Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Conocido el proyecto del ministro Alberto Pérez Dayán de anular el decreto en el cual se publicaron las reformas a la Ley General de Comunicación Social y a la Ley General de Responsabilidades Administrativas, porque “violentan” los artículos 71 y 72 constitucionales, debe haber puesto a temblar a los señores Mier.
Sí, al presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados y al presidente de la Mesa Directiva del Senado, porque ambos tienen probable responsabilidad en la violación a la Constitución.
Ignacio Mier Velazco, el pastor de las ovejas de Morena en San Lázaro, les ordenó -es un decir- aprobar reformas a 20 leyes sin que los diputados conocieran el contenido de las iniciativas porque, en el ánimo de satisfacer al resucitado de Palacio Nacional, no pasaron por comisiones y se aplicó el reglamento para dispensar los trámites bajo el argumento de “urgencia y obvia resolución”.
Los diputados mantuvieron la sesión desde la mañana del martes y la culminaron la madrugada del jueves con la aprobación de la totalidad y de inmediato las enviaron a la colegisladora, es decir, el Senado de la República para que, antes de clausurar el periodo ordinario, hicieran lo propio.
Ricardo Monreal, intentó convencer a sus pares de Morena y aliados, para que las oposiciones se sumaran a las aprobaciones a cambio de designar a un comisionado para el INAI y destrabar la parálisis del organismo, Fracasó y entonces el bloque de contención tomó la tribuna del Senado y anunciaron que no cederían el espacio hasta que se cumpliera lo pactado entre los grupos parlamentarios para reactivar las acciones del Pleno del INAI.
Ante la toma de la tribuna, el presidente del Senado, Alejandro Armenta Mier, llamó a las oposiciones a reiniciar la sesión. Con estira y afloja, logró su cometido. Sin embargo, el panorama no estaba para sesionar y, entonces, se buscó una sede alterna para conocer las iniciativas de la colegisladora y correr los trámites correspondientes.
Instalados los senadores de Morena, PTEM y PT en la vieja casona de Xicoténcatl y por el encadenamiento de la panista Xóchitl Gálvez en el salón de plenos, la sesión se reanudó en el patio central.
Diríase que estaba bien armado el cambio de sede. Sin embargo, la reglamentación exige que se dé a conocer la sede, hora y asuntos a tratar en la Gaceta del Senado. Imposible a esas horas. Los congresistas opositores aseguran no haber recibido información y por ello no asistieron a la sesión que, con dificultades que podrían invalidar lo actuado, se conformó el quórum mediante una triquiñuela insólita: la senadora Claudia Balderas, quien estaba en una comisión oficial en Bélgica, representando al Senado, pidió licencia a su cargo y dejó a su suplente, Tanya Carola quien rindió protesta y ¡habemus quórum!
Los opositores afirman no haber conocido las iniciativas aprobadas por los diputados e incluso algunos senadores (as) admitieron desconocer los contenidos.
Luego, entonces, aplicaría el criterio del ministro Pérez Dayán establecido en su proyecto: la iniciativa no se conoció a tiempo ni fue publicada con la antelación requerida para poder ser discutido en la Cámara de Diputados.
“La gravedad de tales infracciones en conjunto permite concluir con la invalidez del decreto cuestionado, por violación directa a los artículos 71 y 72 de la Constitución federal”, se lee en el proyecto que se someterá a votación.
Bajo la premisa no haber recibido publicidad suficiente y que los senadores no conocían el contenido de las iniciativas, los señores Mier deben estar temblando.
Las acciones de inconstitucionalidad de parte de los congresistas de la Cámara Alta por lo ocurrido el “viernes negro”, llegarán a la Suprema Corte de Justicia de la Nación esta misma semana o a más tardar la próxima para cumplir en tiempo y forma los requerimientos judiciales.
¿Qué se puede esperar que decidan los ministr@s)
La lógica diría que lo aprobado al vapor en San Lázaro y con energía nuclear en el Senado, correrán la misma suerte que el decretazo de la primera parte del Plan B.
¡Corren los dados!
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