Carlos Taibo. Ecofascismo: una introducción. Ed. La Catarata, Madrid, 2023. 144 páginas.
DAVID MARKLIMO
En la actualidad existe un consenso científico, casi generalizado, en torno a la idea de que nuestro modo de producción y consumo energético está generando una alteración climática global, que provocará, a su vez, serios impactos tanto sobre la tierra como sobre los sistemas socioeconómicos. El cambio climático nos afecta a todos. El impacto potencial es enorme, con predicciones de falta de agua potable, grandes cambios en las condiciones para la producción de alimentos y un aumento en los índices de mortalidad debido a inundaciones, tormentas, sequías y olas de calor.
No es un fenómeno sólo ambiental sino de profundas consecuencias económicas y sociales e incluso políticas. Ese es, más o menos, el punto de partida en el nuevo libro de profesor Carlos Taibo, Ecofascismo: una Introducción. En él, se puede constatar que los términos contradictorios (ecología y fascismo) pudieran ser conciliados en lo teórico sin recurrir al socorrido los extremos se tocan. El texto es denso y teórico, algo reiterativo incluso, a la hora de ejemplificar la comunión de los dos conceptos, pero nada que sea difícil de entender. El ecofascismo es una apuesta en virtud de la cual algunos de los estamentos dirigentes del globo –conscientes de los efectos del cambio climático, del agotamiento de las materias primas energéticas y del asentamiento de un sinfín de crisis paralelas– habrían puesto manos a la tarea de preservar para una minoría selecta recursos visiblemente escasos.
Esta es la idea más controversial del texto, pues la existencia de una élite consciente de lo limitado de ciertos recursos y partidaria de su preservación, solo para que sean ellos quienes los monopolicen en situaciones de escasez nos habla de que el ecofascismo no sería un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la extrema derecha, sino que surgiría, antes bien, en el seno de los principales poderes políticos y económicos. Aunque tendría como núcleo principal a las elites occidentales, a ellas podrían sumarse otras radicadas en espacios geográficos diversos. Para Taibo, el mejor ejemplo de esto mismo es la actitud de la industria farmacéutica durante la pandemia del Sars-Cov2.
Hay que entender bien este punto: el ecofascismo nace de un capitalismo que no solo busca el beneficio rápido, sino que viendo el problema de carácter ecológico que se nos viene encima tiene como objetivo el salvaguardar el modo de vida de las elites del mundo, al precio que sea. El ecofascismo hundiría sus raíces, por lo demás, en muchas de las manifestaciones del colonialismo y el imperialismo de siempre, que en adelante tanto podrían apostar por el exterminio de quienes se estima que sobran. En más de un sentido el ecofascismo sería, en fin, una forma de colapso.
Es decir, en la obra de Taibo, este fenómeno sirve de comprobación a sus anteriores obras: Colapso (2016) y Ante el colapso (2019). Vamos, así, hacia un modelo de sociedad que está agotado y que se destruirá.
Taibo nos muestra un hilo de esperanza, en el sentido de que quizás se podría revertir la situación, a través del decrecimiento, de la democracia directa. No parece un escenario probable, aunque también es cierto que sus postulados son algo especulativos. Esperemos, como suele decir en sus conferencias, que se equivoque y el futuro nos depare algo mejor. De lo contrario, la oportunidad de un mundo mejor y más justo está perdida.