SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
El otro día me tocó escuchar un programa de Radio Educación que retomaba una investigación realizada por académicos de la UNAM en torno al racismo y clasismo que impera en el ámbito laboral a lo largo y ancho de la República Mexicana. Señalaba el estudio que en la cotidianeidad racismo y clasismo se materializaban en diferentes casos y experiencias. Por ejemplo, para ciertos trabajos el hecho de ser moreno y obeso era una barrera infranqueable en determinadas compañías, a pesar de las excelentes credenciales para un determinado trabajo. El caso de Agustín Carstens es paradigmático en sentido contrario, puesto que sus orígenes familiares y su amplio conocimiento de los temas bancarios y hacendarios le han permitido continuar nacional e internacionalmente en un ambiente nada afecto a los discursos políticamente correctos, que no así cierto tipo de corrección indispensable en la esfera de las instituciones crediticias.
En las preguntas y respuestas realizadas por el estudio, los encuestados relacionaban gordura a un tipo de dejadez, de hábitos poco saludables, de suciedad personal y por lo tanto de ser poco presentable para trabajos ejecutivos que implican un contacto cotidiano con clientes que representan una variedad de gustos y fobias. Asimismo, el individuo “gordo” era el trabajador de la oficialía de partes, los otrora comandantes judiciales, en fin, un tipo que por su aspecto no era confiable.
Otro testimonio era el de una mujer de una comunidad apartadísima de Oaxaca, obesa y transgénero: en palabras de ella se encontraba en el fondo del pozo social por la forma en que la gente la percibía. Obviamente su realidad estaba alejada de las manifestaciones del orgullo gay en Paseo de la Reforma.
Debemos recordar que la sociedad mexicana es producto y heredera del sistema colonial enraizado entre 1521 y 1821. Dicha sociedad estaba organizada social, jurídica y culturalmente en castas, hasta arriba de la pirámide estaban los peninsulares, le seguían los criollos, luego los indios; había una gradación de castas que comenzaban con los mestizos y terminaba con los esclavos de origen negro. A pesar de las constituciones decimonónicas y la actual con todas sus reformas, el mexicano que se convertía en ciudadano con todos sus derechos y obligaciones distaba mucho de la realidad existente en pueblos y ciudades. Cualquiera que haya visto las películas de la época de oro del cine mexicano o más recientemente “godinez contra mirreyes”, el periplo de Yalitzia alrededor de su actuación en la película Roma y otros productos fílmicos más, se habrá podido percatar que una constante entre unas y otros por espacio de más de 80 años, era y es la relación no solo de ricos y pobres sino de morenos y güeros, muchos de ellos/ellas rubios de farmacia: eso sucede mucho con las políticas españolas, especialmente las ligadas al Partido Popular.
La mujer oaxaqueña de la entrevista subrayaba que la discriminación comenzaba en su propia comunidad, se agudizaba al llegar a la ciudad de Oaxaca y se hacía indescriptible en ciertos ambientes en la Ciudad de México. Estimado lector, si usted lee entre líneas lo que se reproduce en los medios podrá darse cuenta de “la pigmentocracia” que existe en el país; las fiestas hípicas el común denominador son personajes muy claros, y cuando salen algunos prietones son invitados que ofrecen sus productos “autóctonos”. A diferencia del arcoíris políticamente correcto de las televisoras estadounidenses que lo mismo ponen una güera texana, que una negra -African American, ups- de Maryland o una de origen “hispano” proveniente de Los Ángeles, aquí en México las presentadoras de noticias parecieran españolas o italianas y no hablo de danesas porque el cabello rubio original se nota por su color y textura.
En fin, el racismo y el clasismo en México tiene raíces profundas debido a nuestra conformación histórica y actualmente ambas actitudes son el valladar más fuerte en contra del establecimiento de una sociedad liberal, burguesa, de libre competencia y muy específicamente de hábitos democráticos, más allá de los electorales.