De Quijote a Molino Sonámbulo

* Su propuesta de Superar la Pobreza no la Alcanzó y,

por el Contrario, la Miseria se Incrementó

 

*El Poder lo ha Transformado y sus Abusos Autoritarios 

Envueltos en Impunidad lo han Trastornado.

 

*De Idealista se Convirtió en Molino de Viento Pesado,

 Añoso, Tosco y por Momentos Insensible.

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Don Quijote de la Mancha representa el idealismo y se ve a sí mismo como un caballero en busca de aventuras a fin de que las virtudes humanas triunfen sobre el mal, las injusticias y las desventuras de la gente. Con el corazón por delante y con el ímpetu del amor y la abnegación se lanzó contra un monstruo que en realidad era un molino de viento. 

 

La triste figura del Quijote derrotado y tirado en el piso después de su fracasado ataque contra el molino me recuerda al presidente López Obrador. Nuestro hoy presidente recorrió los caminos de México como el desventurado caballero proclamando a los cuatro vientos que él lograría la República amorosa, que la injusticia social sería asunto del pasado y que transformaría al país en un paraíso de bienestar. Pero a diferencia de Don Quijote que sólo tenía a un escudero y que le decía el otro punto de vista, el hombre de Macuspana se rodeó de un equipo que lo adula y no le dice la verdad.

 

Lo interesante de la metáfora de la obra de Cervantes es que realidad y ficción desempeñan un juego de espejismos en los que podemos ver a un personaje por momentos cuerdo y lúcido y en otros a un ser cuyo idealismo lo envuelve en el desvarío. Más aún, ve en una tabernera a una mujer de nombre Aldonza Lorenzo, pero que en su locura del ideal femenino le pone por nombre Dulcinea del Toboso. Así nuestro presidente, un hombre que desde 2006 se lanzó a la aventura pública a fin de ser el titular del poder Ejecutivo Federal y se mimetizó en un Quijote tropical. Fue derrotado electoralmente en dos ocasiones y por su obsesión y discurso quijotesco-idealista acabó por convencer a millones de que lo acompañaran a derrotar al monstruo del neoliberalismo. Un monstruo devorador de la caridad y que desplegó tentáculos en la globalización. 

 

Sin embargo, su osada aventura, su falta de estrategia y la incompetencia de muchos de sus colaboradores (que difícilmente tienen la simpatía de Sancho panza) nos muestran que su ataque en contra del monstruo neoliberal ha fracasado. Al respecto sobran los ejemplos, así tenemos que su propuesta de superar la pobreza no la alcanzó y, por el contrario, la miseria se incrementó; su idea de abrazar a los criminales como emblema de paz es un fiasco; la inflación carcome nuestros bolsillos; la salud pública es un desmán; la educación pierde calidad y, sus obras faraónicas se han convertido en elefantes blancos.  

 

Puedo entender la sed de justicia social que anima al presidente López Obrador y le aplaudo. También deseo que nuestro sistema de salud se asemeje al de Dinamarca. Incluso lo apoyo, como ciudadano, en la campaña en contra de la corrupción y de ahí que no recurro al soborno cuando tengo que realizar trámites burocráticos. Pero una metamorfosis está ocurriendo en la persona de Andrés Manuel López Obrador: el poder lo ha transformado, lo tiene cautivado y sus abusos autoritarios envueltos en la impunidad lo han trastornado.

Que quede claro, ser un caballero andante en favor de la justicia social y del bien común tiene mérito. Pero ser el presidente de un país en un mundo globalizado tiene otro arco de inflexión, otra densidad y la exigencia de cualidades jurídicas, políticas, económicas y administrativas que lo obligan a sentarse detrás de un escritorio y gobernar con responsabilidad. Son dos figuras diferentes. La primera es indicativa de la benevolencia de espíritu y sus aventuras son producto del azar. La segunda es planeación, dirección, control y evaluación. También es trabajo serio y en favor de la sociedad en su conjunto.  

 

Aquel idealista de acento tabasqueño que no se dobló al perder dos elecciones y que hoy nos gobierna, se convirtió en un molino de viento pesado, inamovible, añoso, tosco y por momentos insensible. Hoy la figura presidencial representa en los espejismos quiméricos del ingenioso hidalgo de La Mancha la parálisis económica, la confrontación entre mexicanos, el desaseo político, la desilusión, la falta de transparencia y la rendición de cuentas, la intolerancia y la obsesión por el uso y abuso del poder. Lo que se mueve del molino son sus aspas que giran según la fuerza del viento, pero rotan porque es un molino sonámbulo. 

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