resultado de las encuestas. Pero estimado lector salga de casa, tome se auto y cuántos templos protestantes hay en calles y carreteras del país.

Debemos decirlo y subrayarlo, el país y la ciudadanía está presa de las burocracias que ostentan las dirigencias en los partidos políticos, ello no es privativo de México sino sucede en otros países con sistema parlamentarios, sin olvidarnos de la mafia bicentenaria de los partidos Republicano y Demócrata en los Estados Unidos. Tal situación ha sido estudiada por los politólogos amen de otros especialistas donde se ha podido apreciar que la ciudadanía solamente puede escoger aquellos candidatos que surgen de los tejemanejes entre los grupúsculos partidistas. A pesar de lo anterior, un elemento que distingue a los dijéramos partidos Popular de España, Liga Norte en Italia, Conservador en Inglaterra y otros más, es que en las elecciones primarias votan solamente los AFILIADOS DE UN PADRÓN PARTIDISTA, SITUACIÓN DIAMETRALMENTE OPUESTA A LO QUE SUCEDE EN MÉXICO, donde ni panistas, ni morenistas, priistas y demás parciales confían en los padrones manejados, inflados o rasurados por las dirigencias. Pregúntenselo a Felipe Calderón y señora, cuando hace un sexenio quisieron competir por la grande, se salieron del PAN, vociferaron la creación de un nuevo partido y no pudieron, porque son demócratas de salón, del tipo de los plurinominales que siempre agrupan a las élites partidistas. Hubiera sido interesante y aunque no comulgo con las ideas políticas de Gustavo de Hoyos, que éste se hubiera fajado, dado un manotazo y en conferencia de prensa subrayara: voy por la libre ¿quién me sigue?                           

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