POR SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Como señala Wikipedia, la cual toma información de otras fuentes, el financiamiento rural se materializó cuando en 1929, pleno Maximato callista, fue creado el Banco Nacional de Crédito Agrícola; para 1935 que corresponde al despegue e independencia política del presidente Cárdenas, éste materializó una reforma de la anterior institución bancaria dándole el nombre de Banco Nacional de Crédito Ejidal. La primera institución se orientaba a otorgar créditos a medianos y grandes propietarios beneficiados por la Revolución, en cuanto que el segundo banco orientó su política a sustentar financieramente la vida y posible buena operación de los ejidos uno de los afanes más preciados del cardenismo.
Avanzado el siglo y en plena Guerra Fría (1965) la administración de Gustavo Díaz Ordaz dio otra vuelta de tuerca, cuando dio vida al Banco Nacional Agropecuario y una década después el gobierno de Echeverría creo el Banco Nacional de Crédito Rural. Sucintamente llamado BANRURAL y entre la maledicencia de los comunicadores y la sabiduría popular, a dicho banco se le conoció como BAN-ROBAR porque se decía, que dicha dependencia funcionaba como caja no tan chica para operaciones turbias del gobierno, amén de que muchos políticos se hicieron ricos con sus “créditos blandos” (sic). Las cosas fueron de mal a peor hasta que en el 2002 el gobierno de Vicente Fox promovió la creación de su Ley Orgánica para que de alguna manera el banco funcionara correctamente; el presidente panista como Manuel Clouthier anteriormente sabían de las dificultades financieras del campo mexicano y el agujero negro que era BANRURAL. Pero para el 2003 entró en operaciones Financiera Rural, que funcionó por diez años con el mismo nombre, para ser sustituida en el 2013 por Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero, ello dentro del marco de quizá, el gobierno más corrupto de los tiempos modernos; a finales de abril, la Cámara de Diputados aprobó una iniciativa para que dicha Financiera dejara de existir. Unos vociferan que los pequeños productores agrícolas ya no tendrán crédito, otros también gritan que la intención es que los futuros créditos para el campo y la pesca se otorguen entre una institución financiera y aquellos que soliciten préstamos. Porque se hacen que no saben Historia, la histérica comentocracia se rasgó las vestiduras, los más histéricos opositores en el Poder Legislativo no quisieron acordarse del barril sin fondo y los miles de millones de pesos que desaparecieron a lo largo del tiempo de la genérica financiera para asuntos rurales.
El gobierno de López Obrador razonó y actuó como prescribe la guía del neoliberalismo: desaparecer una dependencia oficial ineficiente y privilegiar, en este caso, la relación individual del pequeño o gran propietario agrícola con una institución financiera. Misma ruta de la 4T ya la llevaron a efecto con respecto al seguro de Gastos Médicos Mayores, que antes era contratado directamente por CONACYT, sin explicar las razones de por qué cada cuántos años se cambiaba de compañía aseguradora, a la actualidad, donde el investigador universitario contrata por sí mismo el seguro médico, monto y compañía que más le guste. Liberalismo puro, paradójicamente implementado por la llamada comunista dictadura macuspánica (sic).
Para finalizar y uniendo el tema del seguro de Gastos Médicos Mayores, brevemente señalaremos algunas prácticas insanas implementadas años atrás por el CONACYT. Como todo en este país el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología nació durante el echeverriato como una respuesta para dar uniformidad, base económica y proyección a la investigación que en las Artes, la Ciencia y las Tecnologías se llevaban a cabo en las instituciones públicas superiores existentes en la República Mexicana –en su esquema original no se contemplaba a las universidades privadas porque éstas no hacían investigación, no fomentaban las artes y la producción de tecnología mexicana brillaba por su ausencia. Pasaron las décadas y fue creándose una burocracia al interior del CONACYT que se apropió de las mejores becas, de los más jugosos viáticos para viajar a los países más exóticos bajo cualquier pretexto; peor, se fue materializando una tendencia a fomentar fideicomisos “científicos” que por igual financiaban proyectos sustentables de ecología que excentricidades, caminos tortuosos para mejores jubilaciones de la alta burocracia académica y el otorgamiento de fondos y becas a universidades privadas: un auténtico mercado de jugosas becas manejadas por cierto personal del CONCACYT.
¿Debía ser corregido semejante entramado de apoyos económicos a “proyectos científicos” que habían entrado en una ruta de total opacidad? Evidentemente la respuesta es que sí. Al anterior Consejo se le cambió el nombre y ahora se le agregó “Humanidades” y se pluralizó “Ciencias y Tecnologías”. La primera era una demanda específica de mis colegas humanistas y de las ciencias sociales; pero ahora en la crispación sexenal se les olvida lo que antes decían. Ojalá esta refundación del Consejo no le pase lo mismo que al banco, luego financieras de asuntos rurales.