ALBERTO F. MENA MALLÉN
Con la habilidad que lo caracteriza de oratoria y de manipulación que ostenta, el que se dice presidente de México, -legal, sí lo es, en la práctica es el jefe electoral de las corcholatas y morenistas-, solo habla de lo bueno que ha sido en su 4Transformación, para alimentar su ego y expandir su odio hacia quien lo critica y que no está de acuerdo con él.
Con un enojo que mostró al final de su discurso del primero de julio, para festejar el quinto año de su ascensión al gobierno de México, donde hubo desde vanidades hasta autoelogios, que miles de seguidores -acarreados-, escucharon bajo la lluvia en el Zócalo de la Ciudad de México, -del que se ha querido apropiar el tabasqueño con sus eventos-, solo mencionó lo que le conviene y a su modo.
Antes de escuchar sus loas a su investidura y liderazgo, es bueno reconocer que, sí ha logrado un cambio en México, el de hacer ciudadanía para distinguir entre gobiernos anteriores y el actual, donde los de antes fueron muy corruptos e impunes, y el actual es honesto y democrático, donde todo mundo no lo nota, por lo que se ha citado en múltiples ocasiones, que “es igual” a los sexenios anteriores.
De la militarización, por ejemplo, citó que las secretarías de la Defensa y Marina “han sido nuestros grandes apoyos”, y enumera unas quince actividades donde participan para afirmar “en vez de militarizar al país como sostienen nuestros opositores, estamos dejando de manifiesto que los marinos y los soldados son pueblo uniformado: trabajadores leales y patriotas”, lo que nadie duda, pero que se han expandido hacia muchas áreas civiles que anteriormente no tenían cabida. Un manejo excepcional del lenguaje y las ideas.
El morenista establecido en palacio nacional, dice solo palabras huecas, a medias, y con un tufo de mentiras que se enfrentan a la realidad, ya que, al afirmar que a diferencia de lo que pasaba en gobiernos neoliberales o neoporfiristas, “ahora no se reprime al pueblo, no se ordenan masacres, no hay tortura, no se tolera la violación de los derechos humanos y tampoco, que se oiga bien y lejos, hasta el otro continente, pasando el Atlántico, tampoco existe hoy en México un narco Estado como lo padecimos”. Mataron a Hipólito Mora.
Que le pregunte, antes de hacer discursos, a quienes han recibido balazos y no abrazos de los delincuentes, a quienes el crimen organizado les quita sus recursos económicos con sus extorsiones, a quienes no han recibido apoyos que se tenían anteriormente a este gobierno, a los papás de niños con cáncer y a muchos enfermos que no han tenido la suerte u oportunidad de ser atendidos en hospitales públicos porque no hay recursos para ello.
Y el asunto, de acuerdo con sus reiteradas afirmaciones, es insistir en no cambiar de estrategia en el combate a la inseguridad que existe en muchas regiones y localidades del país, lo que hace pensar mal, en el sentido de que protege a los narcos, tal vez con el compromiso de que lo apoyarán, de nuevo, en las próximas elecciones presidenciales en 2024.
Se queja de que lo atacan mucho y que hay deseos de que la 4T no continúe porque quienes lo hacen solo buscan privilegios, canonjías, lo cual es una estrategia política para continuar en el poder, desde donde ataca a quienes no piensan como él, como ya se mostró con su última víctima, la senadora Xóchitl Gálvez, a quien al ver que puede representar una piedrota en su camino electoral, trata de impedirle el paso para que sea candidata del frente opositor.
Pero como YSQ lo ha intuido, en caso de que llegue a ser la candidata del frente opositor, será el mismo pueblo investido de ciudadanos, quienes la llevarán a Palacio Nacional para sentarse como la primera mujer que sea presidenta de México. Y el pueblo que apoya al macuspano tendrá que aguantarse las ganas de que su protector se vaya a su rancho a rumiar su derrota.
Y el discurso de AMLO en el Zócalo tiene para más. Por ejemplo, señaló en una de sus partes: “Como es natural, el proceso de transformación del país ha creado una oposición conservadora, obcecada en regresar por sus fueros. Sus líderes, sus jefes no conciben ni aceptan que ahora se gobierna para todas y todos y no sólo en beneficio de una minoría. Siguen hablando en su demagogia, en su retórica, en nombre de la democracia, pero actúan como una oligarquía. Defienden el antiguo régimen de corrupción y privilegios, de manera descarada y hasta ridícula”.
“Se gobierna para todos”, dijo, cuando él mismo ha dividido a los mexicanos entre fifís y chairos, entre buenos y malos para su gobierno, entre ricachones y pobres, de quienes afirmó que le sirven solo electoralmente y por eso los ha aumentado, y a los que sí les promovió un cambio de mentalidad “que se consolidó con los hechos de un gobierno guiado por ideales y principios, honesto y promotor de la justicia social”, pero que no ha sancionado a sus familiares y amigos que se han comportado en forma no adecuada, como sucede con Ignacio Ovalle.
Aún hay más en su discurso de poco más de una hora: “En vez de entender esta nueva realidad, en vez de aceptar que el pueblo de México se ha empoderado, y no quiere seguir siendo vasallo de nadie, los reaccionarios de nuestro tiempo cada vez enseñan más el cobre. Ofenden la inteligencia de la gente, insultan, actúan con prepotencia y creen que con campañas de mentiras y calumnias van a reconquistar el gobierno”.
Y se muerde la lengua con esas palabras, ya que el dirigente de sus seguidores, ofende a la inteligencia de miles de mexicanos que nos percatamos del rumbo que quiere llevar al país por sus añoranzas de virrey, de totalitario, aunque también es de reconocer su capacidad de engañar a miles de mexicanos que creen que es un dios que los protege de todos los males que les ocasionan los que si piensan.