El pueblo soy yo

Yo Campesino

•     Cuando el ganso dice: “que el pueblo decida”, se refiere a que él es quien manda

Miguel A. Rocha Valencia

Transmutado como encarnación del pueblo, el mesías tropical se trepó al olimpo y desde ahí está decidido a ordenar todo lo que ocurra en el país, desde lo electoral hasta lo económico pasando por seguridad, salud y justicia. “En este país yo mando”.
Esa fue la advertencia desde el principio. Incluso sus traiciones, mentiras, corrupción, acciones y complicidades criminales son justificables porque es lo que mejor conviene al pueblo, ese que él encarna y le permite ofender, acusar sin fundamento, llamar traidores y pútridos a quien quiera sin el menor rubor, sea mujer, hombre o quimera; se trate de una autoridad, un poder de la República, institución, empresario, intelectual, periodista o simple ciudadano.
Por eso se asume como máxima autoridad para decidir quién es corrupto y quien no sin importar los montos de lo robado que pueden ir desde 100 millones de pesos hasta 15 mil millones de pesos más. Si el ganso dice que sus hijos y colaboradores no son corruptos, así debemos aceptarlo y pueden seguir traficando y abusando con el poder, tener alianza y complicidades hasta con criminales, mientras que los “otros” deben soportar sus insultos y condenas.
No es lo mismo Rosario Robles con presunción de cinco mil millones de pesos desviados que Ignacio Ovalle Fernández con más de 15 mil millones que con pruebas se demuestra que defraudó, desvió incluso para la causa de Morena y la bolivariana. Aquella fue dos años a la cárcel por corrupta, el otro, a Gobernación cobijado por la impunidad por ser “buen hombre”.
Sus hijos enriquecidos grotesca y groseramente, pero son inocentes pues a uno sólo se le comprueba un atraco de “100 millones”, esos que no gana uno de los vilipendiados ministros de la Suprema Corte de Justicia por hacer prevalecer la Constitución. Unos, tejen redes que les dejan para vivir como millonarios y tienen como casa protectora Palacio Nacional; los otros se enfrentan a un irascible jefe de pandilla que los quisiera enterrar vivos.
A los ministros, cabeza de un poder para que el caudillo desempeña, los acusa de privilegiados, son 11 con todo y sus dos corcholatas, pero él habita en un palacio que cuesta más de seis millones de pesos al año mantener, sin incluir el servicio e instalaciones médicas permanentes con especialistas en cardiología, infectología y neurología amén de la sala de terapia intensiva, cuya permanencia cuesta cerca de cinco millones de pesos cada 30 días pues cuentan con equipos y medicamentos para “emergencias”.
El menaje palaciego no es gratis como tampoco la corte que le rodea donde todos tienen teléfonos, incluyendo satelitales y encriptados, computadoras, servidores, sistemas de alarma, búnker, alimentos para elegir, meseros, demás servidumbre incluyendo una cocina donde se elabora comida mexicana, internacional o lo que se “necesite”. De las camionetas, las que sean.
Y si se trata de salario, el caudillo dice que gana la mitad que un ministro, pero gasta miles de millones diarios en caprichos más todo lo que se roban los familiares, amigos y colaboradores, amén del sostenimiento de las campañas de Morena.
Además, bueno sería saber si de los más de seis millones de pesos que “oficialmente” se pagó por nómina, existe alguna cuenta reconocida. Deben estar todos los ingresos pues no gasta en absolutamente nada. Pero no hay registro salvo los de Hacienda, o al menos que los guarde bajo el colchón.
Igual en materia política y como bien dijo desde el principio: “yo soy el proyecto”, capaz que deja bailando en un tobillo a las corcholatas que deberán tragarse sus aspiraciones, aunque sólo sean de dicho para dar paso a la decisión popular de que el profeta debe continuar por las buenas o las malas, aplicando la ley o no, al fin es él la vox populi y en democracia, esa es la que manda, o sea, lo que su “dedito diga”.
Incluso algunos de sus “escribidores” como uno que teclea en Milenio ya adelantan que lo de las corcholatas es la cortina detrás de la cual se encuentran las verdaderas intenciones del tlatoani a quien, de acuerdo con el texto, sólo muerto lo sacarían de su palacio. La encuesta es él.
Si a eso le agregamos el yo mando, lo que diga el pueblo y el proyecto soy yo, además de la serie de acciones que toma para ver si se puede ir por un camino legal, la teoría no es descabellada. Al menos la intención si se le nota y más cuando escuchamos a sus huestes gritar que “siga…” porque el pueblo manda.

Por eso si de ministros se trata, él lo manda, lo mismo que de consejeros, comisionados y todo… Ese es otro síntoma. Aguas.

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