*De Plutarco Elías Calles a López Obrador
*El Mandatario, Entierra y Revive el Pasado
*La Ambición de la Reelección, es de Todos
JESÚS MICHEL NARVÁEZ
Todo lo que comienza, termina. Frase de dominio público cuyo sentido se relaciona con la ruptura de una pareja. Si es por muerte de uno de los dos, no hay remedio. Por el contrario, si es por decisión propia, hay posibilidad de pegar los platos rotos y confirmar: juntos, hasta que la muerte nos separe.
En la política mexicana se utiliza el concepto para denostar o festejar al que, cumpliendo con el mandato constitucional, sabe que sus días están contados y que difícilmente podrá ocupar otro cargo y si lo hace, será de menor rango. Hay, sin embargo, tentaciones perversas que alcanzan a suponer que la estancia es “para siempre” y solamente se abandonará cuando la Parca decida blandir su guadaña. Otros personajes encuentran el camino para la eternización a través de interpósitas personas que no piensan para sí y por sí o sus gobernados, sino para mantener en el nicho del poder y de la adoración a quien le dio la oportunidad de sustituirlo legalmente.
Hoy no se vive una novedad. No son pocos los que después de haber ganado una elección y llegado a su final, intentaron prolongar su presencia y poder.
De los notables casos en la época moderna, hace poco menos de un siglo, allá por 1920, se inició el proceso de convertir la ambición en realidad. Álvaro Obregón obligó a su compañero de batallas y al mismo tiempo sucesor y cuasi esclavo, Plutarco Elías Calles, a reformar la Constitución, la primera reforma de gran calado, para que al término de su gestión volviera a gobernar el país. Ganó las elecciones en la primera y única reelección legal habida en México y, sin embargo, no logró disfrutar por segunda ocasión las mieles del poder. Lo asesinaron.
Su esclavo rompió las cadenas y se convirtió en el “Jefe Máximo de la Revolución Mexicana” e inició lo que se conoció como el Maximato. Poco le duró el gusto. Acaso 7 años. Tenía que ser otro militar, también participante de la Sacrosanta Revolución, quien diera por terminado el poder callista. Lázaro Cárdenas, más recordado por la expropiación petrolera que por los avances del país, siguió los pasos de sus antecesores y mantuvo el poder desde las sombras hasta que un civil, Miguel Alemán Valdés, lo frenó.
Después la historia del “nuevo PRI” se fue escribiendo de manera democrática durante 24 años. Y en el populista mandato de Luis Echeverría retornó la vieja práctica de intentar revivir el Maximato hasta que José López Portillo, compañero de viaje, decidió acabar con la injerencia. Aquel desplegado publicado por órdenes de Francisco Galindo Ochoa, a la sazón jefe de prensa del nuevo presidente y en cuyo texto se leía: ¿También tú, Luis?
Era el tiempo en el que el expresidente no cedía en su activismo político e intervenía en diferentes ámbitos con críticas al ejercicio de su, para entonces, examigo y compañero. Su destino: ser embajador ante la UNESCO y más tarde en la Islas Fiji. Intento ser líder del Grupo de los 77, encabezados en aquellos tiempos por Yasser Arafat y fracasó. Fundó la Universidad del Tercer Mundo y corrió la misma suerte.
La siguiente etapa de un presidente que buscó la reelección, se inició en el tercer año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Hasta la creación de un nuevo partido: Solidaridad, surgió del maquiavélico personaje. Como en tiempos anteriores, todo quedó en el cajón de los recuerdos.
Sin embargo, al igual que sus predecesores a partir del final de “la era de los caudillos y el inicio del de las instituciones”, impuso al sucesor que nunca consumó el deseo: Luis Donaldo Colosio fue asesinado en plena campaña presidencial y el suplente, Ernesto Zedillo marcó su raya: la sana distancia del y con el PRI.
METEORITOS
Los siguientes tres presidentes no anhelaron seguir “mandando”. Cumplieron con la Constitución y se fueron a disfrutar sus riquezas. Dos de ellos, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, dejaron el país. Vicente Fox regresó a sus orígenes: se empresario para hacer crecer, más, su negocio El Cerrito, Sociedad de Producción Rural y sin abandonar el campo, se convirtió en el impulsor de siembra, cultivo y comercialización de marihuana. Se apropió de la idea de Rafael Caro Quintero.
La llegada de Andrés Manuel López a la Presidencia de la República con el respaldo de 33 millones de ciudadanos que votaron a su favor, derribó y sepultó el pasado, el cual, sin embargo, revive cada día para culpar a quienes adoptaron el neoliberalismo que, desde su óptica, son los responsables de todos los problemas que padece el país lo mismo en salud que en violencia; en educación que en el abandono del campo; la extrema pobreza que la entrega de millones de hectáreas a empresas mineras de origen extranjero; el regalo de concesiones hídricas que petroleras y de generación de energía; los fraudes electorales que la podredumbre del Poder Judicial de la Federación. El sinnúmero de temas cotidianos, tienen como principal objetivo destruir lo que le estorba para que su proyecto político, mal llamado cuarta transformación, permita su permanencia en el poder. No ha negado que es imposible la reelección porque requiere la reforma Constitucional y no le alcanzan los votos. Para justificar que se va a Palenque, reitera una y otra vez que es un maderista y por tanto entiende la frase del llamado mártir de la democracia: Sufrago Efectivo, no Reelección.
BRILLA EL SOL
Como los antecesores, Andrés Manuel López impondrá al sucesor. El pasado domingo se realizó el Consejo Nacional de Morena, en donde las llamadas corcholatas recibieron la línea de lo que tienen qué hacer si esperan competir para llegar a ocupar la Silla del Águila, si es que ganan las elecciones en 2024.
Por las condiciones político-electorales que prevalecen en el país, todo indicaría que cualquiera que resulte ganador de la encuesta de Morena, alcanzará la victoria en 2024. Las oposiciones renguean y no han tenido la capacidad de generar la expectativa de un probable triunfo y, lo peor, no han podido crear a la figura que compita con posibilidad de vencer a la maquinaria morenista.
Con la cuarta transformación renació el Maximato.
Y en esta ocasión durará, cuando menos, 12 años. Y el que mandará en el país no será el que ocupe temporalmente la Silla del águila, sino quien ahora se sienta en ella.