POR SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Cuando en dos episodios sucesivos, la caída del dictador rumano Nicolás Ceaucescu en 1989 y la posterior caída del Muro de Berlín (1991), el mundo occidental pudo apreciar cambios profundos en la geopolítica bipolar derivada de la llamada Guerra Fría. La Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) se desintegró y desapareció dando lugar a nuevas repúblicas independientes como la báltica Estonia, la eslava Ucrania, las caucásicas Moldavia y Georgia, y las meso-asiáticas repúblicas de Uzbequistán, Tayikistan entre otras. “El monstruo comunista” había sucumbido y una de sus derivaciones más importantes fue el difícil proceso que terminó con la unificación de las dos Alemanias en un solo estado federado -sin duda alguna un resultado eminentemente positivo-; en cambio, el reverso de la moneda fue la desintegración de la antigua Yugoslavia y la aparición de otros estados independientes como Eslovaquia, Croacia, Serbia y Bosnia. Más pronto que tarde comenzaron a hacerse una guerra implacable -la guerra de los Balcanes que involucró a la Unión Europea/OTAN y a los Estados Unidos- cuyos estragos en miles de asesinatos raciales, el día en que se escriben estas líneas siguen produciendo ardientes reclamos entre las partes involucradas.
Otra derivación muy importante de “la caída del Muro de Berlín” fue la orfandad en la que quedaron los diversos partidos comunistas/socialistas en Europa y América Latina particularmente, porque dichos partidos en el sureste asiático, China, Korea y en menor medida en el continente africano, siguieron existiendo como opción político/partidista o como entidades partidistas de gobiernos soberanos -léase por ejemplo Angola. Los intelectuales de izquierda en Europa y los latinoamericanos tuvieron crisis de identidad, publicaron explicaciones acerca de la debacle socialista y fueron el hazme reír de la intelectualidad liberal y conservadora al interior de las universidades y “think tanks” existentes en las potencias metropolitanas; un caso entre muchísimos pero paradigmático, fue el artículo de Francis Fukuyama donde con dedo flamígero apuntaba el fin de la historia, obvio, desde la perspectiva del mundo bipolar. Pero la realidad es canija y los politólogos son presentistas sin la perspectiva del historiador que hoy sigue viendo cómo la bipolaridad ha ido aumentando con el engrandecimiento de China, y hasta el año pasado, con la estabilidad y buenas finanzas de la Rusia encabezada por Vladimir Putin.
Mientras aquello acontecía más allá de la frontera del nopal ¿qué sucedió en México? El Partido Comunista Mexicano que desapareció en 1981 dio paso a una versión más diluida en el PSUM. La oposición de izquierda se atomizó en diversas organizaciones, que no es el lugar para historiar su desenvolvimiento, para terminar incorporándose la mayoría-moderada en el movimiento cardenista de 1988. Siguieron su camino, se fundó el PRD y en las elecciones del 2000 éste perdió frente al candidato del PAN Vicente Fox. El resultado de dicha jornada los hizo preguntarse ¿por qué los conservadores ganaron y no nosotros, la izquierda, quienes hemos llevado la peor parte en la represión orquestada desde los gobiernos emanados por el PRI?
Han pasado 23 años desde aquella elección, los cuales son esenciales para la perspectiva histórica. A diferencia de Polonia que rompió con su pasado comunista, aquí en México el panismo foxista le dio oxigeno y vitaminas al priismo volviéndolo a la vida; éste negoció, presionó y apoyó a los dos gobiernos panistas, peor, los contaminó en los usos y costumbres del pasado más cavernario. NO HUBO UN CAMBIO DE RÉGIMEN sino de etiquetas y colores partidistas, porque las élites políticas siguieron con las mismas personas, los mismos grupos de presión y se empoderaron diferentes allegados que vestidos de azul o del disque “nuevo PRI” peñanietista han actuado como un continuo, a pesar del triunfo de la otrora oposición al legendario PRI.
En la actualidad, al ver el multidestape de los suspirantes morenistas, al leer el lenguaje utilizado por el presidente López Obrador y por los mismos interesados, al ver en la televisión las campañas electorales de los cinco morenos que lo mismo acceden a limpias chamánicas que a todas las formas de la demagogia electoral me recuerdan al priismo más rancio; y lo mismo puede decirse en la actitud de la disque alianza opositora (PAN, PRI,PRD) donde no quieren moverse “porque el que se mueve no sale en la foto”, adagio, otra vez, del más rancio priismo. Hay flashazos de cierta aventura como la impresentable y grosera Xóchitl Gálvez o el “ciudadano” Gustavo de Hoyos Walther. ¿Cuál es el proyecto de país de Velasco por el Verde Ecologista, o del propio Noroña por el PT? A diferencia de otros países, y no hablamos de la insumisa Francia sino de Brasil o Finlandia, en tales naciones ha habido una mudanza radical en sus grupos políticos que se ha materializado en un antes y un después estatal. Aquí en México, lo realizado en los últimos 23 años, ya sea en el sentido panista y en las correcciones morenistas, que por otro lado igualmente siguen vías del priismo setentero, demuestran que el país no ha generado una auténtica mudanza que lo diferencie del pasado. En nuestro caso, CON LAS ELECCIONES DEL 2000 NO SE ROMPIÓ RESPECTO A LOS USOS Y REALIDADES DEL PASADO.