Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Con las posturas encontradas de los dirigentes, que no líderes, de los partidos de oposición, la derrota está cantada. Cada cual pretende imponer al candidato de su institución y como compradores de black Friday, se empujan, arrebatan las piezas y se golpean hasta quedarse sin nada.
Ninguno de los tres que conformaron el pacto de Va por México, tiene dignidad y talento. Las ambiciones personales de los que buscan ser candidatos de la coalición, alzan la mano y sienten que traen al toro por los cuernos. No se trata de descalificar a ninguno o ninguna de los aspirantes. Simplemente pedirles sentido común, el sentido menos utilizado por la clase política madura y la que se inventa en la cuatroté. Por sus declaraciones, se advierte que de la veintena que con la que pretenden enfrentar al ferrocarril del gobierno, no el de Larrea porque, entonces sí ganarían, fracturar la probable alianza con los ciudadanos. ¿Alguien conoce a Santiago Creel en Chiapas, Oaxaca, Tabasco o Tamaulipas?… ¿Lilly Téllez ha ido alguna ocasión a la Sierra Tarahumara?… ¿Francisco Javier Cabeza de Vaca supone despertar confianza en los votantes?… ¿Enrique de la Madrid ha pensado siquiera utilizar un lenguaje que entienda la gente del campo, la clase margina, los pobres?… ¿José Ángel Gurría sabe cómo por carretera a Teziutlán?… ¿Silvano Aureoles podría hablarle a la gente de su honestidad, honorabilidad y capacidad para gobernar?
Del lado de Movimiento Ciudadano ¿entenderá Dante Delgado que su partido no es ninguna tercera vía?… ¿Enrique Alfaro puede presumir un siquiera regular gobierno en Jalisco?… ¿Samuel García sustenta su ambición en que Elon Musk haya llegado a un acuerdo para instalar Tesla en el área metropolitana de Monterrey?
¡Vamos, hombre!
La parafernalia desatada por dos dirigentes partidistas, Marko Cortés (PAN) y Alejandro Moreno (PRI) conjunta con el que no quiere ir “ni al baño con el tricolor porque el jabón se pierde” bandera de MC y la intransigencia de Jesús Zambrano (PRD), pronostican si no la ruptura total sí parcial y cada cual llevará, o tratará de llevar, el agua a su molino y con una egoísta actitud terminará por ahogarse y matará de sed a los otros.
Suponer que los ciudadanos son ignorantes y no tienen conocimiento de quiénes son y que medallas portan los que quieren gobernar el país, es quizá el mayor desacierto de los que forman la coalición Va por México. Intentar imponer al que mejor les caiga o con el que puedan hacer las negociaciones a futuro, las personales por supuesto, desbarrancará el proyecto, por cierto ¿cuál es? y todos los dirigentes serán responsables de que los ciudadanos no les brinden el apoyo para sacar de Palacio Nacional a los morenistas que, tienen la seguridad de ser los salvadores de la patria.
El tiempo corre a velocidades impredecibles en materia político-electoral. Han transcurrido casi 5 años de la derrota o el avasallador triunfo del huésped temporal del Virreinal inmueble y las oposiciones no fueron, no han sido, capaces de preparar a quienes podrían vencer en las próximas elecciones.
No hay un personaje que llene las expectativas de los ciudadanos inconformes: los discursos de cada cual que aspira, están dirigidos a la “intelectualidad” y no al pueblo “bueno”. Mensajes confusos, ideas probablemente sólidas y con futuro, pero incomprensibles para las mayorías; presencias falsas que no corresponden a la calidad de vida de millones de mexicanos y ausencia de programas que superen a los que impulsó el señor López y que consisten en apoyar -entregar dinero sin trabajar- y, lo fundamental: dejar de ser reactivos y dar el paso a ser proactivos.
De los gallos y las gallinas que se mencionan difícilmente derrotarían a los de pelea, de a de veras, que procreó, reeducó y llevó al palenque, el hoy irritado presidente mexicano.
¿Cómo vencer a un personaje que conoce las mañas de los partidos políticos principalmente del PRI de dónde las aprendió?
La única posibilidad es romper la cadena del pasado y abandonar las ambiciones personales para escuchar al verdadero elector: el ciudadano que emitirá su voto.
Pensar en lo contrario, es equivocarse de Tijuana a Mérida.
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