Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
La legislación electoral marca que cuatro días antes de cualquier elección los actores políticos, los medios de comunicación comprendidos en radio y televisión, no la prensa escrita ni las redes sociales y las casas encuestadoras, deben abstenerse de cualquier manifestación que incluya la petición del voto para los candidatos que aspiran al cargo de elección popular.
Leer que la consejera electoral Dania Ravel, planteó que la Comisión de Quejas estará al pendiente para actuar inmediatamente ante casos donde políticos llamen a votar a favor de algún candidato.
Y llegó la hora del profundo pensamiento:
“Quisiera reforzar esta idea de que en estos días se requiere de un silencio institucional y político para que la ciudadanía pueda pensar su voto, informarse (…) y poder emitir un voto informado. Estas restricciones alcanzan a las redes sociales, alcanzan a los servidores públicos que tiene redes sociales e instituciones”.
Con los pies en la tierra y sin conocer a qué diputado, senador o presidente de la República se le ocurrió la peregrina idea de tomarse “tiempo para reflexionar”, habría que señalar que esos 4 días de “silencio” tienen a ser aprovechados por los partidos políticos, los coordinadores de las campañas, los dirigentes estatales y demás estrategas para tratar de revertir lo que conocen de sobra o celebrar anticipadamente si cuentan con los elementos para hacerlo.
Quienes observan que su o sus candidatos no tienen el triunfo asegurad y probablemente se encuentren más alejados de lo que imaginan para obtener el cargo, tienen cuatro días para tratar de revertir lo que saben.
¿Cómo?
¡Comprando votos!
La vieja práctica impuesta desde el pasado ahora está perfeccionada y los dirigentes y operadores de Morena saben hacer el trabajo que otrora tiempo efectúan los mapaches del PRI.
Las dos elecciones de este próximo domingo, en el Estado de México y en Coahuila, tienen los elementos para que los impolutos, inmaculados y transparentes, sobre todo, del partido oficial y sus adláteres, se movilicen ya para garantizar el triunfo de la maestra en la deshonestidad o para rescatar del fondo de la mina al carbonífero candidato.
La forma de comprar el voto se ha sofisticado en los tiempos de la cuatroté. Ensoberbecidos por la avallasadora victoria del 2018, los morenistas han sofisticado el mecanismo. Los programas sociales tienen enorme peso en el ánimo de los electores, aunque saben que el voto es secreto, directo y universal, temen que les retiren la pensión para adultos mayores, que los jóvenes ninis pierdan sus becas o que los sembradores de vida artificial dejen de percibir sus cinco mil pesos mensuales por sembrar ¡maíz!
Aquellos que no cuentan con los beneficios legales, son más difíciles de cooptar y, sin embargo, todos tienen un precio.
Para eso Morena es el partido que más recursos tiene por las prerrogativas. El número de los votos obtenidos le concede legalmente el dinero público que, en ocasiones mal utiliza como lo ha sentenciado el “nuevo” INE que obliga a la dirigencia a devolver 155 millones de pesos que tenían “guardadito” y utilizaron en los 20 días que estuvo vigente el Plan b. Reintegrarlos es como quitarle un pelícano al gatuno.
Por ello, el partido, su dirigencia nacional y las estatales, están sobrados de cash y lo canalizarán para adquirir la “confianza ciudadana” y que, por la reflexión de cuatro días, los lleve a concluir que lo mejor es “votar por el cambio” … para que todo siga peor.
¿Alguien cambiará su decisión de votar por X o Y en cuatreo días?
Insistiremos: son 96 horas para dejarse cortejar y ceder ante el rostro de Benito Juárez, impreso en tinya azul y que sirve para la propaganda política.
El silencio es mal consejero. Y la reflexión no alcanza a profundizarse. Los ciudadanos ya conocen y de sobra a los y las candidatas. La historia, ciertamente no está escrita.
Se conocerá cuando se cuenten los votos.
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