Sí al Gobierno Abierto

 

 

*Indignante el Mensaje de Adán Augusto a

los Senadores de Morena

 

*Proclividad Presidencial: Violar el Artículo

Sexto de la Constitución

 

*Cuando la Sociedad Participa en Actividades 

Administrativas Mejora Todo

 

*Está Empoderada y ese Nivel de Madurez no

Supo Leerlo el Presidente

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN 

 

La grabación de las palabras del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, con senadores del partido Morena el miércoles 12 de abril, mediante la cual se le escucha argumentar acerca de las ventajas gubernamentales de que quede inoperante el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) y que se trata de una instrucción del presidente López Obrador, es indignante. De hecho, ya muchos colegas y académicos han manifestado sus críticas serias, profundas y sólidamente argumentadas de que para la actual gestión el mundo ideal es el de no asumir una política de transparencia y mucho menos rendir cuentas. 

 

En muchos sentidos a pocos sorprendió la decisión presidencial de negarse a asumir una política pública de gobierno abierto, pues cada día es más notaria la proclividad gubernamental a violar el artículo sexto constitucional. Léase, “El derecho a la información será garantizada por el Estado. Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión”. Lo cual, queda claro, el auténtico mundo ideal es el que está en favor de la sociedad y no del gobierno, pues saber acerca del destino de nuestros impuestos, de los criterios que sustentan las decisiones gubernamentales y de las estadísticas y datos duros de los resultados del ejercicio de la Administración pública hacen que la transparencia y la rendición de cuentas sean, en otras palabras, dignas de un gobierno abierto sujeto a la crítica, a los cuestionamientos y a las reivindicaciones sociales sustentadas en demandas y necesidades.  

 

Un gobierno abierto es aquel que establece que la ciudadanía tiene el derecho a los documentos y procedimientos de un gobierno y consecuentemente pueda supervisar la cotidianidad de la gestión pública y, en su caso, prevenir y combatir la corrupción, participar en el diseño, implementación, control y evaluación de las políticas públicas y robustecer el empoderamiento social. Más aún, cuando la sociedad participa en las actividades administrativas se aprecia la mejora de los servicios públicos y se eleva la calidad de vida de la nación.  Un gobierno abierto es institucional y está cerca de la sociedad. Un gobierno cerrado es demagógico y se aleja de la sociedad.

 

Aquella idea de que la sociedad es pasiva no piensa y que hay que tratarla paternalmente debido a su docilidad ya es anacrónica. Los pobres no son animalitos a los que hay que alimentar y las clases medias son, para bien, aspiracioncitas. De ahí que concebir a un gobierno abierto es la posibilidad de permitir que la sociedad descifre la estructura gubernamental y las llaves de las puertas cerradas sean de la propiedad pública. La idea de un Estado teocrático de culturas opuestas entre las élites del poder monopolizadoras de la verdad política y la sociedad inculta ya cambió, ahora el privilegio de la sociedad civil es el de la afirmación realizable de investigar acerca de la forma y fondo de la acción burocrática. 

Un gobierno abierto incomoda a muchas personas servidoras públicas que sustentan su proceder en el dicho de que “información es poder” y el poder no se divide, ni se comparte. Esa mitificación en el ámbito de lo público es un discurso circular y tautológico que fue válida en el pasado, pero ya no en las democracias actuales. Hoy la sociedad ya está empoderada y ese nivel de madurez es algo que el presidente López Obrador no supo leer. Para él la democracia se resume a votar el día de las elecciones y después la sociedad regresaba a su letargo dormilón o hibernación como los osos en invierno. No ha sabido leer que las redes sociales y la innovación fortalecen a la democracia en términos participativos y, por lo mismo, las fallas y pifias gubernamentales son la nueva decodificación de la sintaxis política actual. 

 

La transparencia y la rendición de cuentas permiten analizar de manera coyuntural y estructural la realidad gubernamental y, por lo mismo, ya es fácilmente traducible a cualquier entendimiento la relación entre el discurso propagandístico y los contextos nacional e internacional, así como en los ámbitos políticos económicos y sociales. Los análisis que académicos, articulistas y periodistas realizamos son exploraciones sustentados en evidencias que son producto de la exigencia de saber acerca de lo que acontece en el gobierno, sin importar el conservadurismo o liberalismo del análisis, pues las ciencias sociales no están libres de valores. De ahí que, si un gobierno como el actual insiste en cerrarse y sostener que el mundo ideal es del ocultamiento de la información, la opacidad en el manejo de los recursos y la argumentación pueril de “los otros datos”, será rebasado por la realidad y la ambición popular de saber triunfará. Le guste o no a las actuales autoridades, el mundo ideal para la sociedad es del del gobierno abierto. 

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