Ciudad Juárez.

Fede Bonasso

No hacía falta ser Sherlock Holmes para anticipar que la política migratoria vigente, la xenofobia creciente contra migrantes, estimulada incluso por algún gobernante panista-morenista, la criminal presión de los Estados Unidos, y la deshumanización practicada en «los albergues» y «estaciones migratorias», eran el caldo de cultivo para un crimen y una tragedia como la que hemos atestiguado en Ciudad Juárez.

Así como el umbral del dolor, cada individuo tiene su propio umbral de hacerse el pendejo. Todos nos hacemos pendejos con diferentes temas cotidianamente: con cosas que no nos gusta ver, no nos gusta aceptar, cosas que están mal de aquellos a quienes admiramos o apoyamos. Quizás sea así porque sin una cuota mínima de auto apendejamiento no podríamos construir, cooperar, levantar proyectos colectivos. O mirarse al espejo: no falta quien se hace tonto con sus propias tonterías.

De golpe llega una tragedia que era evitable y muchos rebasan su umbral de hacerse el pendejo. Lo inquietante es la cantidad de personas con un umbral altísimo.

Siempre hay más dignidad en un solitario con un umbral bajo para hacerse el pendejo, que en un feligrés de umbral alto, sonriente en la calefacción de la multitud.

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